Hermanos y amigos todos:
Aunque nuestra pequeña comunidad vecinal y parroquial se ha visto entristecida en estos días recientes por la dolorosa muerte de un vecino, y en el corazón de muchos puede haber más ganas de duelo que de fiesta, estamos celebrando, un año más, la solemnidad del patrón de nuestra parroquia: San Juan Bautista.
Hoy la Iglesia celebra el nacimiento de una figura excepcional en la historia de la salvación; tanto que es del único santo, excepción hecha de la Santísima Virgen, del que se celebra no solo el día de su muerte, sino también el de su nacimiento. Porque la concepción y el nacimiento de San Juan ya marcaron el comienzo de su misión de profeta. Y ya en el seno de Isabel, su madre, comenzó a anunciar la venida del Mesías, Jesús, al que llamó el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Hoy en el oficio de lecturas, que es una oración que rezamos junto con las laudes o las vísperas, se lee un sermón precioso de san Agustín dedicado a Juan Bautista, en el que va poniendo en paralelo el nacimiento de este con el de Cristo. Merece la pena meditarlo:
Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre.
Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinos quién eres.
Y él respondió: Yo soy la voz del que clama, en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio".
Hasta aquí la cita del gran san Agustín. Podemos aprender tantas actitudes cristianas de san Juan Bautista… resalto solo dos:
La humildad: hoy es una virtud que no se lleva. Preguntas a un niño en el colegio qué quiere ser de mayor y muchos te dice: Quiero ser influencer o famoso. Esto es, tener seguidores, entretenerles; no importa tanto si tengo algo que aportarles, como que me sigan y les entretenga, ser conocido… Se quiere brillar aun sin tener luz.
Juan Bautista solo quiere abrir camino a otro, al Salvador, del que dice “no soy digno de desatarle la correa de la sandalia”... y cuando le ve en el Jordán pide a sus discípulos que ya no le sigan a él, sino que vayan tras Jesús.
La humildad nos hace mucho bien en nuestras relaciones humanas, nos ayuda a encontrar nuestro lugar, a aportar nuestras cualidades sin necesidad de falsos brillos, simplemente pasar por el mundo haciendo el bien que podamos, por sencillo que sea. Jesús nos dice “El mayor entre vosotros se haga el servidor de todos”.
La sencillez de vida: Juan Bautista lleva una vida de profeta en el desierto. Es verdad que la mayoría no estaremos llamados a llevar este tipo de vida de renuncia total a los bienes materiales, porque vivimos en medio del mundo en el que estos son necesarios. Pero siempre debemos usarlos con libertad, sin apegos y sin dejar que nos esclavicen; porque Jesús nos dijo “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”.
Si vivimos para los bienes de la tierra, olvidamos hacer crecer el tesoro espiritual, que es eterno y no pasajero. San Ignacio de Loyola dice “usad de todo sin entregar el corazón a nada”. Los bienes que tenemos están para agradecerlos, usarlos con moderación y para compartirlos con los que necesiten de nosotros, los que están cerca y los que vienen de lejos. Así es como crece el tesoro del cielo, que no lo roe la polilla ni lo roban los ladrones.
Sigamos celebrando con gozo esta fiesta tan entrañable. Recordamos con cariño y emoción a los que ya no están con nosotros; esta fiesta de la tierra es un anuncio de la fiesta eterna del cielo, a la que aspiramos a llegar un día.
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