jueves, 16 de octubre de 2025

DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 MAESTRO, ENSÉÑANOS A ORAR


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Todas las lecturas que hoy se han proclamado son una invitación a la oración. Alguien dijo que la oración es el aliento del cristiano; igual que continuamente respiramos, y sin esa respiración ininterrumpida no es posible la vida, la oración nos acompaña continuamente.

    No solo oramos en situaciones de necesidad, aunque seguro en estos momentos es cuando nuestra oración se hace más intensa, sino que oramos siempre: agradeciendo, glorificando, intercediendo por otras personas y por otras situaciones…

    ¿Cómo debe ser nuestra oración? En la historia de la comunidad cristiana tenemos grandes maestros de oración como san Agustín, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san Juan de Ávila, y tantos otros. Sus escritos nos siguen motivando a orar.

    Pero todos ellos se inspiraron y aprendieron del gran maestro de oración que es Jesús. Jesús oraba, como cualquier hebreo de su tiempo, con los salmos que repiten a lo largo del día. Acudía a la sinagoga los sábados y al templo de Jerusalén en las grandes fiestas de su pueblo.

    Pero, además de todo esto, se retiraba en soledad a orar con una oración de confianza e intimidad con el Padre Dios. Era algo que le llamaba la atención a sus discípulos, que nunca habían visto a nadie orar así y, por ello, le pidieron: Maestro, enséñanos a orar.

    Es una petición que también podemos repetir nosotros, este domingo y siempre: Maestro, enséñanos a orar. Porque muchas veces decimos que no tenemos tiempo para rezar así, aunque sí lo tenemos para otras distracciones y pasatiempos menos provechosos. O decimos que no tenemos tiempo para leer la Palabra de Dios, o que no la entendemos, pero tampoco buscamos los medios para comprenderla mejor.

    Hoy nuestro Maestro de oración nos enseña, con esta Palabra, una actitud esencial de la oración cristiana: la Perseverancia.

    Esta actitud aparece en la primera lectura; mientras Moisés tiene los brazos alzados hacia Dios, el pueblo vence, pero cuando se cansa y los baja, vencen sus enemigos. Aarón y Jur, sus amigos, le sostienen los brazos, porque en esto de no desfallecer en la oración nos ayudamos los unos a los otros, nos animamos, nos sostenemos.

    Si la viuda no se cansó de reclamar justicia a ese juez de la parábola, al que no le importaban ni Dios ni los hombres, cuanto menos nos debemos cansar nosotros, que no nos dirigimos en la oración a un juez injusto, sino al Padre Dios bueno y providente. Es lo que nos enseña Jesús en la parábola del evangelio.

    “Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que sin tardar les hará justicia”.

    Si caemos en la tentación de pensar que la oración no sirve, que no es escuchada, que Dios no nos hace caso, no estaríamos orando como el Maestro de oración Jesús nos enseña.

    Vamos a repetir interiormente hoy esta petición de los discípulos de entonces: Maestro, enséñanos a orar. Con perseverancia, con confianza de hijos, con generosidad y con la certeza de que Dios quiere siempre lo mejor para nosotros.

 


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