jueves, 27 de noviembre de 2025

DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO (ciclo A)

 LA NOCHE ESTÁ AVANZADA, EL DÍA SE ECHA ENCIMA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy es el primer domingo del Adviento y el primer domingo de un nuevo Año litúrgico. En el curso de un año iremos contemplando y celebrando en comunidad los misterios de la vida del Señor, que son la causa de nuestra salvación, comenzando por su encarnación y nacimiento.

    No es fácil celebrar el adviento con sentido verdaderamente cristiano. No es fácil porque para este mundo, del que somos parte, el adviento no existe: ya se han encendido las luces navideñas, ya están los anuncios y los escaparates llenos de productos navideños. Para nuestra sociedad de mercado, pese a la crisis económica que trae dificultades de vida a muchas familias de nuestro entorno, lo que importa es adelantar lo más posible la Navidad y su consumismo alocado.

    Únicamente los cristianos hablamos aún del Adviento en las parroquias, en las catequesis y en los grupos de fe. Lo hacemos, y no podemos dejar de hacerlo, porque estamos convencidos de que lo que celebramos en la Navidad, es algo tan grande, tan bello, tan verdadero, que necesita una profunda preparación previa durante las cuatro semanas que hoy arrancan: Es el nacimiento de nuestro Salvador, el Emmanuel, Dios que viene a estar con nosotros compartiendo nuestra vida humana, con sus alegrías y sus penas.

    Esta es la mejor noticia, la única buena noticia (Evangelio) que da sentido a la Navidad. Si la quitamos de en medio, o si no la tenemos presente, la Navidad solo servirá para dejarnos el bolsillo un poco más vacío y el corazón… incluso más vacío aún.

    Es un privilegio poder vivir espiritualmente el tiempo de adviento con actitudes creyentes de vigilancia y esperanza.

    Vigilancia es despertar la fe, que puede estar dormida, para reconocer el paso permanente de Dios por nuestra historia. El apóstol Pablo nos lo ha dicho con toda la fuerza: “Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima”.

    Reflejan sus palabras la experiencia del vigía, que monta guardia durante toda la noche. No teme la llegada del día, sino que la desea con todo el corazón. La llegada del día le traerá el esperado descanso de ser centinela y disipará las tinieblas que pueden estar ocultando a los enemigos. Despertad del sueño… ¿vivo con consciencia, despierto, el tiempo que Dios me está regalando? ¿O simplemente lo dejo pasar como quien duerme, un día tras otro, un año tras otro?

    El día de Dios se echa encima y quien vive dormido no lo recibe. El mismo Señor que vino un día, viene continuamente y vendrá definitivamente.

    Sí, estamos esperando al Señor y de eso también nos habla el Adviento, especialmente en sus tres primeros domingos, invitándonos a levantar la mirada de nuestras miserias cotidianas para decirle: Ven, Señor Jesús.

    La segunda actitud para vivir el adviento es la Esperanza. Pero no cualquier esperanza pequeña, la de permitirnos un caprichito o poder hacer algo que nos saque de las rutinas. Es la esperanza con mayúsculas, de la que dijo el papa Francisco que no defrauda: esa esperanza del cristiano se cimienta en Jesucristo, que nos ha dado a conocer el amor fiel del Dios Padre bueno, que no se cansa de nosotros.

    Esperamos el Reinado de Dios sobre todo y sobre todos. Por eso Jesús nos dijo que en la oración cotidiana del Padre Nuestro lo debemos pedir sin cansarnos: “Venga a nosotros tu Reino”.

    Esperamos que el bien venza al mal, que la vida venza a la muerte, que por fin de las espadas de guerra se forjen arados y de las lanzas de muerte podaderas, instrumentos útiles para cultivar y dar vida, no para arrebatarla.

    El profeta Isaías no vivió tiempos mejores que los nuestros, sino aún más difíciles, pero abrió el corazón a las promesas de Dios y supo esperar en ellas, contagiando esperanza a los suyos. ¿Quién contagia esperanza hoy a nuestro mundo, una esperanza que no defraude?

    Si no somos nosotros, que hemos recibido el anuncio de las promesas del Dios fiel, ¿Quién va a hacerlo?, ¿Será, acaso, la inteligencia artificial, sin alma ni sentimientos?

    Volvamos sobre las dos actitudes del adviento: Vigilancia y Esperanza.

    Para muchos todo esto no significará nada. También en tiempos de Noé, nos ha dicho el Señor en el evangelio, sin caer en la cuenta del momento que vivían y de las señales que Dios les daba, vivían ocupados en sus preocupaciones mundanas y pasajeras. Se perdieron así el momento de la salvación.

    Cuando venga el Hijo del Hombre, el Salvador, cuyo regreso es seguro, ¿encontrará a quienes estén velando con la fe despierta y la esperanza viva?

    ¿Seremos nosotros esos?

 


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