jueves, 10 de julio de 2025

DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 ANDA Y HAZ TÚ LO MISMO


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

¿Qué espera Dios de nosotros?

Esta pregunta se la ha hecho el ser humano desde sus mismos orígenes. Y, como respuesta, han surgido, en una larga historia, las religiones de la humanidad, muy diferentes entre sí; unas con algunas luces y otras con muchas sombras.

Ha habido religiones que convencieron a sus creyentes de que el favor de los dioses se ganaba mediante el sacrificio cruel de personas, incluso de los propios hijos. El pueblo de Israel tuvo que convivir con estas experiencias religiosas perversas.

Otras religiones, y esto es aún actual, han dicho, en sus interpretaciones más fundamentalistas, que se da gloria al único Dios y se defiende su causa cuando se somete, se mata y se causa terror en su nombre.

Nuestra fe cristiana tiene su único centro y su única fuente en Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre. Y Jesús vivió su vida y su experiencia humana dentro del pueblo de Israel, un pueblo diferente a todos los demás porque se siente pueblo escogido y amado por el único Dios Yahvé, que hace una alianza, un pacto, con ellos para que su experiencia religiosa sea una luz que alumbre a todas las naciones de la tierra.

Dios Yahvé guía y protege a su pueblo, lo defiende y cuida como un padre o una madre hace con sus hijos. Les pide que guarden su Ley, justa y humana, que no exige cosas absurdas ni contrarias a la dignidad del ser humano, como los sacrificios que pedían otras religiones.

En la primera lectura de este domingo, Moisés, como guía del pueblo, les invita a escuchar la voz del Señor, a observar sus mandamientos, porque no son extraños ni inalcanzables, ni exceden las fuerzas de nadie.

¿Qué espera Dios de nosotros? Lo sabemos bien, porque ha escrito sus mandamientos en nuestros corazones y en nuestra conciencia. Sabemos bien qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es lo que agrada a Dios y qué es lo que le desagrada, qué es lo que nos hace más humanos y qué es lo que nos resta humanidad.

Así termina la lectura, diciendo: “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas”.

Toda la Ley santa, todo lo que espera Dios de nosotros, se resume en un doble mandamiento: “amarás al Señor tu Dios con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo te amas”. Así responde el maestro de la Ley a Jesús cuando él le devuelve la pregunta que le había lanzado para probarle. Jesús aprueba su respuesta: “Haz esto y tendrás la vida”.

Pero, quién es mi prójimo? ¿A quién tengo que amar como a mí mismo? La respuesta parecía clara para un judío: aquel a quien tengo que amar como a mi prójimo es al cercano, al que es de los míos, al de mi raza, al de mi pueblo…. Pero al extranjero, al extraño, al distinto, a ese no estoy obligado a amarle como me amo a mi mismo.

La parábola del Buen Samaritano, con la que Jesús va a dar respuesta, es una inversión de valores. Ante el hombre herido y maltratado, abandonado en la cuneta, ante el que sufre, ¿Quién se hace prójimo y próximo?

Solo un extranjero samaritano que lo mira con compasión, lo rescata, lo cuida y lo hace cuidar. Los otros, el sacerdote y el maestro de la Ley, aunque conocían al dedillo los mandamientos, encuentran excusas para dar un rodeo y evitarlo…. Conocen lo que Dios quiere de ellos, pero tienen excusas para no hacerlo.

Podemos encontrar muchas excusas, y auto-convencernos con ellas, para no hacer lo que Dios espera que hagamos y no practicar la misericordia. Jesús nos invita a dejar esas excusas a un lado, a tener una mirada limpia y compasiva sobre el prójimo, a levantarle, curarle y rescatarle en lo que podamos, sin desconfiar ni esperar a que lo hagan otros.

Jesús nos ha enseñado que no solo los que son de los míos, mis semejantes, mi familia, mis amigos, deben importarme. Que debe importarme toda persona, porque cada una de ellas es un reflejo e imagen suya, como Cristo es imagen visible y humana de Dios.

Y, al final de nuestra vida, seremos examinados sobre ello: ¿tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo o en la cárcel y vinisteis a verme?

No hay una religión más humana y positiva que esta: lo que espera Dios de nosotros es que reconozcamos su presencia en los demás, sean quienes sean, y, por ello, nos queramos, respetemos, ayudemos. Esa es la manera de dar gloria a Dios.

Jesús termina diciéndole al maestro de la Ley, y a nosotros: “Anda y haz tú lo mismo”.

 


jueves, 3 de julio de 2025

DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 LES ENVIÓ DE DOS EN DOS A DONDE PENSABA IR ÉL


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

En este domingo la palabra Paz se repite mucho en las lecturas de la Palabra de Dios.

Quisiéramos que la tierra entera fuese un lugar de paz, en el que los derechos y la dignidad de todos son respetados, en el que nadie es perseguido, maltratado, asesinado. Pero la realidad, como bien sabemos, está muy lejos de esto.

Las guerras continúan causando sufrimientos incalculables. Hay más de treinta conflictos bélicos activos en nuestro mundo. Algunas guerras son conocidas y seguidas a diario, como la de Ucrania, porque nos pillan cerca. Pero también hay muchas otras en el mundo que no parecen importarle ya a nadie y que nunca aparecen en los medios de comunicación. 

Y también permanece la guerra incesante, silenciosa, del hambre contra los más pobres.

Los profetas en la Biblia no adivinan el futuro, sino que hablan la Palabra de Dios que les es comunicada y hablan del sueño de Dios para su humanidad amada.

La primera lectura de este domingo, tomada del profeta Isaías, transmite muy bien esto: el profeta Isaías habla de Dios como de una madre que está deseando abrazar, amamantar, dar paz y consuelo a la humanidad herida, triste y desgarrada: “como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo”.

Lo que eran huesos muertos se llenan de nuevo de vida, donde había desolación surge el consuelo, donde había división, empieza a haber paz y reconciliación.

Es lo que ocurriría si todos nos decidiéramos a volver a Dios. Sí, volver a Dios, que nos está esperando y al acercarnos a él nos acercaríamos a los hermanos.

Los creyentes, ¿estamos convencidos de esto? ¿Estamos convencidos de que si nos acercáramos más a Dios nuestra vida y la de los que nos rodean podría cambiar?

No significa que, de repente, todos los problemas desaparecerían, porque recordemos que la fe no es una magia.

Pero sí que muchas cosas podrían ser distintas, y muchas personas transformadas para mejor pueden ir formando un pueblo mejor, una nación mejor, un mundo mejor. Decimos que el mal se expande, pero también el bien se expande, y aún más.

Esta lectura profética, con sus bellas imágenes, nos recuerda que las cosas podrían ser de otro modo si nos volviéramos a Dios –eso es la conversión- y aceptáramos de verdad el Evangelio de Jesucristo como guía del actuar de cada día.

Cuando Jesús envía a sus Doce apóstoles, y luego al grupo más grande de setenta y dos discípulos, que aparecen en el evangelio de este domingo, a que lleven su mensaje, no lo hace como si fuese un empresario que quiere expandir con sus representantes comerciales un producto o una idea.

Lo hace porque el mensaje de Jesús es la Buena Noticia que las personas necesitan escuchar. Porque tiene la fuerza de cambiar vidas, de mejorarlas, de sacar de la desesperación y la tristeza, de salvar, en definitiva.

Nos salva saber que Dios es un padre que nos ama pese a nuestros pecados y que nos espera siempre, nos salva saber que los demás son mis hermanos y que perdonarles y aceptarles nos libera de la carga pesada del odio, nos salva saber que estamos llamados a encontrar la felicidad dando la vida por los demás, nos salva del miedo y la desesperación saber que la muerte no es el final.

Es un mensaje salvador que debe ser anunciado para que, al acogerlo en nuestra vida, seamos transformados y vayamos transformando el mundo según el proyecto del Reino de Dios.

¿A quién dirige ese envío para llevar el Evangelio? A todos nosotros, a todos los bautizados que nos sentimos parte de la familia de la Iglesia.

El envío de Jesús tiene unas características especiales: hay que ir de dos en dos, es decir como parte de la comunidad, hay que llevarlo con sencillez, hay que llevar la paz por delante, hay que acoger la hospitalidad de los demás, hay que curar y liberar del mal.

Salgamos hoy de la iglesia sintiéndonos enviados por el Señor a compartir con los que nos encontremos la Buena Noticia salvadora de Jesús. Todos somos enviados: discípulos misioneros.

 


lunes, 30 de junio de 2025

HORARIOS JULIO 2025

XIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 5 

20 H. VILLAOBISPO (Misa vespertina)

DOMINGO 6

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO (Celebración de la Palabra)

12 H. VILLARRODRIGO 

13 H. VILLANUEVA 


XV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 12

20 H. VILLARRODRIGO (Misa vespertina)

DOMINGO 13

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO

13 H. VILLANUEVA (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO (FIESTA DE LA PARROQUIA)


XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 19 

20 H. VILLANUEVA (Misa vespertina)

DOMINGO 20

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO 

12 H. VILLARRODRIGO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 


XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 26

20 H. ROBLEDO (Misa vespertina)

DOMINGO 27

11 H. VILLANUEVA

12 H. VILLARRODRIGO

13 H. VILLAOBISPO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAMOROS (FIESTA DE LA PARROQUIA)


FIESTAS DE LAS PARROQUIAS: 

DOM. 13 VILLAOBISPO (13 h.): Fiesta (trasladada) de la Anunciación 
DOM. 27 VILLAMOROS (13 h.): Fiesta (trasladada) de Santiago Apóstol



SAN PELAYO MÁRTIR. VILLANUEVA 2025

 

Señor primer teniente de alcalde, concejala, presidente de la Junta Vecinal de Villanueva, feligreses y vecinos.

Nos congregamos un año más en este día de fiesta en honor de San Pelayo.

Es día de fiesta, en primer lugar, porque es el Domingo, el día de la resurrección de Jesucristo que nos congrega en la eucaristía para hablarnos con su Palabra de vida y alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, alimento y bebida de salvación.

Pero, además, porque celebramos la memoria trasladada de este santo tan querido que ejerce su patrocinio sobre nuestro pueblo de Villanueva del Árbol y su parroquia: San Pelayo.

Conocemos su historia. En el tiempo tan duro de las luchas entre reinos cristianos y taifas musulmanas en el territorio español, el aún niño Pelayo es capturado con diez años tras una derrota de las tropas cristianas y trasladado con un gran número de prisioneros a las cárceles del califa de Córdoba. Su tío era Ermogio, el obispo de Tuy, en Galicia.

Aunque intentó reunir la suma del rescate que le pedían por su sobrino Pelayo no lo consiguió y el niño pasó preso tres años. A la edad de trece años, el califa tuvo noticias de la belleza e inteligencia del joven prisionero cristiano y ordenó que lo vistieran con ropas lujosas y lo llevasen a su presencia.

Allí trató de conquistarlo prometiéndole los lujos de la corte califal si abjuraba de su fe cristiana, pero no lo consiguió. Más bien recibió reproches por parte del chico que recibiendo una fortaleza que no podía venir sino de Dios, le dijo claramente: Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras".

Durante varios días siguió asediándole, bien con promesas bien con amenazas. Pero nada consiguió de él porque el joven san Pelayo era como una roca anclada firmemente en Cristo, del cual no quería separarse aún a riesgo de perder su vida.

Al fin, enfurecido, ordenó su tortura y ejecución desmembrándolo con tenazas de hierro y mandó que sus miembros fueran arrojados al rio para que los cristianos no pudieran recoger su cuerpo y darle sepultura como a un mártir, testigo de la fe.

Todo ello lo tenemos muy bien representado en los dibujos de nuestro retablo principal.

Nos separan muchos siglos de aquellos acontecimientos, que nos describen la dureza de la persecución religiosa que, tristemente, tantas veces se ha repetido en nuestra historia. Y que sigue ocurriendo para muchos hermanos nuestros en la fe, a día de hoy, en tantos países del mundo.

Las lecturas que hemos escuchado nos ayudan a comprender mejor el martirio de san Pelayo que hoy celebramos.

En la primera lectura, del segundo libro de los Macabeos, aparece también una persecución contra los creyentes de Israel ordenada por el rey Antíoco. Este rey, que aparece en la memoria de Israel como un rey perverso y enemigo de la fe, quiso que los israelitas se asemejasen a los otros pueblos renunciando a vivir según la Ley de Dios, abandonando la circuncisión y el resto de normas, obligándoles a comer alimentos que consideraban impuros.

Pero, aunque muchos lo aceptaron para no ser perseguidos, hubo quienes se resistieron a ello. Eso describe el pasaje que hemos escuchado: una madre que anima a sus hijos a resistir, a conservar se fe antes que la vida, como hizo san Pelayo.

Lo hacía confiando en la vida eterna que espera a los que permanecen fieles. “No temas a este verdugo, muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia”.

Realmente es un testimonio sobrecogedor de fortaleza y de fe profunda. Esos mártires estaban convencidos de que nuestra patria definitiva no está en este mundo, que pasa, sino en la eternidad junto a Dios. Antes perder esta vida que perder la vida eterna.

Con san Pelayo y con todos esos mártires hemos dicho con el salmo: Pongo mi vida en tus manos, Señor.

Aquellos mártires macabeos actuaban así movidos por la fe en Dios que les daba el Antiguo Testamento. Pero san Pablo, en la segunda lectura, ya nos habla de un motivo más de esperanza en la vida eterna: que Jesucristo ha muerto por nosotros. que ante Dios valemos tanto que ha entregado la vida de su hijo Jesús, muerto en la cruz para nuestra salvación.

Por eso, el apóstol dice: Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? Tengo la certeza de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Las palabras del Señor en el evangelio que acabamos de escuchar son las que sostuvieron al joven san Pelayo en su martirio: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.

Él declaro a Cristo como su salvador valientemente ante sus verdugos y Cristo lo declaró como su amigo y su hijo ante el Padre del cielo. Por eso hoy celebramos su martirio que, como decían los primeros cristianos, no fue el día de su muerte, sino de su nacimiento para el cielo.

De san Pelayo nos sigue inspirando su fe firme, su valentía y su confianza en Dios en medio de las dificultades. La fe no es algo que deba guardarse en lo profundo del corazón; está ahí, sí, pero también debe salir afuera y plasmarse en toda la vida. 

Como dijo el Señor: no se enciende una lámpara para guardarla debajo del celemín, sino para que alumbre a todos los de la casa. Y vosotros sois la sal y la luz del mundo.

Pidamos por su intercesión una fe más viva y activa, que ilumine nuestra vida de familia, de trabajo, de vecinos y que irradie ilusión y esperanza a todos.

Así sea.


jueves, 26 de junio de 2025

SOLEMNIDAD SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES (DOMINGO 29 DE JUNIO)

 CRISTO EDIFICÓ SU IGLESIA SOBRE EL CIMIENTO DE LOS APÓSTOLES


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    En la eucaristía de este domingo celebramos la memoria de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Esta memoria tiene el máximo rango en la liturgia cristiana, que es el de una solemnidad. Por eso prevalece sobre el domingo que normalmente correspondería. No son dos santos cualesquiera los que celebramos; son los dos grandes apóstoles de la Iglesia de Jesucristo, los cimientos del edificio cuya piedra angular es Cristo.

    San Pedro es el pescador de Galilea al que el Señor, pasando por la orilla del lago, llamó por su nombre y le escogió para ser pescador de hombres. Acompañó a Cristo durante los tres años de su vida pública, le escuchó, aprendió de él, compartió su morada y su mesa. En Cesarea de Filipo, como hemos escuchado en el evangelio, fue movido por el Espíritu Santo para reconocer a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

    Ningún otro apóstol supo responder así a la pregunta de Jesús. Sabían lo que decía la gente sobre él, que si era Juan Bautista o que si era un profeta. Pero solo Pedro, inspirado por Dios, acertó a confesar con esa fe tan profunda: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús, entonces, le cambia el nombre: ya no será Simón, sino Pedro-Piedra, porque habrá de ser cimiento y columna sobre la que se sostenga el edificio de la Iglesia.

    Verdaderamente Pedro es una roca firme en la edificación de la Iglesia de Cristo. Lo vemos en el ministerio del Papa, que es el sucesor del apóstol Pedro. Recientemente falleció el Papa Francisco, ahora Dios nos concedió al Papa León XIV. Son personas diferentes, con trayectorias y formas de ser distintas, pero desempeñan un mismo ministerio: el ministerio de la unidad y la cohesión, el ministerio encomendado por Jesucristo a Pedro.

    Jesús confía a Pedro las llaves del reino de los cielos, para abrir y cerrar, para atar y desatar. Así se representa su imagen normalmente, con una gran llave en su mano. Abrir y cerrar el reino de los cielos lo cumple la Iglesia mediante el sacramento del perdón. Reconciliando a los hombres y mujeres en la confesión, la Iglesia abre las puertas del reino de los cielos para todos y desata del poder del pecado y de la muerte.

    En este año jubilar podemos ver claramente como el sucesor de Pedro ejerce ese poder de las llaves al decretar un año jubilar y las condiciones necesarias para alcanzar la indulgencia plenaria.

    San Pablo es el otro gran apóstol que hoy celebramos. Su historia es completamente diferente a la de san Pedro. Pablo no fue escogido por Cristo para compartir vida y misión con él; ni siquiera le llegó a conocer como los otros apóstoles.

    Él era un fariseo radical, empeñado en acabar con aquella peligrosa novedad de los cristianos: perseguía, maltrataba, capturaba, torturaba… todo en el nombre del Dios verdadero de Israel.

    Pero ya sabemos que, yendo de camino, el Señor lo tumbó y lo cegó. Y aunque no había escuchado nunca a Jesucristo, el conocimiento que va a tener de él, la profundidad de su comprensión del evangelio, su identificación con Cristo, va a ser tanta, que nuestra fe no se podría entender sin la aportación de san Pablo.

    De perseguidor pasó a ser el gran apóstol de los gentiles, el anunciador infatigable del Evangelio. Sus trece cartas, las recogidas en el Nuevo Testamento, porque tuvo muchas más, siguen alimentando nuestra fe, nos siguen guiando como lo hicieron con los cristianos de aquellas comunidades primeras.

    La imagen clásica de san Pablo es portando una espada. No solo porque persiguió a espada a los cristianos antes de encontrarse con el Señor resucitado, sino porque su palabra es una espada que penetra corazones y almas en el nombre de Jesús.

    En la segunda lectura de hoy, san Pablo a punto de ser martirizado pasa revista a lo que ha sido su vida. Y puede decir que ha combatido y ha luchado en los esfuerzos misioneros más que nadie. Ha sentido la fuerza de Dios sosteniéndole en tantas tribulaciones, persecuciones y dificultades por causa de Cristo. No ha perdido la fe, sigue aguardando la recompensa eterna.

    Al celebrar hoy la solemnidad de estos dos grandes apóstoles, damos gracias a Dios por ser parte de la Iglesia católica, cimentada sobre los apóstoles que escogió Cristo. En ella tenemos la Palabra, los sacramentos, la sucesión apostólica en los obispos y el ministerio de Pedro que continúa en el Papa.

    Esta bendición conlleva también una responsabilidad para todos los bautizados: la de ser piedras vivas que contribuyen con sus dones, carismas y cualidades para el bien común y para la misión compartida de llevar la Buena Noticia de Jesús a todos.

 



martes, 24 de junio de 2025

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA. ROBLEDO 2025



Sr alcalde, Primer teniente de alcalde,  secretario representante de la Junta vecinal de Robledo, feligreses y hermanos todos:

La fiesta del nacimiento de san Juan Bautista nos vuelve a congregar. El árbol no se seca cuando tiene las raíces bien profundas, resiste fríos y sequias.

Y este árbol de la fe en nuestra parroquia y de la devoción al Bautista tiene unas raíces muy hondas, asentadas en los siglos de la historia de esta comunidad, que siguen dando vitalidad y que producen nuevos brotes, las nuevas generaciones de Robledo que, con ilusión, recogen las tradiciones de sus mayores y las dan nueva vida.

Igual que un árbol sin raíces se seca así le pasa a cualquier comunidad humana, sea una nación o sea un pueblo. Esto no lo digo yo por ser sacerdote, lo dice cualquiera que sea capaz de observar la realidad tal y como es. Recientemente he leído dos testimonios que lo certifican: el sociólogo español Higinio Marín dice que en la sociedad moderna al desaparecer el arraigo en las tradiciones crecen las adicciones. Y el filósofo coreano Byung-Chul Han, que ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, habla del valor de los rituales y las tradiciones para mantener sana y unida una sociedad.

Hoy esa tradición se hace viva al festejar la memoria de san Juan Bautista, de quien el mismo Cristo dijo que no hay un hombre nacido de mujer mayor que él.

Esa grandeza del Bautista la Iglesia la celebra festejando no solo su martirio como con los otros santos, el 29 de agosto, sino también su nacimiento en el día de hoy. Solo de Jesucristo, de la Virgen María y de Juan Bautista se celebra el nacimiento.

Hemos escuchado el relato en el evangelio. Juan nace de Isabel y Zacarías. No nace como Cristo de una mujer y del Espíritu Santo, pero su nacimiento es obra de Dios porque Isabel era anciana y humanamente ya no podía esperar descendencia. Zacarías es sacerdote del templo de Jerusalén y está oficiando su turno de sacrificios en el templo cuando recibe la noticia traída por un ángel de que Dios les concederá el anhelado hijo.

Zacarías no cree como María el anuncio del ángel y se queda mudo hasta su nacimiento. Es el silencio de Zacarías que incluso tiene que escribir el nombre que desea para el hijo en una tablilla. Poner el nombre al hijo era función del padre y significaba reconocerlo como de su descendencia; por eso María no escogió el nombre de Jesús para su hijo, sino que le fue manifestado porque su Padre Dios ya lo había escogido para él.

Juan es el hebreo Yehohanan que significa “Dios ha sido misericordioso”. Los nombres para el pueblo de Israel designan la misión que la persona ha de cumplir, no se eligen por simple gusto como entre nosotros.

Ya antes de nacer Juan será el primer profeta de Jesucristo como vemos en el relato de la Visitación de María a su prima santa Isabel. Aunque el niño aún se estaba formando en su seno, ya da saltos de gozo en el vientre reconociendo que está cerca del Salvador y de su Madre santísima.

Cumplió así lo que dice el profeta Isaías en la primera lectura de hoy: El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre.

Esa misión profética que comenzó desde su concepción la continuará hasta su martirio, preparando a las gentes para el Mesías esperado como voz que clama en el desierto, como luz que prepara a quien es la verdadera luz, Cristo, que dice de sí mismo: “Yo soy la luz, el que me sigue no camina en las tinieblas”.

De san Juan Bautista podemos aprender a ser testigos valientes de Jesucristo y de su Evangelio. Como san Pablo que, en la segunda lectura de hoy, anuncia a los judíos que la historia de la salvación se ha cumplido con Jesús y que ya no deben esperar otro salvador, porque Dios se ha hecho hombre y todas las promesas han tenido ya cumplimiento en él.

De san Juan Bautista podemos aprender también la humildad de hacer con alegría lo que nos toca hacer en favor de los demás, sin necesidad de brillar o de palmadas en la espalda. Cumplir la misión de cada uno cada día y hacerlo con esmero, con alegría, con la satisfacción de mejorar la vida a los que tenemos a nuestro lado.

Feliz fiesta de san Juan Bautista. Que esta raíz profunda no se seque nunca, que dejemos a los niños y jóvenes el testimonio de un pueblo y de una parroquia unidos, en el que cada uno es aceptado y respetado y, a pesar de las diferencias que podamos tener, anteponemos lo que nos une a lo que nos separa.


jueves, 19 de junio de 2025

COMUNICACIÓN DE NUESTRO GRUPO DE CARITAS PARA EL CORPUS 2025

 

COMUNICACIÓN CARITAS DOMINGO 15 JUNIO

Buenos días a todos. El próximo domingo celebraremos la solemnidad del Corpus Christi. Es el día de la Eucaristía y es el día de la Caridad, porque eucaristía y caridad van siempre unidas en la vida del cristiano.

El Señor nos dejó en la última cena el gran regalo de su Cuerpo y de su Sangre, alimento y bebida de salvación. Al recibirle, nos hacemos uno con Él y con el Padre: el que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo vivo en él, nos ha dicho.

En el domingo del Corpus agradeceremos este maravilloso regalo, sin el cual nos faltarían las fuerzas necesarias para seguir el camino de Jesús y para vivir el mandamiento del amor a todos.

Caritas celebra el domingo del Corpus su día especial. El amor que tratamos de llevar a los más necesitados con gestos de ayuda real y concreta brota, precisamente, de la eucaristía.

Os hablamos en nombre del grupo de Caritas de nuestra Unidad Pastoral. Estamos atendiendo a cerca de diez familias en situación de vulnerabilidad de nuestro entorno. Esto no sería posible sin vuestra colaboración generosa en las parroquias. Cada año presentamos las cuentas para que todos podáis ver que la aportación que nos entregáis tiene un buen destino.

Lo que hacemos no lo hacemos en nombre propio, sino en nombre de las comunidades parroquiales de nuestra Unidad Pastoral.

Os pedimos que a la salida recojáis el sobre para la colecta del domingo del Corpus y que colaboréis generosamente para que podamos seguir ayudando a cuantos lo necesiten y llevando esperanza de un futuro mejor para las familias. Mientras haya personas hay esperanza.

Gracias a todos.

DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

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