Sr alcalde, concejales, presidente de la Junta vecinal de
Robledo, feligreses y hermanos todos:
La fiesta del nacimiento de san Juan Bautista nos vuelve a congregar.
El árbol no se seca cuando tiene las raíces bien profundas, resiste fríos y
sequias.
Y este árbol de la fe en nuestra parroquia y de la devoción
al Bautista tiene unas raíces muy hondas, asentadas en los siglos de la
historia de esta comunidad, que siguen dando vitalidad y que producen nuevos
brotes, las nuevas generaciones de Robledo que, con ilusión, recogen las
tradiciones de sus mayores y las dan nueva vida.
Igual que un árbol sin raíces se seca así le pasa a cualquier
comunidad humana, sea una nación o sea un pueblo. Esto no lo digo yo por ser
sacerdote, lo dice cualquiera que sea capaz de observar la realidad tal y como
es. Recientemente he leído dos testimonios que lo certifican: el sociólogo
español Higinio Marín dice que en la sociedad moderna al desaparecer el arraigo
en las tradiciones crecen las adicciones. Y el filósofo coreano Byung-Chul Han,
que ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y
Humanidades 2025, habla del valor de los rituales y las tradiciones para
mantener sana y unida una sociedad.
Hoy esa tradición se hace viva al festejar la memoria de san
Juan Bautista, de quien el mismo Cristo dijo que no hay un hombre nacido de
mujer mayor que él.
Esa grandeza del Bautista la Iglesia la celebra festejando no
solo su martirio como con los otros santos, el 29 de agosto, sino también su
nacimiento en el día de hoy. Solo de Jesucristo, de la Virgen María y de Juan
Bautista se celebra el nacimiento.
Hemos escuchado el relato en el evangelio. Juan nace de
Isabel y Zacarías. No nace como Cristo de una mujer y del Espíritu Santo, pero
su nacimiento es obra de Dios porque Isabel era anciana y humanamente ya no
podía esperar descendencia. Zacarías es sacerdote del templo de Jerusalén y
está oficiando su turno de sacrificios en el templo cuando recibe la noticia traída
por un ángel de que Dios les concederá el anhelado hijo.
Zacarías no cree como María el anuncio del ángel y se queda
mudo hasta su nacimiento. Es el silencio de Zacarías que incluso tiene que
escribir el nombre que desea para el hijo en una tablilla. Poner el nombre al
hijo era función del padre y significaba reconocerlo como de su descendencia;
por eso María no escogió el nombre de Jesús para su hijo, sino que le fue
manifestado porque su Padre Dios ya lo había escogido para él.
Juan es el hebreo Yehohanan que significa “Dios ha sido
misericordioso”. Los nombres para el pueblo de Israel designan la misión que la
persona ha de cumplir, no se eligen por simple gusto como entre nosotros.
Ya antes de nacer Juan será el primer profeta de Jesucristo
como vemos en el relato de la Visitación de María a su prima santa Isabel.
Aunque el niño aún se estaba formando en su seno, ya da saltos de gozo en el
vientre reconociendo que está cerca del Salvador y de su Madre santísima.
Cumplió así lo que dice el profeta Isaías en la primera
lectura de hoy: El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún
estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre.
Esa misión profética que comenzó desde su concepción la
continuará hasta su martirio, preparando a las gentes para el Mesías esperado
como voz que clama en el desierto, como luz que prepara a quien es la verdadera
luz, Cristo, que dice de sí mismo: “Yo soy la luz, el que me sigue no camina en
las tinieblas”.
De san Juan Bautista podemos aprender a ser testigos
valientes de Jesucristo y de su Evangelio. Como san Pablo que, en la segunda
lectura de hoy, anuncia a los judíos que la historia de la salvación se ha cumplido
con Jesús y que ya no deben esperar otro salvador, porque Dios se ha hecho
hombre y todas las promesas han tenido ya cumplimiento en él.
De san Juan Bautista podemos aprender también la humildad de
hacer con alegría lo que nos toca hacer en favor de los demás, sin necesidad de
brillar o de palmadas en la espalda. Cumplir la misión de cada uno cada día y
hacerlo con esmero, con alegría, con la satisfacción de mejorar la vida a los
que tenemos a nuestro lado.
Feliz fiesta de san Juan Bautista. Que esta raíz profunda no
se seque nunca, que dejemos a los niños y jóvenes el testimonio de un pueblo y
de una parroquia unidos, en el que cada uno es aceptado y respetado y, a pesar
de las diferencias que podamos tener, anteponemos lo que nos une a lo que nos
separa.
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