sábado, 10 de julio de 2021

DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (ciclo B)


 COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    El Señor nos ha dicho repetidamente que el Reino de Dios no es una obra humana, sino que es una obra divina en primer lugar. Podemos recordar dos parábolas con las que Jesús subraya esto: es como la semilla que crece de día y de noche sin que el labrador sepa cómo, hasta dar la cosecha de espigas; es como la levadura que el panadero mete en la masa y lo fermenta todo, aunque no sepa explicar el proceso químico que se sigue.

    Efectivamente, ¿Por qué puede llegar alguien a la fe, por qué puede aceptar el Evangelio de Jesús como la Buena Noticia liberadora y cambiar su vida? Es un misterio… ¿Por qué unos tenemos fe y otros no habiendo recibido la misma educación o viviendo en la misma familia? Es un misterio… 

    Pero lo cierto es que el Reino de Dios crece continuamente en nuestro mundo y un día, no sabemos cuándo, será pleno, lo llenará todo.

    Pero, ¡atención!, que sea en primer lugar obra de Dios no significa, ni mucho menos, que no cuente con nosotros, con nuestra colaboración. La Buena Noticia del Evangelio tiene que ser anunciada… para que la semilla crezca, es necesario que haya quien la eche en la tierra, para que la levadura fermente, es necesario que haya quien la mezcle con la masa.

    Jesús ha llamado a sus seguidores más cercanos, es decir, a los Doce y los envía con instrucciones bien precisas acerca de cómo deben ir a predicar por los pueblos y aldeas de aquella Galilea del siglo I. Lo mismo hizo Dios con el profeta Amós: lo llamó y envió a profetizar, aunque no era más que un pastor y cultivador de sicómoros...

    Esta es la vocación de todo bautizado y bautizada. Todo discípulo de Jesús está llamado a ser misionero, está destinado a ser enviado, a ponerse en camino, a compartir con sus hermanos y hermanas una Buena Noticia. Esto exige una respuesta, y también la renuncia a ciertas comodidades y seguridades.

    Por eso Jesús envía a los discípulos solo con lo imprescindible para el camino, están llamados a confiar completamente en el que los envía; es por eso que no necesitan prever muchas cosas para el camino. También hoy nosotros estamos invitados a fiarnos, a creer de verdad que nuestra fe da sentido a la vida, que salva, que sana, y que es lo que las personas, de cualquier edad o mentalidad, más necesitan. Si no estamos convencidos como creyentes de esto, es imposible que demos un testimonio convencido y convincente.

    Según el Evangelio de Marcos, Jesús envía a los Doce con autoridad sobre los espíritus inmundos y ellos salieron a predicar la conversión. No tenemos por qué pensar aquí en exorcismos especiales, como aparecen a veces en los evangelios.

    Convertirse es expulsar, con la ayuda de Dios, esos "espíritus inmundos" que contaminan nuestras relaciones interpersonales y fraternas, nos vuelven indiferentes al sufrimiento del hermano y la hermana, nos vuelven contra los que no son "de los nuestros". Y así podríamos hacer una lista mucho más larga de los valores, actitudes y comportamientos que son contaminadas precisamente por esos "impuros espíritus".

    Echar los demonios y curar forma parte de la misión de los enviados. Jesús les ha dado autoridad para eso. En este mundo atravesado por las muertes y enfermedades a causa de la pandemia, más que nunca se hace necesario el servicio de los discípulos y misioneros que curen diversas enfermedades y conforten a los cansados del camino. El anuncio del Evangelio no es indiferente al sufrimiento del hermano y hermana: curar, consolar, aliviar el dolor, el sufrimiento, el hambre, el frío, la falta de amor, el rechazo, la discriminación....

    Hoy se nos está invitando continuamente a la misión, a dar, testimonio, a ser profetas. Pero todo esto es imposible si no tenemos, en primer lugar, una fe más convencida y personal, si no nos creemos realmente, como dice el apóstol Pablo en la lectura de hoy, que hemos sido elegidos por amor, que Dios nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos, que hemos sido marcados con el Espíritu Santo Prometido… ¿Cómo se lo vamos a anunciar a los demás?

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