jueves, 13 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 GRACIAS A LA CONSTANCIA SALVARÉIS LA VIDA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy es el penúltimo domingo del año litúrgico. Vamos concluyendo la celebración de los misterios de la vida del Señor en el curso de un año, con sus diferentes tiempos, adviento, navidad, cuaresma, pascua, tiempo ordinario, y sus numerosas fiestas y solemnidades.

    Estar ya al final del año cristiano es algo que se nota mucho en estas lecturas de la Palabra de Dios: nos hablan del final de los tiempos y del seguro regreso de Cristo, lleno de gloria, como juez y rey de todo y de todos.

    Puede que en tiempos pasados se abusara de estos mensajes, llamados apocalípticos, para causar miedo, aunque se hiciese buscando un buen propósito: que los cristianos se tomasen más en serio la fe y abandonasen el pecado para volver a Dios.

    Hoy en día, por aquello de que nos movemos como los péndulos de un lado al otro, hemos pasado al extremo contrario: no hablamos, ni predicamos, sobre la muerte, la vida eterna, el juicio, el fin inevitable de lo que existe. Y, así, terminamos creyéndonos incluso los cristianos que estamos aquí para siempre, que lo que existe no tendrá un final. Esto es una falsa confianza de ilusos.

    Algo parecido les pasaba a aquellos a los que habla Jesús. Hoy confiamos ciegamente en la ciencia, en la técnica y la Inteligencia artificial, creyendo que nos resolverán pronto todos los problemas e incluso nos harán inmortales. A los judíos les infundía una confianza ciega el hecho de tener en Jerusalén el templo, la morada de Dios en la tierra. Mientras tuviesen aquel magnífico templo, con su belleza y sus sacrificios a Yahvé día y noche, no había nada que temer para Israel.

    Pues Jesús les dice: “no quedará piedra sobre piedra de este templo”. Porque, aunque sea un templo santo, no deja de ser una obra humana, y todas las obras humanas, antes o después, desaparecen. Todo pasa y solo Dios permanece. Aquel anuncio de la destrucción de su orgullo nacional debía ser un mazazo para los que escuchaban: si el templo desaparecía, las seguridades del pueblo también desaparecían.

    ¿Cuándo sucederá todo eso? Es la pregunta que se han hecho desde siempre los creyentes. Y muchos han engañado con unas fechas u otras; ya Jesús nos previno para que no nos dejásemos engañar por los que dicen venir en su nombre anunciando el fin de todo. Él tampoco le puso fecha. Lo que quiso enseñarnos, en cambio, es cómo afrontar las dificultades que vienen continuamente. Eso nos enseña el evangelio de hoy:

    No tengáis pánico: hoy cunde el pesimismo, flota en el ambiente y llena las conversaciones. Estamos cansados y, muchas veces, agobiados por tantas malas noticias. No tengáis miedo porque estoy con vosotros, dice Jesús. Tenemos que meternos estas palabras en la mente y en el corazón, porque, si no, el pesimismo puede llevarnos a la desesperación y a la depresión.

    Cuando os odien y persigan por mi causa no os dejaré solos: nunca ha sido fácil ser cristiano de verdad, pero en este tiempo parece que es ir a contracorriente de muchos. No estamos solos y el Señor nos dará palabras y sabiduría con las que poder defender el evangelio aun en los peores contextos.

    Os servirá de ocasión para dar testimonio: en las crisis y dificultades es cuando los discípulos de Jesús estamos llamados a dar el mejor testimonio. Cuando la gente parece estar tan perdida, no lo estemos también nosotros: agarrémonos más fuerte que nunca a nuestra fe y ayudaremos a muchos a encontrar respuestas seguras en Dios.

    Perseverad y salvaréis vuestras almas: no seamos veletas, que se mueven según el viento de cada momento. Perseverar es permanecer: sigamos viviendo la fe cristiana que se nos ha anunciado, celebrándola en comunidad, testimoniándola con nuestro modo de vivir… y que piense el mundo lo que quiera.

    Claro que el mundo y lo que conocemos se terminará un día. ¿Cuándo? Solo lo sabe Dios. Lo que nos ha dicho bien claro es cómo debemos actuar en las crisis, las de ahora y las que pueden llegar en el futuro. Sabemos que ese futuro está en las manos providentes de Dios y que, aunque respeta la libertad del hombre para ir construyendo el presente, ha de traer un sol de justicia verdadera que nos iluminará y salvará.

    El fin de la historia será de salvación. Lo más importante es cómo estamos viviendo el tiempo presente que Dios nos concede.

    Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres. No olvidemos que en el juicio por el que debemos pasar será esencial responder si vivimos o no el amor fraterno, si supimos reconocer la presencia de Jesucristo en los pobres y en los que sufren o si, al contrario, permanecimos indiferentes ante ellos.

 


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