miércoles, 5 de noviembre de 2025

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN. DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

 SOIS EL TEMPLO DE DIOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy en todas las parroquias y capillas del mundo se celebra la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán. Fue el primer templo construido por la Iglesia, dedicado a Cristo Salvador, cuando los cristianos dejaron de estar perseguidos y pudieron comenzar a vivir libremente su fe.

    Se la llama la Catedral del Papa, el obispo de Roma, y la madre de todas las iglesias cristianas, por ser la primera y la más importante.

    Las lecturas que nos propone la fiesta litúrgica de hoy son muy interesantes para considerar el significado que tiene el templo para la fe cristiana. El templo es la imagen más repetida en todas las lecturas de hoy.

    El profeta Ezequiel contempla en visión a un hombre, que podría ser Jesucristo, que le va guiando por el Santuario, el Templo, la Casa de Dios entre los hombres. Pero ese templo que contempla, ya no es simplemente el edificio de piedras construido en Jerusalén. Porque de él brotan unas corrientes misteriosas de agua que van dando vida a su paso, que sanan las tierras y los mares que parecían muertos, llenándolos de vida y de vegetación. Los árboles frutales que crecen a las orillas de aquellas aguas del santuario, no se marchitan ni dejan de producir frutos abundantes que alimentan y hojas que curan.

    Es una visión profética, cargada de simbolismo, que nos conduce directamente al evangelio para poder entender su significado. Jesús, antes de la Pascua, sube al templo de Jerusalén para la oración de la fiesta. Pero aquel lugar, que debía ser una casa de oración, para el encuentro con Dios y de los hombres y mujeres entre sí, se ha ido convirtiendo en un lugar de comercio.

    Las monedas se cambian, para no introducir monedas de paganos en el templo, y los animales se venden para los sacrificios que no cesan. Quien puede más compra un buey, quien no tanto una oveja, y quien no puede apenas una simple paloma. Hay negocio, hay lucro, hay desigualdad… precisamente allí, en el lugar más santo de todos, en la casa de Dios en la tierra.

    Jesús derriba, destruye, simbólicamente, todo ese culto sacrificial injusto y adulterado. Y proclama que, en adelante, habría un nuevo templo y un nuevo y definitivo sacrificio. En tres días sería levantado ese nuevo templo sobre las ruinas del antiguo: es el templo de su Cuerpo resucitado que, desde la Pascua, es el único lugar en el que el hombre puede encontrarse con Dios.

    Cristo resucitado es el nuevo templo que Dios construye para los hombres y nadie encuentra de verdad a Dios si no es entrando en ese templo: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Y ya no es necesario derramar la sangre de animales inocentes, porque el sacrificio que nos reconcilia con el Padre Dios ya lo ha realizado Él en la cruz y se renueva sacramentalmente en la Eucaristía.

    San Pablo saca las conclusiones de esta maravillosa novedad: si Cristo es el nuevo Templo de Dios, y nosotros hemos sido incorporados a Él por el bautismo, entonces también nosotros somos el edificio de Dios. Habitados por el Espíritu Santo somos verdadero templo de Dios con Cristo; un templo sagrado, tan sagrado como lo fue el templo de Jerusalén hasta la llegada del Señor.

    “Que cada cual se fije bien de qué manera construye”, nos dice, advirtiéndonos que en este templo no podemos ser piedras muertas, tenemos que ser piedras vivas, aportando todos algo al bien común y a la edificación compartida.

    ¡Qué bien entendieron todo esto los primeros cristianos! Cuando por fin pudieron construir su primera edificación, no se inspiraron en los templos paganos, que eran construcciones vacías que tenían en el centro la imagen de un dios para que viviera allí, ni se inspiraron en el templo judío, concebido para hacer sacrificios de animales y dividido rigurosamente en secciones según la condición de cada uno (judíos, gentiles, hombres, mujeres, sacerdotes, laicos), sino que hicieron una basílica.

    Las basílicas eran unos edificios civiles para las reuniones de los ciudadanos. Y los primeros cristianos pensaron: lo que necesitamos es un edificio donde se reúna toda la comunidad, la Iglesia (que significa asamblea), porque el templo somos nosotros si estamos reunidos en el nombre del Señor y Él está en medio de nosotros.

    En este día de recuerdo de la primera iglesia cristiana, la basílica de san Juan de Letrán, celebramos el día de la Iglesia Diocesana.

    El cuerpo de Cristo que vive en medio del mundo es, en León, nuestra Iglesia Diocesana. Con nuestro obispo Luís Ángel al frente, como sucesor de los apóstoles, en comunión con el Papa, sucesor de Pedro, con todas sus parroquias y, en ellas, las comunidades cristianas que, pastoreadas por un párroco colaborador del Obispo, viven la fe, la esperanza y la caridad. Nuestra misión es compartida: adelantar el Reino de Dios en este mundo hasta que Cristo vuelva y lo haga pleno.

    Feliz día de la Iglesia Diocesana a todos los que queremos ser piedras vivas en el Templo nuevo de Jesucristo.

 

 


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