VENID CONMIGO Y OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES
COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA Dios
escogió y llamó a los profetas en el tiempo de la Antigua Alianza, Jesús escoge
y llama a los apóstoles para la misión del Reino en los tiempos nuevos. La
Palabra de Dios de este domingo nos habla de vocaciones y ya sabemos que la
palabra vocación significa llamada.
Muchas veces se ha usado la palabra vocación para referirse solamente a
la llamada que reciben los consagrados, los religiosos, religiosas y los
sacerdotes. Gracias a Dios, con el tiempo, ha pasado a hablarse más de la
vocación de todos los bautizados, de todo el Pueblo de Dios. La primera y
fundamental llamada de Dios que todos hemos recibido, por igual, es la llamada
del bautismo. Por el bautismo hemos comenzado a ser hijos e hijas de Dios y
hemos entrado a formar parte de la Iglesia, participando de su misión, que es
difundir la Buena Noticia de Jesús en
el mundo.
La vida de un cristiano es siempre una vocación, elija el camino que
elija. Porque el proyecto es el mismo para todos: vivir el Evangelio, ser
discípulos y testigos de Cristo que, en comunidad y nunca solos, lo hacen
presente entre los hombres con su modo diferente de vivir.
Después, ese proyecto podemos realizarlo por caminos diferentes y
complementarios: la consagración religiosa, el sacerdocio o el compromiso
laical con la familia y el trabajo. Pero vocación tenemos todos desde que somos
bautizados, porque todos hemos sido llamados a la misión de construir y
adelantar el Reino de Dios hasta que Cristo vuelva a hacerlo pleno.
Dios que escoge y llama es quien da las fuerzas para la misión a la que
llama. Lo vemos bien en el profeta Isaías y en el apóstol Pablo, que se sienten
completamente indignos de cumplir con su vocación: el profeta, al ser llamado,
dice que es de labios impuros y que habita con un pueblo impuro… ¿Cómo va a
llevar entonces la Palabra de Dios a los demás? Pero siente que Dios le toca
con un ascua la boca y se la purifica, la hace capaz de comunicar su mensaje.
¿Qué decir de Pablo? Si era perseguidor de los cristianos, los
encarcelaba y torturaba porque los consideraba enemigos de la religión de
Israel… ¿puede ahora pasar a ser apóstol? Sí, porque el mismo Jesucristo le ha
elegido, le ha transformado cuando iba en el camino hacia Damasco y le ha
confiado la misión. Por eso puede decir: no porque alguien me lo haya pedido ni
porque yo lo haya elegido… “por la gracia de Dios soy lo que soy, apóstol de
Jesucristo”.
Jesús no escoge a sus apóstoles porque sean los más listos, los más preparados
o los más carismáticos. Para eso podía haber ido a llamarles a las sinagogas,
donde se formaban los expertos en las Escrituras y en la ley religiosa. Ni
siquiera escoge a los más santos, a los más perfectos, a los irreprochables…
para eso, seguramente, se hubiera fijado en otros.
Llama a los pescadores que están enfadados y frustrados por la dureza de
su vida y por el poco fruto de tanto trabajar en la noche, pescando en el lago.
Escoge a Pedro, que se siente pecador, y que le demostrará, con el tiempo, que
es testarudo e incluso violento. Y a Santiago y a Juan, a los que llamará
“hijos del trueno” por lo impulsivos que son, y que ambicionan puestos de poder
en el Reino de Dios, sin entender de qué va realmente.
Y les llama a que dejen las redes y se hagan pescadores de hombres con
él. Pescar hombres no para aprisionarles, sino para liberarles, no para
destruirles, sino para sanarles y salvarles.
Y les da una lección desde el principio: solo si se fían de Jesús y de su
Palabra puede dar frutos la misión del Reino de Dios. Eso significa realmente
la pesca milagrosa que el evangelista Lucas sitúa precisamente en el momento de
la llamada de los apóstoles. Cuando pescan fiados de sus propios conocimientos
no logran nada, redes vacías, pero cuando confían de verdad en Jesús y hacen lo
que les pide, aunque no lo entiendan, la red se llena a rebosar de peces.
La fuerza y la ilusión por vivir como cristianos, y dar testimonio de
Jesús, la recobramos en este encuentro dominical como comunidad. ¡Qué
importante es que acudamos aquí, a este encuentro con el Señor resucitado!
Hoy
celebramos la campaña de Manos Unidas, que nos recuerda que “Compartir es
nuestra mayor riqueza”. Cuando compartimos de lo que tenemos no nos
empobrecemos, nos enriquecemos, compartir nos hace mejores y más felices. Damos
gracias a Dios por todo el bien que Manos Unidas hace entre los más pobres de
la tierra, apoyando los proyectos de los misioneros. Oramos por ellos y
compartimos generosamente de nuestros bienes.
Dios
escogió y llamó a los profetas en el tiempo de la Antigua Alianza, Jesús escoge
y llama a los apóstoles para la misión del Reino en los tiempos nuevos. La
Palabra de Dios de este domingo nos habla de vocaciones y ya sabemos que la
palabra vocación significa llamada.
Muchas veces se ha usado la palabra vocación para referirse solamente a
la llamada que reciben los consagrados, los religiosos, religiosas y los
sacerdotes. Gracias a Dios, con el tiempo, ha pasado a hablarse más de la
vocación de todos los bautizados, de todo el Pueblo de Dios. La primera y
fundamental llamada de Dios que todos hemos recibido, por igual, es la llamada
del bautismo. Por el bautismo hemos comenzado a ser hijos e hijas de Dios y
hemos entrado a formar parte de la Iglesia, participando de su misión, que es
difundir la Buena Noticia de Jesús en
el mundo.
La vida de un cristiano es siempre una vocación, elija el camino que
elija. Porque el proyecto es el mismo para todos: vivir el Evangelio, ser
discípulos y testigos de Cristo que, en comunidad y nunca solos, lo hacen
presente entre los hombres con su modo diferente de vivir.
Después, ese proyecto podemos realizarlo por caminos diferentes y
complementarios: la consagración religiosa, el sacerdocio o el compromiso
laical con la familia y el trabajo. Pero vocación tenemos todos desde que somos
bautizados, porque todos hemos sido llamados a la misión de construir y
adelantar el Reino de Dios hasta que Cristo vuelva a hacerlo pleno.
Dios que escoge y llama es quien da las fuerzas para la misión a la que
llama. Lo vemos bien en el profeta Isaías y en el apóstol Pablo, que se sienten
completamente indignos de cumplir con su vocación: el profeta, al ser llamado,
dice que es de labios impuros y que habita con un pueblo impuro… ¿Cómo va a
llevar entonces la Palabra de Dios a los demás? Pero siente que Dios le toca
con un ascua la boca y se la purifica, la hace capaz de comunicar su mensaje.
¿Qué decir de Pablo? Si era perseguidor de los cristianos, los
encarcelaba y torturaba porque los consideraba enemigos de la religión de
Israel… ¿puede ahora pasar a ser apóstol? Sí, porque el mismo Jesucristo le ha
elegido, le ha transformado cuando iba en el camino hacia Damasco y le ha
confiado la misión. Por eso puede decir: no porque alguien me lo haya pedido ni
porque yo lo haya elegido… “por la gracia de Dios soy lo que soy, apóstol de
Jesucristo”.
Jesús no escoge a sus apóstoles porque sean los más listos, los más preparados
o los más carismáticos. Para eso podía haber ido a llamarles a las sinagogas,
donde se formaban los expertos en las Escrituras y en la ley religiosa. Ni
siquiera escoge a los más santos, a los más perfectos, a los irreprochables…
para eso, seguramente, se hubiera fijado en otros.
Llama a los pescadores que están enfadados y frustrados por la dureza de
su vida y por el poco fruto de tanto trabajar en la noche, pescando en el lago.
Escoge a Pedro, que se siente pecador, y que le demostrará, con el tiempo, que
es testarudo e incluso violento. Y a Santiago y a Juan, a los que llamará
“hijos del trueno” por lo impulsivos que son, y que ambicionan puestos de poder
en el Reino de Dios, sin entender de qué va realmente.
Y les llama a que dejen las redes y se hagan pescadores de hombres con
él. Pescar hombres no para aprisionarles, sino para liberarles, no para
destruirles, sino para sanarles y salvarles.
Y les da una lección desde el principio: solo si se fían de Jesús y de su
Palabra puede dar frutos la misión del Reino de Dios. Eso significa realmente
la pesca milagrosa que el evangelista Lucas sitúa precisamente en el momento de
la llamada de los apóstoles. Cuando pescan fiados de sus propios conocimientos
no logran nada, redes vacías, pero cuando confían de verdad en Jesús y hacen lo
que les pide, aunque no lo entiendan, la red se llena a rebosar de peces.
La fuerza y la ilusión por vivir como cristianos, y dar testimonio de
Jesús, la recobramos en este encuentro dominical como comunidad. ¡Qué
importante es que acudamos aquí, a este encuentro con el Señor resucitado!
Hoy
celebramos la campaña de Manos Unidas, que nos recuerda que “Compartir es
nuestra mayor riqueza”. Cuando compartimos de lo que tenemos no nos
empobrecemos, nos enriquecemos, compartir nos hace mejores y más felices. Damos
gracias a Dios por todo el bien que Manos Unidas hace entre los más pobres de
la tierra, apoyando los proyectos de los misioneros. Oramos por ellos y
compartimos generosamente de nuestros bienes.
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