viernes, 18 de julio de 2025

DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 MARÍA HA ESCOGIDO LA MEJOR PARTE


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    El verano suele ser, para la mayoría de nosotros, un tiempo distinto al resto del año. Y no solo por el calor, que parece ser el tema más común de conversación, sino porque cambiamos el ritmo del curso, hacemos cosas diferentes, nos relacionamos con más tiempo y calma con los demás, dedicamos tiempo al ocio y al descanso.

    Las lecturas de este domingo decimosexto nos iluminan para vivir, como cristianos, este tiempo diferente del verano. Hay dos palabras clave para el día de hoy: la Hospitalidad y la Escucha.

    La primera de ellas, la Hospitalidad, aparece tanto en la primera lectura, tomada del libro del Génesis, como en el evangelio. Aparece Abraham, al que el pueblo israelita considera el Padre en la fe, sentado junto a la puerta de su tienda, en el desierto. Allí ve, caminando bajo un calor aplastante, en el que poco tiempo puede sobrevivir el ser humano, tres hombres caminando. Poco antes, Abraham y Sara habían recibido el anuncio de Dios de que tendrían un hijo en su ancianidad, la mayor bendición que deseaban.

    El texto no dice explícitamente si Abraham reconoció la visita de Dios en aquellos tres peregrinos misteriosos, pero es muy probable que así fuera, por cómo les recibe: se postra ante ellos, les llama Señor mío y, a toda prisa, prepara para ellos el mejor festín que podía ofrecerles en su pobreza. La tradición ha visto en este encuentro la primera manifestación que aparece en la Biblia de Dios como Trinidad. ¿Por qué si no Abraham les llama “Señor mío” cuando son realmente tres los personajes?

    Abraham abre su casa, su vida, a aquellos peregrinos del desierto y, como recompensa, Dios les bendice, confirmando que su esposa Sara tendrá el anhelado hijo que les permitirá la continuidad de su tribu.

    La hospitalidad aparece también en el evangelio, en el que el Señor Jesús es acogido en la casa de sus buenos amigos: Lázaro, Marta y María. Para los que creen que Jesús era un hombre desapegado de todo y de todos, al estilo de Juan Bautista, este texto dice, claramente, lo contrario.

    Jesús era plenamente hombre y, como nosotros, disfrutaba de la hospitalidad y de la amistad. Como solemos decir: “Quería y se dejaba querer”. Y, cuando era invitado, entraba en las casas y disfrutaba con lo que se le ofrecía agradeciendo todo; incluso se saltaba, para ello, los rígidos tabúes de la época, que no verían con buenos ojos que un maestro religioso entrase en casa de dos mujeres.

    A Jesús le importan las personas, no los prejuicios sociales; quiere a sus amigos y perdona a sus enemigos, vive con la conciencia limpia de estar siempre cumpliendo la voluntad del Padre Dios, extendiendo el Reino con sus palabras y sus acciones.

    ¡Qué importante es la Hospitalidad para un cristiano! Tanto hacerla como recibirla… En el tiempo de las vacaciones tenemos ocasión de recibir y de visitar a familiares, a vecinos y a amigos. A veces estas visitas nos rompen nuestros ritmos o nos obligan a cambiar nuestros planes, por lo que podemos caer en la tentación de recibir de cualquier forma, hasta de mala gana, a los huéspedes, en vez de hacerlo como Abraham, como Marta y María, con cariño, con paciencia, con caridad y comprensión.

    Si miramos estos momentos de hospitalidad desde la fe, recibir a un huésped es recibir a Dios en nuestra casa, porque todos somos presencia de Dios los unos para con los otros, incluso a pesar de las molestias o trastornos que nos causen. Por eso debemos ser acogedores y hospitalarios, reconociendo la presencia de Dios en el hermano.

    La segunda palabra es la Escucha, porque en la escena evangélica Marta recibe una reprimenda cariñosa de Jesús, ya que se dedica a muchas cosas para que no le falte de nada al ilustre invitado, pero no se ha parado a escucharle. Jesús no es un huésped exigente, no busca manjares suculentos ni comodidades; él mismo dijo que no había venido a ser servido, sino a servir. Y está sirviendo su Palabra de vida a las dos hermanas, pero Marta se dedica a hacer tantas cosas que ni le escucha.

    Ahora que tenemos más tiempo libre, que no nos vemos tan atados por las rutinas de los trabajos, ¿encontramos tiempo para escuchar la Palabra de Dios? 

Entre tantas palabras y ruidos que nos llenan a lo largo del día, conversaciones, wasaps, televisión… ¿no podríamos dedicar un momento de silencio del día a pararnos como María para escuchar al Maestro, por ejemplo, leyendo el evangelio del día?

 


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