A DIOS LO QUE ES DE DIOS
COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
Las tres parábolas que Jesús dirige a las autoridades
religiosas de Israel, que hemos escuchado en los tres domingos anteriores, son
aldabonazos fuertes, llamadas de atención poderosas que no les dejó
indiferentes: los dos hijos, los viñadores malvados y el banquete.
Jesús al hablarles así, a ellos cuya autoridad moral y política nadie se atrevía a cuestionar, pone en crisis el sistema que les sostiene y beneficia. Las crisis no son necesariamente malas, porque pueden remover y transformar situaciones que no son buenas.
Cuando Jesús dice “No he
venido a traer paz, sino división”, se está refiriendo a esto precisamente. Hay
situaciones de injusticia, de opresión, de muerte, que deben ser puestas en
crisis si se quiere que surja algo nuevo y mejor.
También los cristianos deberíamos ser una fuerza en el mundo
que ponga en crisis situaciones que, no por ser normales, son buenas. Pensemos,
como ejemplo, en la terrible desigualdad de nuestro mundo, en el que millones
de personas no tienen lo mínimo para vivir mientras en nuestro mundo
desarrollado se destruyen alimentos en stock para que no decaigan los precios. Es
normal, pero ¿es justo? ¿No deben ser puestas en crisis muchas situaciones si
queremos un mundo según la voluntad de Dios?
Hoy que celebramos el domingo del Domund tenemos presentes a
nuestros misioneros. Si se conformaran con cómo está nuestro mundo se quedarían
en sus casas, disfrutando de comodidades y sin exponer su vida. Pero el
evangelio les ha hecho ir allí donde el Señor no es conocido o donde las
condiciones de vida de las personas tienen que ser dignificadas.
El lema de este año, que se inspira en el pasaje de Emaús
expresa bien la vocación de los misioneros: “Corazones ardientes, pies en
camino”. Con el corazón ardiendo por el encuentro con Jesús sus pies se han
puesto en camino hacia los hermanos, llevándoles lejos de su patria.
Como Jesús les desestabiliza, los fariseos y los herodianos,
que eran enemigos acérrimos, hacen frente común contra Jesús. Le tienden una
trampa de la que no parece sencillo que salga libre: si contesta que se debe
pagar el tributo al emperador opresor del pueblo le acusarán de
colaboracionista y traidor ante la gente, si contesta que no se debe pagar, le
acusarán de enemigo del orden y revolucionario.
La respuesta de Jesús surge de la sabiduría de Dios. “A Dios
lo que es de Dios y al César lo que es del César”. ¿Qué imagen lleva grabada la
moneda? La del emperador, luego dádsela a él, que deberá responder ante Dios,
como todo gobernante, por lo que haya hecho con el pueblo al que debe servir. Ciro,
el rey de Persia, que aparece en la primera lectura, sin ser israelita era un
rey justo, que permitíó la vuelta de los exiliados y fue humano con ellos; por
eso se le llama Ungido, que es lo que significa Mesías. Hay gobernantes buenos
y malos; oremos por todos, para que desempeñen rectamente su misión.
¿Qué imagen lleva cada hombre y mujer impresa? La imagen de
Dios, porque dice el relato del Génesis que estamos creados a su imagen y
semejanza. Luego el hombre, cada uno de nosotros se debe a Dios y a nadie más.
No somos propiedad de nada ni de nadie, le pertenecemos
solamente a Dios. ¿Le doy a Dios lo que es de Dios? Es decir, ¿me doy a mí
mismo, viviendo como hijo suyo, libre y digno? ¿O sirvo a otros diosecillos
falsos que me quitan la libertad y la dignidad?
De la palabra de Dios de este domingo surgen enseñanzas
importantes, como cada domingo:
No podemos ser conformistas con las situaciones que no están
bien a nuestro alrededor, que no son según el evangelio. Como Jesús debemos ser
profetas, testigos de otro modo de vivir, aunque nos parezca que nada va a
cambiar.
Vivimos en el mundo y vivimos en sociedad; si alguien está
obligado a ser honrados, leales, rectos, buenos ciudadanos somos los discípulos
de Jesús.
Llevamos la imagen de Dios impresa en nosotros y, por eso,
nos debemos por completo a Dios. A Dios no le podemos dar las migajas de
nuestro tiempo, lo que nos sobra de amor y de atención. “Amarás a Dios sobre
todo” es el primero de los mandamientos, y este evangelio también nos lo
recuerda.
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