martes, 29 de septiembre de 2020

San Miguel Arcángel, intercesor por nosotros

 

Imagen de San Miguel Arcángel en Castrillino

HOMILÍA DE LA FIESTA (29 de septiembre):

Queridos hermanos todos y vecinos del pueblo de Castrillino:

 La Eucaristía es siempre una acción de gracias. Ante todo, damos gracias al Padre por el sacrificio redentor de Jesucristo su Hijo, que, cargado con nuestros pecados por amor, nos ha reconciliado con Dios y nos ha abierto las puertas de la vida de gracia.

También cada uno de nosotros, y como comunidad cristiana, llevamos al altar nuestra propia acción de gracias por tantos dones y bendiciones que, inmerecidamente, recibimos de Dios cada día: la salud, hoy tan amenazada, la familia, la amistad, el trabajo, el pan que tenemos sobre la mesa...

Demos gracias hoy, de un modo especial, por esta oportunidad de encontrarnos y celebrar la fe. Podíamos no habernos encontrado, ya vemos cuanto tiempo estuvimos sin reunirnos, sin poder tener la Santa Misa... hemos vivido todos, de un modo u otro, la soledad, el miedo, la incertidumbre ante el futuro. Por eso, tendríamos que ser muy brutos y desagradecidos si hoy no damos gracias a Dios por poder celebrar este día de fiesta, aunque sea de un modo tan particular.

Permitidme compartiros lo que considero que deben ser dos actitudes importantes ante la situación presente de dolor y miedo por la pandemia.

En primer lugar, os diría que la ESPERANZA... la esperanza que brota de la fe no es un optimismo bobalicón del que mete la cabeza debajo de la tierra, se aísla del mundo y se repite que todo va bien… mientras a él le vaya bien. La esperanza, que es una de la tres grandes virtudes de los creyentes, nace de estar convencidos de que Dios no nos ha dejado ni nos va a dejar, que no vamos a afrontar los males sin su compañía y protección. Dios es más fuerte que los males, sean los que sean, e igual que ha vencido otros, también vencerá este del presente.

En segundo lugar, la actitud de la CONFIANZA... sabemos que nada ocurre si Dios no lo permite, aunque no desee nuestro mal. Y si esto está ocurriendo es porque de ello saldrá un bien mayor. De las dificultades podemos salir reafirmados, con una fe mayor y más confianza en su providencia; a lo mejor aprendemos que estábamos equivocados, que andábamos sendas erradas, que del egoísmo y el materialismo que nos dominaban nada bueno íbamos a sacar.

El pueblo de Israel aprendió más y creció más como pueblo en el desierto que en la tierra prometida.

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles, que en la Biblia son poderosos mensajeros de Dios y defensores contra Satanás. En la lectura del Apocalipsis, que hoy hemos leído, aparece la visión celeste que tiene san Juan: una batalla cruenta entre las fuerzas de Dios encabezadas por Miguel y las fuerzas del mal encabezadas por Satán.

Esto del demonio no es una cosa de antes ni un argumento de película, es algo muy real. Es muy real que el poder del mal busca nuestra ruina y perdición. Mientras que Dios lo que busca siempre es nuestra felicidad y plenitud como hijos suyos, el Satán busca siempre lo contrario por envidia de Dios y odio a los hombres creados a imagen de Dios, como ángel caído que es.

Y lo busca por medio del engaño, porque es más débil que Dios y padre de la mentira, como le llama Jesús. Si se presentase a nosotros como el mal que es lo rechazaríamos, porque nadie quiere su propio mal… lo que hace es mentirnos como a Adán y a Eva en el Paraíso: sin Dios seréis dioses… la fe os esclaviza… Dios os quiere niños, medio-hombres y medio-mujeres… no os hace falta la fe.

Y, ¿cómo se le puede vencer? El mismo Apocalipsis lo dice: los justos vencen con la sangre del Cordero, Cristo. Si vivimos unidos a Jesús, intentando seguirle, vivir según su Palabra, unidos a su Iglesia con la oración y los sacramentos, el demonio no puede más que tentarnos. Y hoy la tentación puede ser también quitarnos la alegría de vivir, la paz, haciéndonos desesperar en esta situación de pandemia que nos tiene acongojados.

Confiemos en Dios y en estos santos ángeles suyos que nos ha puesto como compañeros del camino de la vida. Creamos que el amor de Dios por nosotros nunca va a acabarse y que no dejará de cuidarnos. Y que san Miguel, poderoso defensor de la Iglesia, interceda por nosotros y por todos. ASÍ SEA.,


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