TRATAD DE ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA
COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
Continuamos
haciendo camino con los apóstoles y discípulos que acompañan al Maestro. Mientras
camina hacia Jerusalén, pasa por las aldeas y ciudades enseñando. En esta
celebración del domingo también nos enseña con paciencia y, con amor, se hace
alimento de vida para sostenernos en el camino.
Los
domingos pasados nos enseñaba dos actitudes necesarias para el discipulado,
para el seguimiento: la vigilancia y la fortaleza. No es tan sencillo hacer del
Evangelio de Jesús la guía de nuestra vida; continuamente debemos revisar cómo
estamos y preguntarnos si no estaremos haciendo una fe y un seguimiento
adaptado a nuestro criterio y a la ley del mínimo esfuerzo.
¿Serán
pocos o muchos los que se salven? Esta es la pregunta que está como trasfondo
del mensaje de las lecturas. Es cierto que esta cuestión de la salvación, que
tanto ocupó y preocupó a los seres humanos en el pasado, hoy no es una pregunta
que parezca actual.
Hoy
hablamos de bienestar, de calidad de vida, de salud integral… pero casi nadie
habla de salvación y de vida eterna. Sin embargo, no debemos olvidar esta
cuestión de radical importancia. En realidad, es la más importante de todas las
que debemos plantearnos: ¿qué nos espera después de esta vida que se nos va
pasando tan deprisa?
Si a la
sociedad en general no le preocupa, a nosotros, los creyentes, nos debe
preocupar. Preocupar no significa angustiar, porque en el pasado este tema fue,
tantas veces, motivo de angustias y terrores.
¿Qué nos
dice la Palabra de Dios en este domingo acerca de la salvación? En primer
lugar, que Dios quiere la salvación y la vida plena de todos sus hijos. Y no
solo la de unos pocos, por pertenecer a este pueblo de Israel o a aquel grupo
religioso. La llamada e invitación de Dios a la salvación, a la plenitud de la
vida que vence a la muerte, es universal.
Es lo que
expresa el profeta Isaías con esa visión de los distintos pueblos de la tierra
llegando al monte santo y al templo de Jerusalén. Para los hebreos el templo
era el lugar más santo de la tierra, y solo podían entrar en él los escogidos
del pueblo; sin embargo, el deseo de Dios es que a él vayan todas las naciones
de la tierra, pues también en ellas Dios suscita sacerdotes y levitas,
servidores suyos.
Aquel que
preguntó a Jesús “¿Señor, son pocos los que se salvan?”, es posible que tuviese
la visión nacionalista y excluyente de la salvación propia de los israelitas.
Jesús no participa de ella y por ello predicó a todos, a judíos y a
samaritanos, y realizó signos de salvación y liberación en beneficio de los
judíos y de los paganos.
Jesús ni
siquiera entra en la cuestión del número, puesto que eso es algo que solo
conoce la mente del Padre todopoderoso. La verdadera cuestión no debe ser
“cuantos se salvan”, sino si yo estaré entre los que se salvan. “Esforzaos en
entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no
podrán”.
La puerta
del Evangelio de Jesucristo es estrecha, porque no es tan sencillo seguirlo con
coherencia cuando nos pide perdonar de corazón, amar a Dios sobre todo, amar al
prójimo como a uno mismo… podemos caer en una falsa seguridad porque ya somos
cristianos y estamos en la Iglesia, porque ya practicamos más o menos bien. Y,
así, dejamos de esforzarnos por vivir el Evangelio y cumplir los mandamientos.
El mensaje
de Jesús invita a revivir la fe y tomarse en serio el compromiso de vivir como
bautizados. No os acomodéis ni caigáis en una falsa seguridad que amodorra…
¡Velad y esforzaos!
Quizás nos
parece lejano el día en que tengamos que presentar a Dios nuestra vida para
pasar ese examen definitivo del amor, pero ya sabemos lo que dice Jesús a aquel
que se construyó un granero pensando que le aseguraría muchos años de vida. Le
llamo “necio”, que significa el que no sabe, el que vive con los ojos cerrados…
No
queremos ser de esos que se quedan fuera del banquete, aunque aseguran haber
escuchado muchas veces las enseñanzas del Señor y haber comido y bebido muchas
veces con él.
“Fortaleced
las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, caminad por la senda
llana”, nos dice la segunda lectura. Sigamos adelante, con la gracia de Dios y
la oración de los hermanos, unos por otros, en el camino de la fe. Sin
dormirnos, sin confiarnos, sin amodorrarnos.
Lo que
Dios nos tiene preparado es lo más grande, bueno y bello que podamos imaginar,
aquello para lo que fuimos creados. Por ello, nos tomamos en serio durante toda
la semana la petición de Jesús: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”

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