CAMINEMOS JUNTOS EN LA CUARESMA
Hoy celebramos el domingo primero de la Cuaresma, con el que
comenzamos el camino cristiano hacia la Pascua. La Pascua es la meta, el centro
de nuestra fe, y la Cuaresma es el camino de cuarenta días que debemos recorrer,
con seriedad y compromiso, hacia ella.
El evangelio del primer domingo es siempre el relato de las tentaciones
de Jesús en el desierto. Es como si en este domingo se nos dijera: si quieres
que la cuaresma sea un verdadero tiempo de conversión, aquí tienes claro lo que
debes vencer en ti y como Cristo lo venció.
Después de ser bautizado en el rio Jordán por Juan, Jesús va
al desierto. O mejor dicho, según el evangelista Lucas, el Espíritu Santo, que
lo llenó en el bautismo, lo conduce al desierto y lo va llevando por él.
El Padre Dios quiere que su hijo Jesús viva a fondo esta
experiencia de desierto; el desierto en la Biblia es lugar de muerte y soledad,
pero también es lugar de encuentro con Dios en la ausencia total de personas y
de cosas. En el desierto uno se encuentra solo, ante sí mismo y ante Dios, y no
caben distracciones ni escapatorias.
La experiencia del desierto fue muy importante para constituir
al pueblo de Israel, que pasó nada menos que cuarenta años peregrinando por él
hasta alcanzar la tierra prometida.
La primera lectura de hoy nos remite a esa vivencia: Moisés,
en nombre de todo el pueblo, recuerda su historia. El Señor les sacó de la
esclavitud de Egipto porque se apiadó de sus clamores, les rescató y les
condujo por el desierto hasta la tierra prometida. Por eso, dice Moisés, es
necesario ser agradecidos, ofrecer las primicias de los frutos del suelo, darle
gracias siempre.
Jesús es verdaderamente hombre, porque la encarnación del
Hijo de Dios no es ponerse un disfraz de hombre; realmente Dios se hace hombre
en Jesús de Nazaret.
Y por eso comparte también nuestras tentaciones de hombres:
convertir en pan las piedras para dejar de tener hambre y necesidades, dominar
a pueblos y hombres de la tierra, en lugar de servir y predicar con humildad la
Buena Noticia, ser rescatado de todo peligro incluso al tirarse de lo alto, en
lugar de afrontar los riesgos y sufrimientos que tenemos los seres humanos por
el hecho de vivir una vida tan frágil.
Tentaciones de materialismo, de poder, de dominio, de usar a
Dios en beneficio propio. Tentaciones completamente humanas son las que tiene
que enfrentar Jesús.
Pero, yendo un poco más a lo profundo, las tres se condensan
en una. El demonio siempre le tienta diciendo “Si eres Hijo de Dios…” usa esa
condición en tu propio beneficio: ten todo, domina todo, evita todos los
riesgos y molestias de ser hombre de verdad, frágil y mortal…
No es casualidad que estas tentaciones aparezcan en la vida
de Jesús con tanta fuerza precisamente cuando va a comenzar su vida pública. El
enemigo de Dios y de los hombres, el demonio, quiere torcer y corromper, desde
el principio, el proyecto que Dios ha encomendado a su Hijo Jesús: salvarnos
haciéndose uno de nosotros hasta el fondo, vivir como un hombre más, padecer
como un pobre más, fracasar y ser rechazado como nos pasa, tantas veces, a los
hombres. Busca que Jesús no realice su misión del Reino desde la humildad y
desde el servicio, el camino que él quiere escoger y que el Padre le ha
encomendado.
Es muy importante para nosotros ver cómo Jesús venció estas
tentaciones tan humanas, tan nuestras. Adán y Eva en el paraíso, cuando son
tentados por el demonio, intentan dialogar con él y terminan engañados, pero
Jesús no entra en ese diálogo con el mentiroso. Lo rechaza firmemente con la
Palabra de Dios.
A cada tentación, Jesús responde con la Palabra de Dios: “No
solo de pan vive el hombre”, “Al Señor Dios adorarás y a él solo darás culto”,
“No tentarás al Señor tu Dios”. Son tres
frases tomadas del Antiguo Testamento, de la Palabra que Jesús llevaba siempre
en la mente y en el corazón.
Así tenemos que responder nosotros a la tentación del mal, con
la fuerza de la Palabra de Dios. Como nos dice la segunda lectura, de la Carta
a los romanos, “La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el
corazón”.
Emprendamos con ilusión este camino cuaresmal. Caminemos juntos en esperanza, como nos invita
a hacer el Papa Francisco en su mensaje para esta cuaresma 2025. Con otros,
nunca solos, como pueblo de Dios, caminando hacia la meta de todos, la
esperanza que no defrauda.
No es un tiempo triste ni oscuro, porque siempre es una
alegría experimentar el amor y el perdón de Dios y ser renovados y mejorados. Jesús ha vencido la tentación y ha
seguido la voluntad del Padre. Nos ha enseñado cómo podemos hacerlo también
nosotros.
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