Carta de Mons. D. Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F. Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas:
Recorrer el camino cuaresmal con los hermanos y hermanas tiene alicientes que nos pueden impulsar a emprender esta andadura de fe hacia la Pascua. Para atravesar el desierto, como nos explica el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma —“A través del desierto Dios nos guía a la libertad”—, nos ayudará hacerlo sinodalmente con el fin de alcanzar la libertad que nos da el Crucificado-Resucitado a precio de su sangre y de su vida nueva y eterna.
El papa Francisco nos recuerda en esta Cuaresma que la llamada a la libertad es vigorosa y llega a madurar durante el camino. Quizá debemos preguntarnos si hemos escuchado esta llamada; si queremos escucharla; si, para estar atentos a su grito de liberación, estamos dispuestos a dejar las ataduras de la esclavitud; si comprendemos que el recorrido cuaresmal por el desierto hacia la libertad ha de ser por amor.
«La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17)». Asociamos acertadamente la Cuaresma a la conversión y esto supone volver al primer amor. Y volver al primer amor es volver a enamorarse de Dios con una generosa entrega que tiende a la plenitud.
La conversión también nos conduce a la autenticidad, que se encuentra unida a la libertad, para lo cual debemos desprendernos de las envolturas de la apariencia, tan extendidas en estos tiempos, que no son sino formas de esclavitud y egocentrismo. No es extraña una lucha sin cuartel entre la apariencia y la autenticidad, la misma que se libra entre la esclavitud y la libertad, entre el egoísmo y el amor.
Nuestra oración, nuestro ayuno y nuestra limosna en esta Cuaresma han de ser puentes hacia el desierto en el que se halla nuestro primer amor: allí podremos enamorarnos o volvernos a enamorar de Dios. ¡Qué grande y hermoso es vivir enamorados de Dios! Es verdad que podemos huir de esos puentes hacia el amor de Dios pactando con la mediocridad, la superficialidad, la indiferencia y todo lo propio del hombre viejo. Pero si optamos por ser huidizos, nos acompañará la acedia que produce debilidad en tanto que nos mantiene lejos del amor, lejos de Dios.
Volver al amor de Dios nos dará la libertad y la luz que hacen falta para vivir una vida cristiana más auténtica, como hombres y mujeres de paz, de Evangelio, de servicio generoso a los demás en entrega por amor como Cristo Jesús. Hombres y mujeres que tienen presentes y están al lado de tantos hermanos y hermanas que sufren las guerras, que son víctimas de la violencia y la opresión, que viven en la soledad no deseada, que no consiguen trabajo o un empleo decente, que no tienen lo necesario para vivir dignamente, que reivindican mejoras para la agricultura, que luchan por un mundo nuevo según el sueño del Salvador.
Comencemos a recorrer el camino cuaresmal de 2024 por amor, recordando que «antes de la fiesta de la Pascua, […] habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Se nos presenta la oportunidad de hacer vida esta “Cuaresma por Amor”, un amor auténtico y único. Quien nos ha amado hasta el extremo nos inunda el corazón con su amor para llegar a dar frutos de amor en una Pascua que ya debemos desear comer ardientemente con Él (cf. Lc 22,15).
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F.
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