viernes, 16 de febrero de 2024

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (B)

 NO TENTARÁS AL SEÑOR, TU DIOS

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    ¡Qué imagen tan potente la de Jesús en el desierto, con la que comienza cada año el camino cuaresmal! 

    El evangelio nos dice bien a las claras que él no va al desierto a hacer turismo ni a buscar la soledad lejos del alboroto de las aldeas; es Dios quien quiere que Jesús viva esa experiencia tan intensa de 40 días: el Espíritu Santo empujó a Jesús al desierto.

    El mismo Espíritu Santo que se había manifestado recientemente sobre él, ungiéndole en el bautismo del Jordán y declarándole así como el Mesías esperado, le lleva ahora a la experiencia del desierto. El desierto es un lugar muy especial para el pueblo israelita: no solo porque viven rodeados de él, sino porque, además, vivieron un camino de desierto durante cuarenta años. 

    En ese desierto hostil y amenazante, en el que no hay ninguna seguridad humana, Israel aprendió, con dificultades, a poner toda su confianza en Dios, hizo con Yahvé una alianza y recibió los diez mandamientos como norma del pacto.

    Jesús va a hacer con la humanidad, no solamente con Israel, una nueva alianza, la que sellará con su vida entregada y su sangre derramada. Va dar un nuevo mandamiento, la ley del amor fraterno, y va a fundar un nuevo Israel, la Iglesia. Por eso, el desierto es su punto de partida para el proyecto del Reino de Dios.

    El evangelista Marcos, que leemos este año, es mucho más parco que los otros tres y no nos dice en qué consisten las tres tentaciones de Jesús. Solo nos dice que es tentado, pero con los relatos de los otros sabemos que el diablo le presenta las tentaciones del materialismo (piedras que se hacen pan), el poder (ser recogido por ángeles) y la idolatría (adorar a otro que no es Dios). El enemigo intenta torcer, antes de que dé comienzo, la misión de Jesús, para que no realice la voluntad del Padre, sino la suya propia.

    Si Dios nos envía a su Hijo igual en todo a nosotros menos en el pecado, también debía experimentar las tentaciones de cualquier ser humano. Jesús responde a cada envite del maligno con la Palabra de Dios, que lleva permanentemente en la mente y en el corazón.

    Nos está enseñando cómo podemos vencer las tentaciones que quieren apartarnos de la senda recta: “Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu Alianza”. ¿Cómo respondo yo a la tentación? ¿Me entrego a ella sin lucha alguna porque me siento completamente débil o me opongo con la Palabra de Dios y la fuerza que me da la oración?

    En la primera lectura, del libro del Génesis, y en la segunda lectura, del apóstol san Pablo, se habla del agua y del bautismo. El bautismo está muy presente en el tiempo cuaresmal, porque tradicionalmente era el tiempo más intenso de preparación de los que iban a recibir el bautismo, y porque a nosotros nos prepara para renovar nuestro bautismo en la Pascua.

    Igual que el diluvio, pero de un modo más pleno, el agua del Bautismo trae un nuevo comienzo a la vida humana. No es una simple purificación o limpieza, dice san Pablo, sino que su fuerza viene de la resurrección de Cristo y nos ha hecho renacer con una vida nueva de hijos e hijas amados de Dios. La Cuaresma cobra todo su sentido cuando, al final de este itinerario, se vislumbra la Pascua, en la que renovamos nuestro Bautismo, con todos sus dones y, también, con todos sus compromisos. 

    ¿Qué compromisos de oración, ayuno y limosna voy a hacer para que esta Cuaresma sea un tiempo renovador, que me permita vivir más y mejor mi condición de bautizado?

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