martes, 5 de septiembre de 2023

DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 YO ESTOY EN MEDIO DE ELLOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Ya estamos cansados de oír que vivimos en una sociedad individualista. A veces, por contraste con el pasado, al menos los que tienen ya experiencia y años, dicen que hoy se han debilitado mucho las relaciones entre las personas, el sentido de grupo y de comunidad.

Esto que experimentamos en la vida social cotidiana, que “cada uno va a su bola” como solemos decir, pasa también en las familias y en las comunidades parroquiales.

Muchos católicos hoy quieren cumplir con el precepto de la misa dominical en sitios cambiantes, en los que nadie les conoce ni ellos conocen a nadie. Como si fuese posible vivir la fe sin una comunidad, como si fuese posible encontrarse con Dios prescindiendo del hermano…

Pues la palabra de Dios de este domingo nos invita a pensar en la responsabilidad que tenemos los unos para con los otros. Aunque a nadie nos gusta que los demás se metan en nuestras vidas, a veces hay que hacerlo, si es buscando el bien del hermano. Sí, de eso nos habla la Palabra hoy.

¿Para qué escoge Dios al profeta Ezequiel si no es para que hable y corrija a sus paisanos israelitas? Para el profeta sería mucho más fácil callar, subirse al carro, pasar inadvertido. Es mucho más fácil callar ante el pecado y el error del otro que intentar hacérselo ver. Pero Dios le dice al profeta que si calla se hace cómplice, y que la muerte que le trae el pecado traerá también su propia muerte. Y si le ayuda a salvarse, se salva también él.

¡Qué radicalmente distinto es esto de los eslóganes que nos repetimos para tranquilizar nuestras conciencias! “Allá cada cual”, “yo no soy quien para meterme en la vida de nadie”, “ya tengo bastante con lo mío”, y tantos otros.

Cuando decimos todo esto, estamos poniendo una separación neta entre mi vida y la vida de los demás, como si no estuviésemos todos interconectados y no fuéramos, en el fondo, dependientes los unos de los otros.

Jesús en el evangelio nos lo deja igual de claro al darnos estas instrucciones sobre la corrección fraterna: corrige a tu hermano, primero tú solo, después con otros… no te desentiendas de su salvación, porque en ella está también en juego la tuya.

“Lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos” y “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos” son dos frases del Señor que tenemos que tener muy presentes cuando nos venga la tentación de vivir la fe de forma individualista y sin comunidad. No es posible, la fe en Jesús no puede vivirse sin hermanos a los que querer y de los que preocuparse.

El Señor nos ha dejado, después de resucitar y ascender al Padre muchas formas de presencia entre nosotros: la Eucaristía, los sacramentos, su Palabra, los pobres… Pero una forma de estar entre nosotros, que no puede nunca faltar para que sean reales las otras formas, es su presencia en la comunidad de discípulos reunida en su nombre. “Donde dos o más se reúnen en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”.

Es la Iglesia, que se concreta en la parroquia como comunidad de comunidades. Y la regla de vida para pertenecer a ella es el amor fraterno, en el que se condensan, y tienen su plenitud, todas las demás leyes, como nos ha recordado el apóstol Pablo.

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