¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?
COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
Este domingo la reflexión sobre la Palabra de Dios que se ha proclamado, viene marcada por una pregunta esencial. Es la que les dirige Jesús a los discípulos, a los de entonces y a los de todos los tiempos: “Vosotros, ¿Quién decís que soy yo?”.
Cuando sus padres llevaron a Jesús siendo niño al templo de Jerusalén, para cumplir con los preceptos religiosos judíos, un anciano Simeón les anunció proféticamente que Jesús estaba puesto para que muchos caigan y se levanten, como un permanente signo de contradicción que interroga y divide. Y esas palabras se cumplieron plenamente.
Jesús suscitaba mucha controversia en su época: para unos era un maestro, para otros un peligro, para algunos era el Salvador, para otros una amenaza contra Israel y su religión….
Si Jesús hubiese querido ser un líder populista, que arrastrara masas hipnotizadas, un famoso “influencer” hubiera suavizado muchos de sus mensajes y hubiese pulido sus formas. Sus críticas, como las de los profetas, a la corrupción religiosa, a la falta de justicia y equidad, al funcionamiento del templo, le resultaban poco rentables socialmente. Su cercanía con los más pobres, con los descartados, con los impuros, con los pecadores públicos, perjudicaban su imagen de maestro y rabino.
Pero, como él dijo, “mi alimento es hacer la voluntad del Padre”. Solo buscaba eso, hacer la voluntad del Padre estableciendo el Reinado de Dios. Nada más.
La sociedad de aquel momento estaba dividida respecto a él, como deja ver la respuesta de los discípulos a la pregunta de Jesús sobre quien opinaba la gente que era él: para unos era Juan Bautista, vuelto a la vida después del martirio, para otros un profeta de la antigua historia de Israel, que había regresado como signo del final de los tiempos.
Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Jesús les lanza ahora la pregunta a ellos, a los que están compartiendo su vida y su palabra cada día. Y puede que entonces se hiciera un silencio incomodo, porque también en los apóstoles había dudas y preguntas acerca de Jesús. También ellos tuvieron que llegar a la fe, y no lo harán plenamente hasta vivir la experiencia de la Pascua.
Solo Pedro, movido por el Espíritu Santo, responde la verdad más profunda sobre Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Mesías significa ungido, al igual que Cristo. Aquel al que Dios ha ungido, ha escogido y enviado para darnos salvación y vida a los hombres que, si no lo conociéramos, estaríamos abandonados a la muerte.
¿Qué puedo responderle yo a Jesús cuando me pregunta “quién soy yo para ti”? No vale con la respuesta teórica aprendida en la catequesis: el Hijo de Dios que se ha hecho hombre. La pregunta de Jesús es vital y profunda: ¿qué significo para ti y para tu vida diaria? Eso sólo lo puede responder cada uno personalmente…
¿Mi fe consiste en una relación personal, profunda y de confianza con Jesucristo?
A Pedro le da Jesucristo, después de esta confesión de fe, las llaves del reino de los cielos. En la primera lectura, del profeta Isaías, nos dice que al mayordomo del palacio de Jerusalén se le arrebatan las llaves y los poderes reales porque, en lugar de ser un servidor leal, se sirve de su cargo para su propio beneficio personal y para construirse un mausoleo que le glorifique tras su muerte.
Las llaves que le da Jesús a Pedro son para el servicio del Reino de Dios y de la comunidad de discípulos que debe entrar en él. Siempre es necesario recordar que los cargos en la Iglesia son servicios en favor de los demás, que deben ejercerse con amor y humildad, aunque sea el cargo del Papa, sucesor de Pedro y roca firme sobre la que se construye la unidad de la Iglesia.
Solo después de confesar la fe verdadera le da Jesús a Pedro esa misión en la Iglesia. Aprovechamos el mensaje de este evangelio para recordar que los católicos debemos rezar cada día por el Santo Padre, como hacemos en cada misa, tratar de conocer su magisterio y de estar en comunión permanente con él.
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