lunes, 23 de abril de 2018

Convivencia Diocesana de Catequistas

Un grupo de catequistas de la Unidad Pastoral, todos los que pudimos porque a varios les resultó imposible asistir,participamos en el XXXV Encuentro Diocesano de Catequistas, que este año llevaba por lema "Por Vocación Catequista, la alegría de ser llamado.
Fue un día muy alegre e interesante para formarnos y animarnos con muchos otros catequistas de la diócesis, en la hermosa tarea de educar en la fe. El tema de formación estuvo conducido por Fray Miguel de la Mata, franciscano de Santiago de Compostela, que habló de "Enseñar a vivir la fe en clave vocacional, tarea del catequista".



viernes, 13 de abril de 2018

NUEVA EXHORTACIÓN DEL PAPA: GAUDETE ET EXSULTATE (Alegraos y regocijaos)


EN 20 FRASES...

 “El Señor lo pide todo y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la que fuimos creados. El nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”. (1)

2. “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad ‘de la puerta de al lado’, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, ‘la clase media de la santidad'”. (7)

3. “Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada sólo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofrecimiento el propio testimonio en las ocupaciones ordinarias para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”. (14)

4. “Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: ‘No, no hablaré mal de nadie’. Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso”. (16)

5. “Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación”. (31)

6. “No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad” (32)

7. “Lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen.(37). Una cosa es un sano y humilde uso de la razón para reflexionar sobre la enseñanza teológica y moral del Evangelio, otra es pretender reducir la enseñanza de Jesús a una lógica fría y dura que busca dominarlo todo. (38)

8. “Muchas veces, en contra del impulso del Espíritu, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. Esto ocurre cuando algunos grupos cristianos dan excesiva importancia al cumplimiento de determinadas normas propias, costumbres o estilos. De esa manera, se suele reducir y encorsetar el Evangelio, quitándole su sencillez cautivante y su sal. Es quizás una forma sutil de pelagianismo, porque parece someter la vida de la gracia a unas estructuras humanas”. (58)

9. “Las bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: ‘¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?’, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas”. (63)
10. “Volvamos a escuchar a Jesús, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro. Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos interpele a un cambio real de vida. De otro modo, la santidad será sólo palabras”. (66)

11. “La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para perdonarnos. La medida que apliquemos para dar se nos aplicará en el cielo para recompensarnos. No nos conviene olvidarlo”. (81)

12. “Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una creatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?”. (98)

13. “También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria”. (101)

14. “Quien de verdad quiere dar gloria a Dios con su vida, quien realmente anhele santificarse para que su existencia glorifique al santo, está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia”. (107)

15. “También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena. Así se produce un peligroso dualismo, porque en estas redes se dicen cosas que no serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza”. (115)

16. “No nos hace bien mirar desde arriba, colocarnos en el lugar de jueces sin piedad, considerar a los otros como indignos y pretender dar lecciones permanentemente. Esa es una sutil forma de violencia”. (117)

17. “El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es ‘gozo en el Espíritu Santo’. (122)

18. “Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. Nos lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando la respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. ¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no le teme a las periferias. Él mismo se hizo periferia. (135)

19. “La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida”. (158)

20. “Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bieneventuranzas de Jesús… (/)… La Madre no necesita de muchas palaras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: “Dios te salve, María…”. (176)

martes, 10 de abril de 2018

Catequesis Papa Francisco sobre la Santa Misa (V)



¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy quisiera entrar en el vivo de la celebración eucarística. La misa está formada de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre ellas que forman un único acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano, 28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la celebración es por tanto un único cuerpo y no se puede separar, pero para una mejor comprensión trataré de explicar sus diferentes momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e implicar una dimensión de nuestra unidad. Es necesario conocer estos santos signos para vivir plenamente la misa y saborear toda su belleza.

Cuando el pueblo está reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios, incluidas la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo — «El Señor esté con vosotros», «La paz esté con vosotros» —, el acto penitencial — «Yo confieso», donde nosotros pedimos perdón por nuestros pecados—, el Kyrie eleison, el himno del Gloria y la oración colecta: se llama «oración colecta» no porque allí se hace la colecta de las ofrendas: es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración. Su fin —de estos ritos introductorios— es hacer «que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía» (Instrucción General del Misal Romano, 46). No es una buena costumbre mirar el reloj y decir: «Voy bien de hora, llego después del sermón y con esto cumplo el precepto». La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por esto es importante prever no llegar tarde, más bien antes, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad.

Mientras normalmente tiene lugar el canto de ingreso, el sacerdote con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, en signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando nosotros miramos al altar, miramos donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de pasar inobservados, son muy significativos, porque expresan desde el principio que la misa es un encuentro de amor con Cristo, el cual «por la ofrenda de su Cuerpo realizada en la cruz […] se hizo por nosotros sacerdote, altar y víctima» (prefacio pascual V). El altar, de hecho, en cuanto signo de Cristo, «es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía» (Instrucción General del Misal Romano, 296), y toda la comunidad en torno al altar, que es Cristo; no por mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo es el centro de la comunidad, no está lejos de ella.

Después está el signo de la cruz. El sacerdote que preside lo hace sobre sí y hacen lo mismo todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se realiza «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y aquí paso a otro tema pequeñísimo. ¿Vosotros habéis visto como se hacen los niños la señal de la cruz? No saben qué hacen: a veces hacen un gesto, que no es el gesto de la señal de la cruz. Por favor: mamá y papá, abuelos, enseñad a los niños, desde el principio —de pequeños— a hacer bien la señal de la cruz. Y explicadle qué es tener como protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decir, en el espacio de la Santísima Trinidad —«En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo»—, que es espacio de comunión infinita; tiene como origen y como fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y donado a nosotros en la Cruz de Cristo. De hecho su misterio pascual es don de la Trinidad, y la eucaristía fluye siempre de su corazón atravesado. Marcándonos con la señal de la cruz, por tanto, no solo recordamos nuestro Bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se ha encarnado, ha muerto en la cruz y ha resucitado glorioso.

El sacerdote, por tanto, dirige un saludo litúrgico, con la expresión: «El Señor esté con vosotros» u otra parecida —hay varias—, y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos en diálogo; estamos al principio de la misa y debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras.
Estamos entrando en una «sinfonía», en la cual resuenan varias tonalidades de voces, incluido tiempos de silencio, para crear el «acuerdo» entre todos los participantes, es decir reconocerse animados por un único Espíritu y por un mismo fin. En efecto «con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada» (Instrucción General del Misal Romano, 50). Se expresa así la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y vivir la unidad con toda la comunidad.

Y esta es una sinfonía orante, que se está creando y presenta enseguida un momento muy tocante, porque quien preside invita a todos a reconocer los propios pecados. Todos somos pecadores. No lo sé, quizá alguno de vosotros no es pecador... Si alguno no es pecador que levante la mano, por favor, así todos lo vemos. Pero no hay manos levantadas, va bien: ¡tenéis buena la fe! Todos somos pecadores; y por eso al inicio de la misa pedimos perdón. Y el acto penitencial. No se trata solamente de pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse pecadores delante de Dios y delante de la comunidad, delante de los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si realmente la eucaristía hace presente el misterio pascual, es decir el pasaje de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuáles son nuestras situaciones de muerte para poder resurgir con Él a la vida nueva. Esto nos hace comprender lo importante que es el acto penitencial. Y por esto retomaremos el argumento en la próxima catequesis.

Vamos paso a paso en la explicación de la misa. Pero os pido: ¡enseñad bien a los niños a hacer la señal de la cruz, ¡por favor!


5º AUDIENCIA GENERAL 
Miércoles 20 de diciembre de 2017

lunes, 9 de abril de 2018

FELIZ PASCUA 2018

En la noche del sábado 31 el silencio meditativo y expectante en que con toda la Iglesia quedamos sumidos desde la tarde del Viernes Santo se rompía con la Gran Noticia: ¡Aleluya, el Señor ha resucitado!



En la iglesia parroquial de Villaobispo, donde este año correspondía, venidos desde las diversas parroquias que conforman nuestra Unidad Pastoral celebramos, con alegría y solemnidad, la Vigilia Pascual.
Comenzamos con el rito del fuego o lucernario, del que se toma la llama del Cirio Pascual, que nos guía hasta entrar en el templo.



Una vez escuchado el pregón pascual, que rompe el silencio de la noche, vinieron las lecturas de la Palabra de Dios. El Señor preparó este momento de la resurrección de Cristo actuando portentosamente a lo largo de los siglos.

En un tercer momento, la bendición del agua, con la que fuimos rociados, después de renovar las promesas bautismales, como en un nuevo comienzo.






Luego el Señor, como en cada Eucaristía se hizo alimento y bebida de salvación en el Pan y el Vino del altar.

Como rito final, los cirios de las diferentes comunidades parroquiales fueron encendidos del fuego nuevo de la Pascua, llevando así a cada pueblo el testimonio gozoso de que Jesucristo ha vencido la muerte para nosotros




¡FELIZ PASCUA A TODOS!

CUARTO DOMINGO DE PASCUA (B)

 TÚ ERES NUESTRO BUEN PASTOR COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA      Este cuarto domingo de Pascua es conocido como el Domingo del Buen Pa...