¡Queridos hermanos y
hermanas, buenos días!
Hoy quisiera entrar en
el vivo de la celebración eucarística. La misa está formada de dos partes, que
son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente
unidas entre ellas que forman un único acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano, 28).
Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la
celebración es por tanto un único cuerpo y no se puede separar, pero para una
mejor comprensión trataré de explicar sus diferentes momentos, cada uno de los
cuales es capaz de tocar e implicar una dimensión de nuestra unidad. Es
necesario conocer estos santos signos para vivir plenamente la misa y saborear
toda su belleza.
Cuando el pueblo está
reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios, incluidas la
entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo — «El Señor esté con
vosotros», «La paz esté con vosotros» —, el acto penitencial — «Yo confieso»,
donde nosotros pedimos perdón por nuestros pecados—, el Kyrie eleison,
el himno del Gloria y la oración colecta: se llama «oración colecta» no porque
allí se hace la colecta de las ofrendas: es la colecta de las intenciones de
oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos
sube al cielo como oración. Su fin —de estos ritos introductorios— es hacer
«que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan
debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la
Eucaristía» (Instrucción General del Misal Romano, 46). No es una buena
costumbre mirar el reloj y decir: «Voy bien de hora, llego después del sermón y
con esto cumplo el precepto». La misa empieza con la señal de la cruz, con
estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como
comunidad. Y por esto es importante prever no llegar tarde, más bien antes,
para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad.
Mientras normalmente
tiene lugar el canto de ingreso, el sacerdote con los otros ministros llega en
procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, en signo
de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el
altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando nosotros miramos al altar, miramos
donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de
pasar inobservados, son muy significativos, porque expresan desde el principio
que la misa es un encuentro de amor con Cristo, el cual «por la ofrenda de su
Cuerpo realizada en la cruz […] se hizo por nosotros sacerdote, altar y
víctima» (prefacio pascual V). El altar, de hecho, en cuanto signo de Cristo,
«es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía» (Instrucción General del Misal Romano, 296), y toda la
comunidad en torno al altar, que es Cristo; no por mirarse la cara, sino para
mirar a Cristo, porque Cristo es el centro de la comunidad, no está lejos de
ella.
Después está el signo
de la cruz. El sacerdote que preside lo hace sobre sí y hacen lo mismo todos
los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se realiza
«en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y aquí paso a otro
tema pequeñísimo. ¿Vosotros habéis visto como se hacen los niños la señal de la
cruz? No saben qué hacen: a veces hacen un gesto, que no es el gesto de la
señal de la cruz. Por favor: mamá y papá, abuelos, enseñad a los niños, desde
el principio —de pequeños— a hacer bien la señal de la cruz. Y explicadle qué
es tener como protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la
cruz. Toda la oración se mueve, por así decir, en el espacio de la Santísima
Trinidad —«En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo»—, que es
espacio de comunión infinita; tiene como origen y como fin el amor de Dios Uno
y Trino, manifestado y donado a nosotros en la Cruz de Cristo. De hecho su
misterio pascual es don de la Trinidad, y la eucaristía fluye siempre de su
corazón atravesado. Marcándonos con la señal de la cruz, por tanto, no solo
recordamos nuestro Bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el
encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se ha encarnado, ha muerto
en la cruz y ha resucitado glorioso.
El sacerdote, por
tanto, dirige un saludo litúrgico, con la expresión: «El Señor esté con
vosotros» u otra parecida —hay varias—, y la asamblea responde: «Y con tu
espíritu». Estamos en diálogo; estamos al principio de la misa y debemos pensar
en el significado de todos estos gestos y palabras.
Estamos entrando en
una «sinfonía», en la cual resuenan varias tonalidades de voces, incluido
tiempos de silencio, para crear el «acuerdo» entre todos los participantes, es
decir reconocerse animados por un único Espíritu y por un mismo fin. En efecto
«con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia
congregada» (Instrucción General del Misal Romano, 50). Se expresa así
la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y vivir la unidad con toda
la comunidad.
Y esta es una sinfonía
orante, que se está creando y presenta enseguida un momento muy tocante, porque
quien preside invita a todos a reconocer los propios pecados. Todos somos
pecadores. No lo sé, quizá alguno de vosotros no es pecador... Si alguno no es
pecador que levante la mano, por favor, así todos lo vemos. Pero no hay manos
levantadas, va bien: ¡tenéis buena la fe! Todos somos pecadores; y por eso al
inicio de la misa pedimos perdón. Y el acto penitencial. No se trata solamente
de pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a
confesarse pecadores delante de Dios y delante de la comunidad, delante de los
hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si realmente
la eucaristía hace presente el misterio pascual, es decir el pasaje de Cristo
de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer
cuáles son nuestras situaciones de muerte para poder resurgir con Él a la vida
nueva. Esto nos hace comprender lo importante que es el acto penitencial. Y por
esto retomaremos el argumento en la próxima catequesis.
Vamos paso a paso en
la explicación de la misa. Pero os pido: ¡enseñad bien a los niños a hacer la
señal de la cruz, ¡por favor!
5º AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 20 de diciembre de 2017
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