sábado, 6 de abril de 2024

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (B)

 PAZ A VOSOTROS

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Hoy seguimos felicitándonos como en la noche del Sábado Santo: ¡Feliz Pascua, el Señor ha resucitado! Un acontecimiento tan maravilloso como este, que lo cambia todo, no puede quedar reducido a un solo día. Por eso lo celebramos durante cincuenta días, hasta Pentecostés.

Hoy es el segundo domingo, llamado el Domingo de la Divina Misericordia. El Señor resucitado muestra su misericordia al manifestarse a los apóstoles, muertos de miedo y llenos de dudas. A pesar de que podría haberles reprochado, con razón, que le han abandonado cuando fue apresado y crucificado, que no han dado su vida por él, como había dicho Pedro, no lo hace. En cambio, lleno de amor, les saluda con palabras de consuelo: “Paz a vosotros”, les dice por dos veces.

Aunque Cristo ha vencido la muerte, ellos continúan viviendo en la oscuridad, con las puertas cerradas. Se suele decir que “el miedo es libre” ... pero no es así, porque el miedo no libera, sino que encierra y esclaviza. Lo que libera es el amor y Jesús quiere discípulos libres: sopla sobre ellos y les envía el Espíritu Santo.

Lo hace para que ellos, a su vez, lleven liberación a otros: a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados. No hay peores cadenas que las que se llevan por dentro, invisibles pero paralizantes. Una cadena interior muy fuerte es el pecado, que se manifiesta a veces de modo visible en cadenas como las adicciones, las violencias, las codicias, etc. El Señor resucitado quiere desatar en nosotros todas esas ataduras y, para ello, dejó en su Iglesia, por medio de los apóstoles un sacramento de misericordia: la reconciliación.

El apóstol Tomás representa al creyente que duda. Ni con el testimonio de sus compañeros se fía de que sea verdad la resurrección; necesita tocar, palpar, ver por sí mismo. Y el Señor se deja tocar y le deja poner sus manos de incrédulo en aquellas llagas que, al quedar impresas en su cuerpo resucitado, dejan ver para siempre el amor hasta el extremo que le ha llevado hasta la cruz. Alguien dijo que este evangelio nos recuerda dónde podemos encontrar al Resucitado hoy y siempre:

En las llagas: es decir, en el dolor humano. En los hermanos que sufren en el cuerpo o en el espíritu, en este mundo llagado del dolor siempre encontraremos a Jesucristo. Y si huimos de las llagas de los hermanos, porque nos da miedo sufrir con ellos, nos perderemos su presencia.

En la comunidad: aunque estemos con miedos o con cansancios, como estaban ellos. Si estamos reunidos en su nombre él estará entre nosotros, nos dará su Espíritu Santo y su paz. Así es como vivían los primeros cristianos, nos ha dicho la primera lectura, con unidad entre ellos: pensaban y sentían lo mismo y tenían todo en común. Si, en cambio, queremos vivir la fe aisladamente, nos perderemos su presencia.

El apóstol san Juan afirma en la segunda lectura que quien cree que Jesús es el Cristo, es decir quien cree de corazón que este mismo que murió en la cruz es el salvador esperado y enviado por Dios, ha nacido de Dios y vence al mundo.

¿Qué significa vencer al mundo si vivimos en él todos nosotros? Significa vivir en él, pero de un modo distinto, con los valores del Evangelio. Eso es vencer el mundo: vivir en él, pero luchando contra los anti-valores que impiden el reinado de Dios: el egoísmo, el odio, la codicia, el materialismo.

El mismo apóstol sigue diciendo que la victoria la trae Jesucristo con agua y con sangre, es decir, con el bautismo y con la eucaristía.

Por el bautismo fuimos regenerados, hemos nacido de nuevo a la vida de los hijos de Dios. Tenemos ya la fuerza del Espíritu Santo, que va creando en nosotros un hombre nuevo según la imagen del único hombre nuevo: Jesucristo. Por esto cada domingo de Pascua renovamos nuestro bautismo con el signo del agua.

Y la eucaristía, su cuerpo y sangre entregados, nos sirve de alimento de vida y bebida de salvación para este largo y precioso camino de transformación.

Aunque tengamos dudas, como el apóstol Tomás, el Señor resucitado cuenta con nosotros para llevar ilusión y confianza a nuestro mundo, para anunciarle la única buena noticia que puede transformar los corazones: ha resucitado y está con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Dichosos los que creamos sin haber visto.

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