NO ESTÁ AQUÍ, ¡HA RESUCITADO!
Hoy
es el domingo más importante del año, la fiesta de las fiestas: es la Pascua.
Celebramos, llenos de alegría, que la vida ha vencido la muerte, que el Señor
ha resucitado. Todos los demás domingos del año serán un eco de este.
Desde el Domingo de Ramos hasta hoy hemos podido vivir, con sencillez y en parroquia, los días más decisivos en la vida de Cristo y los días más importantes en nuestra fe cristiana. No ha sido un simple recuerdo de hechos del pasado ya conocidos, sino una actualización; lo que ocurrió entonces se ha hecho presente para nosotros: le hemos acompañado en el cenáculo para comer la última cena pascual, hemos acompañado su tristeza y oración en el huerto de Getsemaní, su camino hacia el Calvario y su Pasión y Muerte.
¡Qué suerte hemos tenido de poder vivir un Triduo Pascual centrados en lo verdaderamente importante, en acompañar al Señor y agradecer su redención conseguida en la cruz! Sin preocuparnos de lo externo, de conseguir masas de gente o de tener un impacto mediático…
Por eso ahora nos llenamos de alegría con su
resurrección. La resurrección es la prueba definitiva de la verdad de toda la
persona de Cristo; si no hubiese resucitado, sería un profeta más, un hombre
bueno con un gran mensaje al que, como a tantos otros antes, el mal y la
injusticia acallaron y vencieron.
Pero
si ha resucitado, tal y como había anunciado que el grano de trigo tenía que
ser sepultado en la tierra para dar fruto abundante, entonces es que todo lo
que dijo antes es cierto: realmente él es el Hijo de Dios, el Salvador que nos
puede dar la vida eterna.
En
el evangelio hemos escuchado que María Magdalena se acerca al sepulcro a
realizar un último gesto de amor con el cuerpo muerto de su querido y admirado
Jesús. Sólo quiere terminar de ungir su cadáver, porque las circunstancias tan
duras que han vivido con la crucifixión no se lo han permitido.
Ni
se le pasaba por la cabeza que hubiera resucitado, como tampoco al resto de
apóstoles, que han huido a donde han podido para llorar la muerte y el fracaso
de Jesús y pensar en cómo retomar ahora su vida.
Cuando
ve la losa del sepulcro quitada, que nadie podría haber movido, corre a
anunciárselo a Pedro y a Juan. Estos corren a comprobarlo y, al llegar, ven los
lienzos tendidos y el sudario enrollado. La traducción del texto al castellano
no refleja lo que dice la palabra original: ven los lienzos que se enrollaban
alrededor del cadáver “vaciados”, tal y como se queda una pupa cuando la
mariposa la ha abandonado. Nadie podría haber robado el cuerpo y haberlo dejado
así. Y nadie habría entrado a robar y habría dejado la valiosa tela del sudario
abandonada.
Por
eso “ven y creen”. Creen y, por fin, logran entender la Palabra de Cristo que
ya les anunció repetidamente su resurrección: “destruid este templo y al tercer
día lo levantaré de nuevo”.
¿Qué
significa para nosotros la resurrección de Jesucristo? La respuesta es así de
clara: todo. Si él ha vencido a la muerte, significa que tenemos la esperanza
de una vida nueva. Si ha resucitado entonces estamos salvados de la muerte y
del pecado, que, aunque sigan teniendo poder sobre nosotros, ya no son
definitivos, están vencidos por la resurrección.
Dos
son los grandes signos de la celebración de la Pascua que nos acompañarán hasta
la fiesta de Pentecostés: la luz del cirio y el agua bautismal.
La
luz del cirio, que encendimos anoche en la Vigilia pascual, es la luz del
resucitado que ilumina la oscuridad del mundo. ¿Qué oscuridad tan grande habría
en este mundo y en nuestros corazones si el Señor no hubiese vencido a la
muerte? No habría esperanza para nosotros; solo nos quedaría distraer la vida,
intentando no pensar que todo se va a acabar definitivamente. Por desgracia
muchos de los que nos rodean viven así, en la tiniebla y es nuestro deber
compartirles la luz del Resucitado.
El
agua bautismal es la que nos ha hecho renacer, nos ha dado la vida nueva de los
hijos de Dios. Por eso en estos domingos de Pascua la recibimos y renovamos así
nuestro bautismo con sus compromisos.
San
Pablo nos invita a vivir ya como resucitados, nacidos de la Pascua: Si habéis
resucitado con Cristo, buscad los bienes de allí arriba, no los de la tierra.
¿Cómo
es mi modo de vivir, como alguien que tiene la esperanza de la resurrección de
Cristo en su vida o la de alguien distraído en los bienes efímeros que pasan y
que nos distraen de los esenciales?
Feliz
Pascua, hermanos.
Cristo
ha resucitado y nosotros también con él.
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