jueves, 20 de noviembre de 2025

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (ciclo C)

 VENGA A NOSOTROS TU REINO

    Concluye hoy un año litúrgico, la celebración de los misterios de Cristo en el curso de un año. Hemos acogido el nacimiento del Salvador con el adviento y la Navidad, le hemos seguido como discípulos aprendiendo de sus gestos y de sus enseñanzas, en el Tiempo Ordinario, y hemos vivido su pasión, su muerte y su resurrección en la cuaresma y la Pascua.

    Ahora, en este último domingo antes de empezar el adviento, le proclamamos como nuestro Rey.

    Hablar de Jesús como rey exige que entendamos bien lo que queremos decir. Porque él mismo huyó de la gente enfervorizada que lo quería coronar como rey de Israel y, sin embargo, ante Pilato, en el interrogatorio previo a su condena en cruz, dijo: “Yo soy rey, pero mi reino no es de este mundo”.

    ¿Cómo podemos entender que Jesús es rey? Dejemos que sea la Palabra de Dios que se ha proclamado en esta celebración la que nos responda.

    En la primera lectura, tomada de uno de los llamados libros históricos del Antiguo testamento, las tribus del norte aclaman a David como rey de Israel. David ya era rey de las tribus del sur, las de Judá, pero no había unidad entre ellas. Ahora sí va a haberla, porque van a ser un pueblo unido con un único rey, David.

    David era un personaje muy carismático, que arrastraba a las masas, pero no le eligen rey por sus dotes políticas o guerreras, sino porque le reconocen como el ungido de Dios, el escogido para traer la paz y construir la unidad entre los hermanos separados.

    ¡Qué necesidad tenemos en el mundo de líderes así, que creen unidad y no ahonden en las divisiones! ¡Qué distinta sería nuestra sociedad, nuestro mundo, si tuviésemos gobernantes responsables, que ejercieran el liderazgo sobre los pueblos con una verdadera vocación de unir y de reconciliar!

    Aunque el reinado de David fue un avance en esa ansiada paz, sin embargo, no dejaba de ser un hombre, con todas sus contradicciones y pecados. Por ello, no pudo cumplir plenamente la misión de ser un rey según el corazón de Dios. David fue solo un anticipo y un anhelo del Rey definitivo que habría de llegar; un rey de la misma descendencia de David y nacido en su pueblo natal de Belén: Jesucristo.

    Él es el verdadero rey ungido por Dios, porque es su hijo, y el mejor rey posible. Un rey diferente, porque los reinos de este mundo se apoyan en el poder de las armas, de la política, del dinero, de la manipulación o de los medios de comunicación. Y Jesús no es como los reyes de este mundo, sino que es un Rey Crucificado. Su corona no es una corona de oro, sino una corona de espinas, su trono no es un sillón opulento sino una Cruz, no es un rey que viene a ser servido, sino a servir.

    El Reino de Cristo es como dice hoy el prefacio de la misa: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Es el reino del bien que vence sobre el mal, el reino del perdón que vence al odio, el reino de la misericordia que vence el pecado, el Reino de la luz que brilla en las tinieblas.

    ¿Queremos tenerle como nuestro Rey? Un ciudadano de un estado es el que se conduce por las normas del estado al que pertenece, por sus leyes y sus constituciones. Jesús nos ha dejado la Ley del Amor: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Amaos unos a otros como yo os he amado.

    Si nos esforzamos por vivir según el mandamiento del amor ya somos ciudadanos de su Reino y dejamos que Cristo reine en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestro mundo.

    Es verdad que este reinado de Dios aún convive en este mundo con muchos otros reinados, también con el poderosísimo reinado del mal y del pecado, que lucha contra él.

    Por eso tenemos que optar continuamente si queremos servirle como único rey y señor de nuestras vidas y abrir caminos para que su Reinado pueda implantarse en este mundo hasta que él vuelva lleno de gloria.

    Ya estamos en el Reino de Cristo, unidos a él por el bautismo y, como el apóstol Pablo, solo podemos dar gracias por ello: Demos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

    Tenemos el mejor rey, el mejor líder, el que sirve y da la vida, en lugar de esperar que otros le sirvan y den la vida por él. Vivamos cada día como ciudadanos de su Reino y colaboremos para que este Reino crezca y se implante en nuestro mundo, que tanto lo necesita.

 

jueves, 13 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 GRACIAS A LA CONSTANCIA SALVARÉIS LA VIDA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy es el penúltimo domingo del año litúrgico. Vamos concluyendo la celebración de los misterios de la vida del Señor en el curso de un año, con sus diferentes tiempos, adviento, navidad, cuaresma, pascua, tiempo ordinario, y sus numerosas fiestas y solemnidades.

    Estar ya al final del año cristiano es algo que se nota mucho en estas lecturas de la Palabra de Dios: nos hablan del final de los tiempos y del seguro regreso de Cristo, lleno de gloria, como juez y rey de todo y de todos.

    Puede que en tiempos pasados se abusara de estos mensajes, llamados apocalípticos, para causar miedo, aunque se hiciese buscando un buen propósito: que los cristianos se tomasen más en serio la fe y abandonasen el pecado para volver a Dios.

    Hoy en día, por aquello de que nos movemos como los péndulos de un lado al otro, hemos pasado al extremo contrario: no hablamos, ni predicamos, sobre la muerte, la vida eterna, el juicio, el fin inevitable de lo que existe. Y, así, terminamos creyéndonos incluso los cristianos que estamos aquí para siempre, que lo que existe no tendrá un final. Esto es una falsa confianza de ilusos.

    Algo parecido les pasaba a aquellos a los que habla Jesús. Hoy confiamos ciegamente en la ciencia, en la técnica y la Inteligencia artificial, creyendo que nos resolverán pronto todos los problemas e incluso nos harán inmortales. A los judíos les infundía una confianza ciega el hecho de tener en Jerusalén el templo, la morada de Dios en la tierra. Mientras tuviesen aquel magnífico templo, con su belleza y sus sacrificios a Yahvé día y noche, no había nada que temer para Israel.

    Pues Jesús les dice: “no quedará piedra sobre piedra de este templo”. Porque, aunque sea un templo santo, no deja de ser una obra humana, y todas las obras humanas, antes o después, desaparecen. Todo pasa y solo Dios permanece. Aquel anuncio de la destrucción de su orgullo nacional debía ser un mazazo para los que escuchaban: si el templo desaparecía, las seguridades del pueblo también desaparecían.

    ¿Cuándo sucederá todo eso? Es la pregunta que se han hecho desde siempre los creyentes. Y muchos han engañado con unas fechas u otras; ya Jesús nos previno para que no nos dejásemos engañar por los que dicen venir en su nombre anunciando el fin de todo. Él tampoco le puso fecha. Lo que quiso enseñarnos, en cambio, es cómo afrontar las dificultades que vienen continuamente. Eso nos enseña el evangelio de hoy:

    No tengáis pánico: hoy cunde el pesimismo, flota en el ambiente y llena las conversaciones. Estamos cansados y, muchas veces, agobiados por tantas malas noticias. No tengáis miedo porque estoy con vosotros, dice Jesús. Tenemos que meternos estas palabras en la mente y en el corazón, porque, si no, el pesimismo puede llevarnos a la desesperación y a la depresión.

    Cuando os odien y persigan por mi causa no os dejaré solos: nunca ha sido fácil ser cristiano de verdad, pero en este tiempo parece que es ir a contracorriente de muchos. No estamos solos y el Señor nos dará palabras y sabiduría con las que poder defender el evangelio aun en los peores contextos.

    Os servirá de ocasión para dar testimonio: en las crisis y dificultades es cuando los discípulos de Jesús estamos llamados a dar el mejor testimonio. Cuando la gente parece estar tan perdida, no lo estemos también nosotros: agarrémonos más fuerte que nunca a nuestra fe y ayudaremos a muchos a encontrar respuestas seguras en Dios.

    Perseverad y salvaréis vuestras almas: no seamos veletas, que se mueven según el viento de cada momento. Perseverar es permanecer: sigamos viviendo la fe cristiana que se nos ha anunciado, celebrándola en comunidad, testimoniándola con nuestro modo de vivir… y que piense el mundo lo que quiera.

    Claro que el mundo y lo que conocemos se terminará un día. ¿Cuándo? Solo lo sabe Dios. Lo que nos ha dicho bien claro es cómo debemos actuar en las crisis, las de ahora y las que pueden llegar en el futuro. Sabemos que ese futuro está en las manos providentes de Dios y que, aunque respeta la libertad del hombre para ir construyendo el presente, ha de traer un sol de justicia verdadera que nos iluminará y salvará.

    El fin de la historia será de salvación. Lo más importante es cómo estamos viviendo el tiempo presente que Dios nos concede.

    Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres. No olvidemos que en el juicio por el que debemos pasar será esencial responder si vivimos o no el amor fraterno, si supimos reconocer la presencia de Jesucristo en los pobres y en los que sufren o si, al contrario, permanecimos indiferentes ante ellos.

 


miércoles, 5 de noviembre de 2025

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN. DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

 SOIS EL TEMPLO DE DIOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy en todas las parroquias y capillas del mundo se celebra la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán. Fue el primer templo construido por la Iglesia, dedicado a Cristo Salvador, cuando los cristianos dejaron de estar perseguidos y pudieron comenzar a vivir libremente su fe.

    Se la llama la Catedral del Papa, el obispo de Roma, y la madre de todas las iglesias cristianas, por ser la primera y la más importante.

    Las lecturas que nos propone la fiesta litúrgica de hoy son muy interesantes para considerar el significado que tiene el templo para la fe cristiana. El templo es la imagen más repetida en todas las lecturas de hoy.

    El profeta Ezequiel contempla en visión a un hombre, que podría ser Jesucristo, que le va guiando por el Santuario, el Templo, la Casa de Dios entre los hombres. Pero ese templo que contempla, ya no es simplemente el edificio de piedras construido en Jerusalén. Porque de él brotan unas corrientes misteriosas de agua que van dando vida a su paso, que sanan las tierras y los mares que parecían muertos, llenándolos de vida y de vegetación. Los árboles frutales que crecen a las orillas de aquellas aguas del santuario, no se marchitan ni dejan de producir frutos abundantes que alimentan y hojas que curan.

    Es una visión profética, cargada de simbolismo, que nos conduce directamente al evangelio para poder entender su significado. Jesús, antes de la Pascua, sube al templo de Jerusalén para la oración de la fiesta. Pero aquel lugar, que debía ser una casa de oración, para el encuentro con Dios y de los hombres y mujeres entre sí, se ha ido convirtiendo en un lugar de comercio.

    Las monedas se cambian, para no introducir monedas de paganos en el templo, y los animales se venden para los sacrificios que no cesan. Quien puede más compra un buey, quien no tanto una oveja, y quien no puede apenas una simple paloma. Hay negocio, hay lucro, hay desigualdad… precisamente allí, en el lugar más santo de todos, en la casa de Dios en la tierra.

    Jesús derriba, destruye, simbólicamente, todo ese culto sacrificial injusto y adulterado. Y proclama que, en adelante, habría un nuevo templo y un nuevo y definitivo sacrificio. En tres días sería levantado ese nuevo templo sobre las ruinas del antiguo: es el templo de su Cuerpo resucitado que, desde la Pascua, es el único lugar en el que el hombre puede encontrarse con Dios.

    Cristo resucitado es el nuevo templo que Dios construye para los hombres y nadie encuentra de verdad a Dios si no es entrando en ese templo: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Y ya no es necesario derramar la sangre de animales inocentes, porque el sacrificio que nos reconcilia con el Padre Dios ya lo ha realizado Él en la cruz y se renueva sacramentalmente en la Eucaristía.

    San Pablo saca las conclusiones de esta maravillosa novedad: si Cristo es el nuevo Templo de Dios, y nosotros hemos sido incorporados a Él por el bautismo, entonces también nosotros somos el edificio de Dios. Habitados por el Espíritu Santo somos verdadero templo de Dios con Cristo; un templo sagrado, tan sagrado como lo fue el templo de Jerusalén hasta la llegada del Señor.

    “Que cada cual se fije bien de qué manera construye”, nos dice, advirtiéndonos que en este templo no podemos ser piedras muertas, tenemos que ser piedras vivas, aportando todos algo al bien común y a la edificación compartida.

    ¡Qué bien entendieron todo esto los primeros cristianos! Cuando por fin pudieron construir su primera edificación, no se inspiraron en los templos paganos, que eran construcciones vacías que tenían en el centro la imagen de un dios para que viviera allí, ni se inspiraron en el templo judío, concebido para hacer sacrificios de animales y dividido rigurosamente en secciones según la condición de cada uno (judíos, gentiles, hombres, mujeres, sacerdotes, laicos), sino que hicieron una basílica.

    Las basílicas eran unos edificios civiles para las reuniones de los ciudadanos. Y los primeros cristianos pensaron: lo que necesitamos es un edificio donde se reúna toda la comunidad, la Iglesia (que significa asamblea), porque el templo somos nosotros si estamos reunidos en el nombre del Señor y Él está en medio de nosotros.

    En este día de recuerdo de la primera iglesia cristiana, la basílica de san Juan de Letrán, celebramos el día de la Iglesia Diocesana.

    El cuerpo de Cristo que vive en medio del mundo es, en León, nuestra Iglesia Diocesana. Con nuestro obispo Luís Ángel al frente, como sucesor de los apóstoles, en comunión con el Papa, sucesor de Pedro, con todas sus parroquias y, en ellas, las comunidades cristianas que, pastoreadas por un párroco colaborador del Obispo, viven la fe, la esperanza y la caridad. Nuestra misión es compartida: adelantar el Reino de Dios en este mundo hasta que Cristo vuelva y lo haga pleno.

    Feliz día de la Iglesia Diocesana a todos los que queremos ser piedras vivas en el Templo nuevo de Jesucristo.

 

 


miércoles, 29 de octubre de 2025

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

 ASÍ EN CRISTO TODOS SERÁN VIVIFICADOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Lecturas: Job 19, 1.23-27; Sal 26; Rm 5,5-11; Jn 6,37-40

Al día siguiente de celebrar a Todos los Santos hoy hacemos la conmemoración de todos los Fieles difuntos, con la particularidad de que este año coincide con el domingo.

Es un día para la oración confiada, la que ya tuvimos ayer, con tantas personas, en tantos cementerios. Oración confiada al Dios de la Vida, para quien todo es un presente permanente, y para quien nadie es insignificante ni cae en el olvido.

Se nos pide a los cristianos mirar de frente el misterio de la muerte, no desde el miedo ni la resignación, sino desde la fe y la esperanza. Job es un libro fascinante del Antiguo Testamento, porque afronta realidades de la vida humana con sabiduría. Hoy le escuchamos hacer una de las confesiones más impresionantes de la Biblia: "Yo sé que mi Redentor vive, y que, al final, se alzará sobre el polvo". 

Job, que ha experimentado a fondo el dolor, la enfermedad, la perdida, no se engaña, ni se refugia en sus méritos o en sus obras. Su única fuerza, la que le sostiene cuando podría estar hundido, es la convicción de que existe un Redentor vivo, alguien más fuerte que la muerte, que no le abandonará en la nada.

Es la misma convicción que debemos repetirnos hoy, en este día tan especial: "Mi Redentor vive, ha vencido la muerte, Él puede llenarme de vida cuando cruce, de su mano, las puertas últimas de este mundo".

El salmo nos enseña a rezar con esa misma clave: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?". La oración más auténtica es la que brota de la confianza y del abandono. 

Por más que digamos, la muerte siempre supone una prueba de oscuridad; la tentación podría ser esconderla, convertirla en un tabú, algo que no se puede ni mencionar, o bien caer en la desesperanza: nada tiene sentido porque todo termina en la muerte.

El creyente se mantiene en pie porque espera ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos. el que nos ha dicho que quien cree en Él tiene vida eterna, es digno de toda confianza, en su Palabra se puede esperar.

Dales, Señor, junto a ti el descanso eterno. Y brille, para ellos, la luz eterna. Amén.

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 ALEGRÁOS POR VUESTRA RECOMPENSA EN EL CIELO


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    ¡Benditos los que buscan al Señor! Es la antífona del salmo que hemos recitado en esta solemnidad de Todos los Santos. ¿Nos la creemos? ¿Realmente creemos que los dichosos, los felices, los bendecidos, son los que buscan a Dios en su vida más que las cosas materiales o su propio interés?

    Porque hoy celebramos a estos: a los buscadores de Dios, a los hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han realizado su vocación bautismal del mejor modo en que pudieron hacerlo, como el Espíritu Santos les guio a hacer.

    ¿Cuántos son los santos que hoy celebramos, dando gloria a Dios por ellos con la eucaristía, al tiempo que ellos celebran con nosotros y nos unen en su alabanza ininterrumpida a la Santísima Trinidad?

    El libro del Apocalipsis, en la primera lectura, nos habla de los 144.000 servidores de Dios, de las doce tribus de Israel, como una imagen de la Iglesia universal; pero también de una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas.

    Todos esos santos, muchos de ellos anónimos para nosotros, pero bien conocidos para Dios, están de pie, llenos de dignidad y de alegría ante el trono del Cordero resucitado. Van vestidos con vestiduras blancas, porque han conservado la vestidura de bautizados, llevan palmas en las manos, porque han confesado con valentía la fe en Jesús aun a pesar de las persecuciones por su nombre.

    Lo que creyeron en esta vida es ahora para ellos una realidad plena, la esperanza que les hizo caminar como peregrinos se ha visto no solo satisfecha, sino colmada de un modo impensable. A eso se refiere el apóstol san Juan cuando en la segunda lectura dice: ¡qué suerte tenemos de ser amados por el Padre, ya en esta vida, y ser escogidos para ser sus hijos por el bautismo!

    Pero aún no se ha manifestado lo que estamos llamados a ser: eso no lo podemos ni siquiera imaginar, lo que nos espera, lo que se nos va a dar. “Seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es”.

    El premio de los santos es estar ante Dios y vivir en Dios, ser asumidos en Él. No necesitan ya nada más, porque todas sus búsquedas, sus necesidades, sus anhelos, su hambre y su sed, quedan repletas.

    Los santos nos sirven de ejemplo: si ellos, que llevaban vidas como las nuestras, han vivido fielmente como hijos de Dios y discípulos de Cristo, ¿por qué no vamos a hacerlo nosotros?

    Pero, al mismo tiempo, son nuestros protectores e intercesores, los que hacen camino con nosotros y no nos dejan. Por eso en la plegaría de la misa siempre les recordamos:

Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José,
los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

    Todos los Santos vivieron conforme al espíritu de las Bienaventuranzas de Jesús que hoy se nos proponen como evangelio. Con toda seguridad que no les resultaría fácil siempre ser misericordiosos, buscar la justicia, mirar con ojos limpios, perdonar… pero, sostenidos por la gracia de Dios lo intentaron. Les mereció la pena: su recompensa es eterna, feliz, plena… ¡la que nos espera también a nosotros!

 


lunes, 27 de octubre de 2025

HORARIOS NOVIEMBRE 2025

SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE.
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

CELEBRACIONES EN LAS IGLESIAS

11:00- VILLANUEVA
11:45 - ROBLEDO
12:30- VILLARRODRIGO
13:00- VILLAOBISPO
13:15-VILLAMOROS (Responso en el cementerio al terminar)

ORACIÓN EN EL CEMENTERIO

16:00 - VILLANUEVA
16:30 - ROBLEDO
17:00 – VILLARRODRIGO

VILLAOBISPO: 
17:00 - ROSARIO EN LA IGLESIA
17:30 -  RESPONSO EN EL CEMENTERIO
 


DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE.
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

CELEBRACIONES

11:00 – ROBLEDO
12:00 – VILLARRODRIGO
12:00 – VILLAMOROS (Celebración de la Palabra)
13: 00 – VILLAOBISPO
13:00 – VILLANUEVA (Celebración de la Palabra)

ORACIÓN EN EL CEMENTERIO

16:30 CASTRILLINO (RESPONSO)
17:00 CANALEJA (RESPONSO)


DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN
DÍA Y COLECTA DE LA IGLESIA DIOCESANA

SÁBADO 8 

17 H. CANALEJA (Misa vespertina)

18 H. VILLAOBISPO (Misa vespertina)

DOMINGO 9

11 H. VILLAMOROS (seguido de concierto Coro Ordoño II)

12 H. VILLARRODRIGO 

12 H. ROBLEDO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLANUEVA

DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 15 

18 H. VILLARRODRIGO (Misa vespertina)

DOMINGO 16

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO

13 H. VILLANUEVA (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

SÁBADO 22 

18 H. VILLANUEVA (Misa vespertina)

DOMINGO 23

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO

12 H. VILLARRODRIGO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO

PRIMER DOMINGO DEL ADVIENTO

SÁBADO 29 

18 H. ROBLEDO (Misa vespertina)

DOMINGO 30

11 H. VILLANUEVA

12 H. VILLARRODRIGO

12 H. VILLAMOROS (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 


 


jueves, 23 de octubre de 2025

DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 EL QUE SE HUMILLA SERÁ ELEVADO


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    También en este domingo, como en el anterior, el Maestro de oración que es Jesús nos enseña cómo rezar para que nuestra oración sea realmente agradable ante Dios.

    Recordamos que el domingo pasado, con la parábola de la viuda insistente, Jesús nos enseñó que nuestra oración debe ser perseverante. No nos dirigimos a un juez injusto, sino al Padre misericordioso que hace justicia sin tardar a sus elegidos y les concede el don del Espíritu Santo.

    Hoy nos enseña la Humildad con la que debe ser elevada toda plegaria.

    De nuevo lo hace mediante una parábola, una escena que seguramente era habitual: un fariseo y un publicano van a rezar al templo.

    Los dos rezan, los dos están en el templo, pero sus actitudes son completamente diferentes: el fariseo, que suponemos era un cumplidor estricto de la ley religiosa hasta en sus últimas letras, reza de pie y, con orgullo, le presenta a Dios todos sus méritos religiosos.

    El publicano, considerado un creyente de tercera por todos, que se siente un pecador, está postrado y no le puede presentar a Dios ningún mérito; solo está allí acogiéndose humildemente a su misericordia: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”.

    Jesús conocía bien a los fariseos, porque él conocía lo profundo del corazón de cada hombre. Eran muy religiosos, sí, pero en lugar de dar gracias a Dios porque les permitía seguir el camino recto y de ayudar a otros a alcanzarlo, eran jueces implacables de los extraviados, de los pequeños, de los pecadores. 

    Al mismo Jesús le llamaban amigo de pecadores, y cosas aún peores, porque hablaba y se acercaba a todas estas personas a los que ellos consideraban despreciables y perdidos irreparablemente para Dios.

    Para los fariseos va dirigida esta parábola, para los de entonces y para los de ahora. Para cada uno de nosotros si caemos en la tentación de considerarnos suficientemente buenos ya, o mucho mejores que otros. 

    El mensaje es chocante: la oración del publicano, que ni siquiera se atrevía a levantar los ojos ante Dios, es escuchada y la del fariseo, con toda su lista de méritos religiosos, no. Porque se ha atrevido a convertirse en juez de su hermano, algo que solo le corresponde a Dios.

    Alguien dijo que, si tenemos fe y si llevamos una vida bastante ordenada y serena, debemos darle gracias a Dios por ello, en lugar de atribuirnos el mérito. Porque si hubiésemos tenido otros padres, hubiésemos crecido en otro ambiente, no se nos hubiesen presentado las oportunidades que se nos han presentado… a saber cómo seríamos y qué cosas haríamos. 

    Hay muchas personas que están sumergidas en el pecado o en las adicciones y vicios más destructivos, que quizás no han tenido los ejemplos, la educación, las vidas que nosotros hemos podido tener. Por eso no podemos ser sus jueces, ya que sólo Dios ve en lo profundo de las personas.

    “El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento”, nos ha dicho el sabio en la primera lectura.

    Tampoco el apóstol san Pablo, que entregó su vida por completo al servicio del evangelio como apóstol, cuando repasa todo lo que ha hecho de bueno, se lo atribuye a sí mismo, sino al Señor que ha estado con él y le ha dado fuerzas.

    ¿Qué nos enseña la Palabra de Dios en este domingo? Ante Dios siempre debemos ser humildes, pedir perdón, acogernos a su misericordia y darle gracias por las cosas buenas que nos permite hacer. Todo es un don, todo es una gracia recibida.

    Y nunca, nunca, podemos convertirnos en jueces de otros y, mucho menos, condenarles o considerarles perdidos ante Dios, porque, ¿Cómo vamos a saber qué hay en el corazón de los demás si apenas sabemos que hay en el nuestro?

    Solo con esta actitud de humildad ante Dios, y de comprensión y aceptación de los demás con sus errores y pecados, podrá nuestra oración ser agradable y escuchada.

    Como el domingo pasado le decimos al Señor Jesús: “Maestro, enséñanos a orar”, con perseverancia y humildad.

 


SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (ciclo C)

 VENGA A NOSOTROS TU REINO      Concluye hoy un año litúrgico, la celebración de los misterios de Cristo en el curso de un año. Hemos acog...