viernes, 12 de septiembre de 2025

14 septiembre: FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

 HEMOS DE GLORIARNOS EN LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy el ritmo normal de los domingos del tiempo ordinario cambia para dejar paso a una fiesta del Señor: la Exaltación de la Cruz del Señor.

    El origen de esta fiesta se remonta al siglo IV, cuando santa Elena, madre del primer emperador cristiano, Constantino, tras una larga búsqueda, encuentra en Jerusalén los restos del madero santo en el que fue crucificado Jesucristo. La reliquia fue robada por los persas y pudo ser restituida a Jerusalén un 14 de septiembre del año 628.

    En recuerdo de esta alegría para la Iglesia, cada 14 de septiembre se celebra esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

    La cruz no es, para nosotros, un adorno ni un símbolo más. La cruz nos habla, en su sencillez de lo más grande: del amor que Dios nos ha tenido hasta entregar la vida de su Hijo Jesús. 

    La cruz era, en el imperio romano, un signo terrible de tortura y muerte, porque solo eran ejecutados en ella los peores delincuentes. Pero para los cristianos expresa el amor llevado hasta el extremo de Jesús, pues, como Él dijo, “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

    La Palabra de Dios que se nos ha proclamado nos invita a contemplar el valor salvador de la cruz. Lo compara con otro signo salvador que aparece en el Antiguo Testamento: la serpiente de bronce que Moisés alzó, siguiendo la orden de Dios, en medio del desierto.

    El pueblo sufre las consecuencias de su ingratitud y de su idolatría: se han rebelado contra Dios y contra su enviado, sin agradecer lo que ha hecho por ellos sacándolos de la esclavitud de Egipto y guiándolos en medio de tantos peligros.

    La serpiente, símbolo del pecado y de la muerte, les muerden y les dan muerte. El estandarte alzado, aunque represente una serpiente, cuando es mirado con fe, es causa de curación y salvación.

    Igual es la cruz: de ser un símbolo de tortura y muerte, pasa con Jesús a ser un signo de amor y redención. Y quienes la contemplan con fe son salvados de la mordedura de la serpiente del pecado.

    El Señor anuncia esto en su diálogo con Nicodemo, que escuchamos en el evangelio según san Juan: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

    Si miramos la cruz como un símbolo más no descubrimos nada. Hay que mirarla con fe, como los israelitas que sentían la mordedura venenosa del pecado, miraban el estandarte de la serpiente esperando la curación de Dios. El Papa Francisco nos dijo: “si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo”.

    Jesús tomó la condición de siervo, aun siendo Dios, nos dice el apóstol san Pablo. Se hace el último de los hombres, porque solo los últimos eran condenados a muerte de cruz. Pero por esa obediencia al Padre y ese amor a los hombres hasta las últimas consecuencias, es exaltado sobre todo y sobre todos.

    Hoy es un día para agradecer la entrega del Señor en la cruz, como hacemos cada Viernes Santo. Y como hacemos cada domingo, porque cada domingo celebramos su pasión y su resurrección salvadora, su sacrificio de amor que se renueva en cada eucaristía.

    La oración colecta de la Misa de hoy expresa el sentido de esta fiesta de manera bella diciendo:

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar

la salvación de todos los hombres

por medio de tu Hijo, muerto en la cruz,

concédenos, te rogamos,

a quienes hemos conocido en la tierra este misterio,

alcanzar en el cielo los premios de la redención.

 

 


jueves, 4 de septiembre de 2025

DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 TOMAR LA CRUZ Y SEGUIRLE


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Ser discípulos de Jesucristo es algo maravilloso. Conocerle, tratarle como amigo que nos acompaña cada día hasta el final, confiar en Él, esperar en Él, es el gran regalo que se nos dio, como una semilla, el día de nuestro bautismo.

    Desde entonces, unas etapas de la vida más, otras etapas menos, vivimos como discípulos y amigos del Señor, tratando de responder, con responsabilidad, al don recibido.

    No nos relajamos. Su evangelio es muy elevado, muy exigente, por eso estamos en actitud de permanente conversión, siempre tratando de responder mejor a su llamada, de ser mejores discípulos. 

    Es fácil decirse cristiano, pero no es tan fácil ser un buen cristiano.

    De esto nos habla la Palabra de Dios de este domingo del tiempo ordinario. Del seguimiento verdadero, sin componendas, atajos ni rebajas, del Señor.

    El evangelio es en cada eucaristía la lectura principal de todas las que son proclamadas. Por eso, mientras que las otras lecturas las escuchamos sentados, en actitud de recibir y meditar, el evangelio lo escuchamos de pie, porque es Jesús mismo quien nos habla.

    Y en el evangelio de este domingo, Jesús se dirige a aquellos que le seguían por el camino. Nos dicen que le seguía una gran multitud. Podría haberse aprovechado de aquella popularidad que le daban sus signos milagrosos para tener más y más adeptos. Bastaría, para ello, que siguiera realizando milagros como la multiplicación de los panes y que adaptara su mensaje a los gustos de la mayoría, sin decir nada que les pudiese rechinar o molestar.

    Es lo que hacen muchos que pretenden tener el mayor número de fieles seguidores: los influencers, que se adaptan en todo a sus seguidores para no perderlos, las sectas que prometen prosperidad o acabar con todo sufrimiento a cambio de donativos…

    Pero Jesús no lo hace, no quiere discípulos engañados con falsas promesas ni rebaja su mensaje para llegar a más. Al contrario, a la multitud se dirige con palabras duras, retadoras, exigentes, que seguramente echaron para atrás a muchos de ellos: quien no quiera tener a Dios y al Señor como primer valor y amor de su vida, que se lo piense…

    Quien no esté dispuesto a cargar con la cruz de los inconvenientes, de los prejuicios y juicios, hasta de las persecuciones que trae ser discípulo de Jesús que se lo piense…

    Porque comenzar a construir sin materiales para terminar o comenzar a dar una batalla sin ejércitos para vencer, es comenzar algo en vano.

    Ser discípulo de Jesús es algo maravilloso, pero exigente. Tiene una parte de cruz y de renuncia, aunque sabemos que esa Cruz conduce a la Luz siempre. Por eso le seguimos con ilusión, aun sabiéndonos pecadores y pobres discípulos, necesitados de reforma y conversión…

    La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, nos ha dicho que somos limitados para conocernos a nosotros mismos y conocer de verdad lo que nos rodea. Hasta nuestros pensamientos y sentimientos son, tantas veces, para nosotros mismos, una incógnita. En cambio, por pura gracia, nos ha sido dada a conocer la voluntad de Dios, lo que espera nuestro Creador de nosotros y cuál es el camino a seguir para una vida plena que termine en la salvación.

    Esa voluntad, esos caminos, nos los ha mostrado el Hijo, Jesús. Que en el encuentro dominical con Él y con la comunión de su Cuerpo eucarístico, cobremos nuevas fuerzas para llevar con ilusión la cruz del seguimiento. Cada cual la que le toque llevar, pero sin perder el ánimo.


martes, 2 de septiembre de 2025

HORARIOS SEPTIEMBRE 2025

 XXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 6 (Misas vespertinas)

19 H. CANALEJA

20 H. VILLAOBISPO 

DOMINGO 7

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO (Celebración de la Palabra)

12 H. VILLARRODRIGO

13 H. VILLANUEVA 


EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

SÁBADO 13

20 H. VILLARRODRIGO (Misa vespertina)

DOMINGO 14

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO

13 H. VILLANUEVA (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 


XXV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 20 (Misas vespertinas)

19 H. CANALEJA

20 H. VILLANUEVA 

DOMINGO 21

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO 

12 H. VILLARRODRIGO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 


XXVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 27 

20 H. ROBLEDO (Misa vespertina)

DOMINGO 28

11 H. VILLANUEVA

12 H. VILLAMOROS (Celebración de la Palabra)

12 H. VILLARRODRIGO

13 H. VILLAOBISPO 

14 H. CANALEJA (Misa de Difuntos) 



FIESTAS DE LAS PARROQUIAS

Lunes 8 VILLARRODRIGO (13 h.) Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora

Sábado 27 CANALEJA (13 h.): Fiesta (trasladada) de los santos Cosme y Damián 

Lunes 29 CASTRILLINO (13 h.): Fiesta de San Miguel Arcángel


jueves, 28 de agosto de 2025

DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 CUANTO MÁS GRANDE, MÁS HUMILDE


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Tenemos la suerte de conocer el mensaje de Jesús y de creer en Él. Esto, además de ayudarnos a llegar a Dios y a su salvación eterna, nos ayuda a vivir en plenitud la condición humana. La fe nunca nos separa de lo verdaderamente humano; mientras mejores creyentes seamos, mejores personas seremos.

    Porque el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios y cuanto más realiza sus mejores cualidades y valores más se parece a Dios. Y nadie lo hizo mejor que su hijo unigénito Jesús. Es por eso que no hay nada que nos pida Jesús a quienes queremos ser sus seguidores, que no nos haga, al mismo tiempo, mejores seres humanos, Jesús es nuestro modelo de humanidad más alto y pleno.

    Todo esto lo vemos claro con las dos actitudes que la Palabra de Dios de este domingo nos subraya: la humildad y el desinterés. Son dos actitudes propias del verdadero creyente y, al mismo tiempo, son actitudes que valoramos mucho en una persona: quien es sencillo y desinteresado, nos agrada mucho más que quien es soberbio e interesado.

    Y, sin embargo, la sociedad que construimos entre todos, nos anima tantas veces a lo contrario de lo que nos pide Jesús con este evangelio. Ya a los niños les decimos frases como “Tú no tienes que ser menos que los demás”, “Tú mira primero por ti y por tus intereses”.

    Así se va sembrando en nosotros, desde el principio de nuestra vida, la soberbia y el interés egoísta de dar solamente si voy a recibir a cambio y el deseo de anteponer mis intereses a los de los demás.

    El libro del Eclesiástico, del que está tomada la primera lectura de hoy, es un libro de los que en la Biblia se llaman libros de sabiduría: sabiduría humana y divina a la vez. Y nos dice “Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte y así alcanzarás el favor del Señor”.

    Dios valora a las personas humildes, igual que nosotros preferimos relacionarnos con alguien humilde que con alguien soberbio. Y previene contra la desgracia del orgulloso que, frecuentemente, termina poniéndose en evidencia y en ridículo.

    La comida de gala en casa de un fariseo importante a la que es invitado Jesús, le sirve para enseñar humildad a aquellos invitados que buscaban reconocimiento y los primeros puestos. La soberbia, el darse importancia, nos hace desagradables hacia los demás y nos expone a ponernos en ridículo.

    Pero, ¿cómo ser verdaderamente humildes? Es una definición perfecta de humildad la que dio Santa Teresa de Jesús: “Humildad es andar en la verdad”.

    No es una humildad sana y real la de quien tiene una baja autoestima y se siente inferior a todos, creyendo que no tiene cualidades ni valores. La humildad es andar en la verdad de cada uno, y la verdad de cada uno es que somos hijos amados de Dios, que estamos hechos a su imagen y semejanza y que, por eso, todos tenemos igual dignidad y debemos ser amados y respetados.

    Y la verdad del otro es también esa misma; por eso no debo considerar inferior o indigno a nadie, ni debo despreciar ni tratarle como si yo fuese superior. El que se enaltece termina siendo humillado, en cambio el que es sencillo y humilde ese es enaltecido, es decir, apreciado y querido. Las palabras de Jesús se cumplen totalmente en nuestras relaciones sociales de cada día.

    La segunda enseñanza es acerca del desinterés. Hay que ayudar a los demás porque sí, sin esperar que puedan recompensarnos con lo mismo que les damos. Quien está recordando continuamente el mucho bien que ha hecho, lo mucho que ha ayudado, y lo poco que recibe a cambio, seguramente es porque el bien que hizo no fue desinteresado, sino porque esperaba algo a cambio.

    En ese banquete Jesús ve mucho invitado de honor, mucho “postureo” que diríamos hoy, y el Señor propone el banquete del Reino de Dios en el que los últimos son los primeros y los tratados con más cariño son los que más lo necesitan, pobres, lisiados, cojos y ciegos.

    No olvidemos que lo que Jesús enseña el mismo lo cumplió, cuando en la cena de Pascua se puso a lavarles los pies a los discípulos, aunque algunos como Pedro no lo entendiesen. Nos quiso mostrar así que él no viene a ser servido sino a servir y que el servicio humilde y desinteresado es el que más felicidad nos da.

    Recordemos la enseñanza de Jesús para toda esta semana. Él quiere hacernos mejores personas y así seremos también mejores discípulos suyos. Nuestro entorno va cambiando a mejor cuando nos decidimos a poner en práctica el mensaje tan humano y humanizador del Evangelio.

 

 

 


jueves, 21 de agosto de 2025

DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

TRATAD DE ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Continuamos haciendo camino con los apóstoles y discípulos que acompañan al Maestro. Mientras camina hacia Jerusalén, pasa por las aldeas y ciudades enseñando. En esta celebración del domingo también nos enseña con paciencia y, con amor, se hace alimento de vida para sostenernos en el camino.

    Los domingos pasados nos enseñaba dos actitudes necesarias para el discipulado, para el seguimiento: la vigilancia y la fortaleza. No es tan sencillo hacer del Evangelio de Jesús la guía de nuestra vida; continuamente debemos revisar cómo estamos y preguntarnos si no estaremos haciendo una fe y un seguimiento adaptado a nuestro criterio y a la ley del mínimo esfuerzo.

    ¿Serán pocos o muchos los que se salven? Esta es la pregunta que está como trasfondo del mensaje de las lecturas. Es cierto que esta cuestión de la salvación, que tanto ocupó y preocupó a los seres humanos en el pasado, hoy no es una pregunta que parezca actual.

    Hoy hablamos de bienestar, de calidad de vida, de salud integral… pero casi nadie habla de salvación y de vida eterna. Sin embargo, no debemos olvidar esta cuestión de radical importancia. En realidad, es la más importante de todas las que debemos plantearnos: ¿qué nos espera después de esta vida que se nos va pasando tan deprisa?

    Si a la sociedad en general no le preocupa, a nosotros, los creyentes, nos debe preocupar. Preocupar no significa angustiar, porque en el pasado este tema fue, tantas veces, motivo de angustias y terrores.

    ¿Qué nos dice la Palabra de Dios en este domingo acerca de la salvación? En primer lugar, que Dios quiere la salvación y la vida plena de todos sus hijos. Y no solo la de unos pocos, por pertenecer a este pueblo de Israel o a aquel grupo religioso. La llamada e invitación de Dios a la salvación, a la plenitud de la vida que vence a la muerte, es universal.

    Es lo que expresa el profeta Isaías con esa visión de los distintos pueblos de la tierra llegando al monte santo y al templo de Jerusalén. Para los hebreos el templo era el lugar más santo de la tierra, y solo podían entrar en él los escogidos del pueblo; sin embargo, el deseo de Dios es que a él vayan todas las naciones de la tierra, pues también en ellas Dios suscita sacerdotes y levitas, servidores suyos.

    Aquel que preguntó a Jesús “¿Señor, son pocos los que se salvan?”, es posible que tuviese la visión nacionalista y excluyente de la salvación propia de los israelitas. Jesús no participa de ella y por ello predicó a todos, a judíos y a samaritanos, y realizó signos de salvación y liberación en beneficio de los judíos y de los paganos.

    Jesús ni siquiera entra en la cuestión del número, puesto que eso es algo que solo conoce la mente del Padre todopoderoso. La verdadera cuestión no debe ser “cuantos se salvan”, sino si yo estaré entre los que se salvan. “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”.

    La puerta del Evangelio de Jesucristo es estrecha, porque no es tan sencillo seguirlo con coherencia cuando nos pide perdonar de corazón, amar a Dios sobre todo, amar al prójimo como a uno mismo… podemos caer en una falsa seguridad porque ya somos cristianos y estamos en la Iglesia, porque ya practicamos más o menos bien. Y, así, dejamos de esforzarnos por vivir el Evangelio y cumplir los mandamientos.

    El mensaje de Jesús invita a revivir la fe y tomarse en serio el compromiso de vivir como bautizados. No os acomodéis ni caigáis en una falsa seguridad que amodorra… ¡Velad y esforzaos!

    Quizás nos parece lejano el día en que tengamos que presentar a Dios nuestra vida para pasar ese examen definitivo del amor, pero ya sabemos lo que dice Jesús a aquel que se construyó un granero pensando que le aseguraría muchos años de vida. Le llamo “necio”, que significa el que no sabe, el que vive con los ojos cerrados…

    No queremos ser de esos que se quedan fuera del banquete, aunque aseguran haber escuchado muchas veces las enseñanzas del Señor y haber comido y bebido muchas veces con él.

    “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, caminad por la senda llana”, nos dice la segunda lectura. Sigamos adelante, con la gracia de Dios y la oración de los hermanos, unos por otros, en el camino de la fe. Sin dormirnos, sin confiarnos, sin amodorrarnos.

    Lo que Dios nos tiene preparado es lo más grande, bueno y bello que podamos imaginar, aquello para lo que fuimos creados. Por ello, nos tomamos en serio durante toda la semana la petición de Jesús: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”

 

 


jueves, 14 de agosto de 2025

DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 HE VENIDO A TRAER FUEGO A LA TIERRA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    En este tiempo de la liturgia en el que estamos, llamado tiempo ordinario, que es el más largo del año cristiano, revivimos la experiencia de los apóstoles, que caminan con Jesús de un pueblo a otro. Y mientras caminan, le ven realizar los signos de la llegada del Reino y van escuchando e interiorizando sus palabras.

    El domingo pasado la actitud que nos enseñaba era la fe vigilante: con la parábola del ladrón que llega en la noche, nos invitaba a vivir con la fe despierta, encendida la lámpara de la fe y ceñida la cintura para servir a los hermanos.

    En este domingo, la Palabra nos enseña la exigencia de la fe. La fe cristiana no es un adorno superficial, ni un barniz o una colonia que nos damos por encima una vez por semana para estar más guapos. La fe implica la vida entera, es una pertenencia a Jesucristo y vivir con unos valores diferentes a los del mundo, por lo que ser cristianos coherentes no es fácil.

    Es por ello que comenzamos siempre la eucaristía pidiendo perdón, reconociendo que todos tenemos mucho que cambiar en nuestras actitudes y en nuestros actos para ser auténticos discípulos de Jesús.

    El Evangelio es exigente. Todo lo que es bueno, grande, noble y bello en esta vida implica esfuerzo; en cambio, lo cómodo, lo sencillo, suele valer más bien poco. El evangelio de Jesucristo es el mensaje más grande y más elevado que podemos escuchar en este mundo, no hay nada que lo supere.

    Pero, precisamente por ello, es muy exigente: amad a vuestros enemigos, sed perfectos como lo es vuestro Padre, dad la vida unos por otros, amaos como yo os he amado… el listón que pone Jesús es bien alto. Estamos en permanente conversión, toda la vida.

    Hace falta valentía y fortaleza para optar por el seguimiento de Jesús en este mundo y a ello invita la Palabra de Dios de hoy.

    Comenzando por el ejemplo del profeta Jeremías, al que le toca llevar a sus paisanos un mensaje incomodo: en un momento de guerras y amenazas por las potencias extranjeras les pide no resistir, confiar en Yahvé Dios y no en su potencia militar. A causa de este mensaje es señalado como un enemigo público que desmoraliza y condenado a ser tirado a un foso. Pero el profeta sigue confiando en Dios porque ha hecho lo que se le ha encomendado.

    La Carta a los Hebreos nos dice que corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y el pecado que nos asedia. Cada uno tiene su propia carrera que hacer, su propia lucha: la vida de familia, la vocación, el trabajo, el compromiso con una misión, las enfermedades y la soledad… hay que esforzarse para seguir adelante sin abandonar.

    Y hacerlo con la mirada puesta en Jesús, que llevó adelante el plan de salvación del Padre hasta dar la vida por nosotros, soportando todo con amor, incluso morir en la cruz.

    Dice San Pablo que, si los atletas se esfuerzan y se privan de tantas cosas por una corona, por una copa o un trofeo, cuanto más nosotros debemos mantener con ilusión y fortaleza la carrera de la fe si lo que nos espera al final es la recompensa de la salvación y la vida eterna.

    Vivir el evangelio de Jesús con coherencia, digámoslo una vez más, no es cómodo ni fácil. Si nos resulta cómodo y fácil, ¿no será porque lo adaptamos a nuestra conveniencia y lo rebajamos a nuestro gusto?

    Así tenemos paz, sí, pero puede ser una paz falsa, superficial, en la que no hay verdad. Jesús nos dice en el evangelio que él no ha venido a traer esa paz cómoda y falsa. Y que la fe coherente puede traer fuego y división, a veces hasta con los más cercanos.

    En muchos países del mundo hacerse cristiano implica ser rechazado por los de la propia familia. Y, entre nosotros, ocurre tantas veces que un joven que manifiesta que quiere ser sacerdote o religiosa sufre la incomprensión de los suyos, que quizás soñaban un futuro más brillante según el mundo. Por tanto, este evangelio de Jesús se sigue cumpliendo, tal cual, a día de hoy.

    Pidamos para todos nosotros hoy la fortaleza y la valentía de la fe. Que no hagamos un Evangelio a nuestra medida, cómodo y aguado, sino que tratemos de correr la carrera que nos toca sin perder el ánimo, levantándonos tantas veces como nos caigamos.

 


jueves, 7 de agosto de 2025

DOMINGO XIX TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 VIVID CON LA CINTURA CEÑIDA Y LA LÁMPARA ENCENDIDA

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    El tema central de la Palabra de Dios de este domingo es la Fe, que va unida a la Esperanza. La Fe, la Esperanza y la Caridad son las tres virtudes que llamamos en la fe cristiana virtudes teologales porque vienen de Dios, Dios las tiene en grado sumo y, al vivirlas nosotros, nos asemejan a Dios, ya que somos su imagen y semejanza.

    La primera lectura, tomada del Libro de la Sabiduría y la segunda, que es de la Carta a los Hebreos, recuerdan la fe de los grandes personajes bíblicos: figuras como Abraham, que ya ha aparecido en las lecturas de domingos anteriores, Sara, Isaac, Jacob, son destacadas por su profunda fe.

    Para todos ellos la fe fue, sobre todo, la confianza en Dios aún sin tener certezas. Se fiaron de las promesas de Dios y vivieron en permanente amistad con Él, confiando en que se cumplirían tal y cómo se les había anunciado.

    Las dificultades de sus vidas, que fueron muchas y grandes, como salir de su tierra, vivir como extranjeros en tierra extraña, esperar descendencia en la vejez, las supieron llevar sin perder el ánimo, porque mantenían su confianza en Dios.

    Dice la Palabra: “la fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”. Un día cruzaremos el umbral de esta vida terrena, pasando a través de la muerte y, si Dios quiere, veremos entonces con claridad lo que ahora solo esperamos: la vida eterna, el abrazo de Dios, vivir en Él, el cielo. Y creer en todo esto, nos ayuda ya a vivir este tiempo terreno con sus alegrías y con sus penas, con sus ilusiones y, también, con sus cansancios.

    No es lo mismo, ni mucho menos, vivir con fe que vivir sin ella. Vivir con fe nos da fortaleza, ánimo, confianza. Cuantas personas dicen de corazón: “Con lo que yo he pasado en esta vida, si no me hubiese sostenido la fe, me habría hundido”. Es verdad que la fe nos ayuda a vivir; hasta los médicos dicen que un paciente con fe lleva de otra manera los dolores de una enfermedad grave.

    Creer ayuda siempre a vivir y nos hace bien. Porque creer no es solo admitir las verdades de fe que profesamos en el Credo, o practicar el culto cristiano. Es vivir con confianza y con esperanza, sabiendo que somos peregrinos y huéspedes en la tierra, como dice la lectura segunda.

    El que tiene el don de la fe se siente peregrino en la vida porque espera alcanzar la meta de la vida eterna y feliz. En cambio, el que no tiene fe puede sentirse en la vida como un vagabundo: la vida le va llevando adelante, pero no sabe si va a algún sitio, si le espera algo más allá de esto.

    Tenemos que darle gracias a Dios cada día por el regalo de la fe, pedirle que nos la aumente y cuidarla y cultivarla con la comunidad cristiana, con la Iglesia. Porque no peregrinamos solos, vamos con otros y nos necesitamos.

    “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”, nos dice Jesús en el evangelio. Somos peregrinos por fe y debemos caminar sin temor. Siempre con la lámpara de la fe encendida y con la cintura ceñida, es decir, listos para servir a quien lo necesite y para recibir la visita de Dios.

    La parábola del ladrón que llega en la noche es una invitación a caminar despiertos, a estar en vela y vigilancia, sin dormirse ni olvidar hacia dónde vamos. Estad preparados…

    Desde luego que el Señor no es un ladrón al que temer porque asalta la casa de noche. El mensaje es: vivid despiertos, estad preparados, y no penséis que el Señor se retrasa o que no vendrá. Ha de llegar y recompensará amorosamente a los que hayan vivido esperándole con ilusión y responsabilidad.

    “Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá”. Y nosotros somos de los que han recibido mucho: el bautismo desde niños, la educación cristiana, el ejemplo de muchas personas buenas y de fe, la Palabra de Dios, los sacramentos de la Iglesia…

    Se nos confía mucho para que demos fruto abundante.

 


14 septiembre: FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

  HEMOS DE GLORIARNOS EN LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA      Hoy el ritmo normal de los domingos del tiempo o...