GRACIAS A LA CONSTANCIA SALVARÉIS LA VIDA
Hoy es el
penúltimo domingo del año litúrgico. Vamos concluyendo la celebración de los
misterios de la vida del Señor en el curso de un año, con sus diferentes
tiempos, adviento, navidad, cuaresma, pascua, tiempo ordinario, y sus numerosas
fiestas y solemnidades.
Estar ya
al final del año cristiano es algo que se nota mucho en estas lecturas de la
Palabra de Dios: nos hablan del final de los tiempos y del seguro regreso de
Cristo, lleno de gloria, como juez y rey de todo y de todos.
Puede que
en tiempos pasados se abusara de estos mensajes, llamados apocalípticos, para
causar miedo, aunque se hiciese buscando un buen propósito: que los cristianos
se tomasen más en serio la fe y abandonasen el pecado para volver a Dios.
Hoy en
día, por aquello de que nos movemos como los péndulos de un lado al otro, hemos
pasado al extremo contrario: no hablamos, ni predicamos, sobre la muerte, la
vida eterna, el juicio, el fin inevitable de lo que existe. Y, así, terminamos
creyéndonos incluso los cristianos que estamos aquí para siempre, que lo que
existe no tendrá un final. Esto es una falsa confianza de ilusos.
Algo
parecido les pasaba a aquellos a los que habla Jesús. Hoy confiamos ciegamente
en la ciencia, en la técnica y la Inteligencia artificial, creyendo que nos
resolverán pronto todos los problemas e incluso nos harán inmortales. A los
judíos les infundía una confianza ciega el hecho de tener en Jerusalén el
templo, la morada de Dios en la tierra. Mientras tuviesen aquel magnífico
templo, con su belleza y sus sacrificios a Yahvé día y noche, no había nada que
temer para Israel.
Pues Jesús
les dice: “no quedará piedra sobre piedra de este templo”. Porque, aunque sea
un templo santo, no deja de ser una obra humana, y todas las obras humanas,
antes o después, desaparecen. Todo pasa y solo Dios permanece. Aquel anuncio de
la destrucción de su orgullo nacional debía ser un mazazo para los que
escuchaban: si el templo desaparecía, las seguridades del pueblo también
desaparecían.
¿Cuándo
sucederá todo eso? Es la pregunta que se han hecho desde siempre los creyentes.
Y muchos han engañado con unas fechas u otras; ya Jesús nos previno para que no
nos dejásemos engañar por los que dicen venir en su nombre anunciando el fin de
todo. Él tampoco le puso fecha. Lo que quiso enseñarnos, en cambio, es cómo
afrontar las dificultades que vienen continuamente. Eso nos enseña el evangelio
de hoy:
No tengáis
pánico: hoy cunde el pesimismo, flota en el ambiente y llena
las conversaciones. Estamos cansados y, muchas veces, agobiados por tantas malas
noticias. No tengáis miedo porque estoy con vosotros, dice Jesús. Tenemos que
meternos estas palabras en la mente y en el corazón, porque, si no, el
pesimismo puede llevarnos a la desesperación y a la depresión.
Cuando os
odien y persigan por mi causa no os dejaré solos:
nunca ha sido fácil ser cristiano de verdad, pero en este tiempo parece que es
ir a contracorriente de muchos. No estamos solos y el Señor nos dará palabras y
sabiduría con las que poder defender el evangelio aun en los peores contextos.
Os servirá
de ocasión para dar testimonio: en las
crisis y dificultades es cuando los discípulos de Jesús estamos llamados a dar
el mejor testimonio. Cuando la gente parece estar tan perdida, no lo estemos
también nosotros: agarrémonos más fuerte que nunca a nuestra fe y ayudaremos a
muchos a encontrar respuestas seguras en Dios.
Perseverad
y salvaréis vuestras almas: no seamos veletas, que se mueven según
el viento de cada momento. Perseverar es permanecer: sigamos viviendo la fe
cristiana que se nos ha anunciado, celebrándola en comunidad, testimoniándola
con nuestro modo de vivir… y que piense el mundo lo que quiera.
Claro que
el mundo y lo que conocemos se terminará un día. ¿Cuándo? Solo lo sabe Dios. Lo
que nos ha dicho bien claro es cómo debemos actuar en las crisis, las de ahora
y las que pueden llegar en el futuro. Sabemos que ese futuro está en las manos
providentes de Dios y que, aunque respeta la libertad del hombre para ir
construyendo el presente, ha de traer un sol de justicia verdadera que nos
iluminará y salvará.
El fin de
la historia será de salvación. Lo más importante es cómo estamos viviendo el
tiempo presente que Dios nos concede.
Hoy
celebramos la Jornada Mundial de los Pobres. No olvidemos que en el juicio por
el que debemos pasar será esencial responder si vivimos o no el amor fraterno,
si supimos reconocer la presencia de Jesucristo en los pobres y en los que
sufren o si, al contrario, permanecimos indiferentes ante ellos.





