SOIS EL TEMPLO DE DIOS
COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
Hoy en todas las parroquias y
capillas del mundo se celebra la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de san
Juan de Letrán. Fue el primer templo construido por la Iglesia, dedicado a Cristo
Salvador, cuando los cristianos dejaron de estar perseguidos y pudieron
comenzar a vivir libremente su fe.
Se la llama la Catedral del Papa,
el obispo de Roma, y la madre de todas las iglesias cristianas, por ser la
primera y la más importante.
Las lecturas que nos propone la
fiesta litúrgica de hoy son muy interesantes para considerar el significado que
tiene el templo para la fe cristiana. El templo es la imagen más repetida en
todas las lecturas de hoy.
El profeta Ezequiel contempla en
visión a un hombre, que podría ser Jesucristo, que le va guiando por el
Santuario, el Templo, la Casa de Dios entre los hombres. Pero ese templo que
contempla, ya no es simplemente el edificio de piedras construido en Jerusalén.
Porque de él brotan unas corrientes misteriosas de agua que van dando vida a su
paso, que sanan las tierras y los mares que parecían muertos, llenándolos de
vida y de vegetación. Los árboles frutales que crecen a las orillas de aquellas
aguas del santuario, no se marchitan ni dejan de producir frutos abundantes que
alimentan y hojas que curan.
Es una visión profética, cargada
de simbolismo, que nos conduce directamente al evangelio para poder entender su
significado. Jesús, antes de la Pascua, sube al templo de Jerusalén para la
oración de la fiesta. Pero aquel lugar, que debía ser una casa de oración, para
el encuentro con Dios y de los hombres y mujeres entre sí, se ha ido
convirtiendo en un lugar de comercio.
Las monedas se cambian, para no
introducir monedas de paganos en el templo, y los animales se venden para los
sacrificios que no cesan. Quien puede más compra un buey, quien no tanto una
oveja, y quien no puede apenas una simple paloma. Hay negocio, hay lucro, hay
desigualdad… precisamente allí, en el lugar más santo de todos, en la casa de
Dios en la tierra.
Jesús derriba, destruye,
simbólicamente, todo ese culto sacrificial injusto y adulterado. Y proclama
que, en adelante, habría un nuevo templo y un nuevo y definitivo sacrificio. En
tres días sería levantado ese nuevo templo sobre las ruinas del antiguo: es el
templo de su Cuerpo resucitado que, desde la Pascua, es el único lugar en el
que el hombre puede encontrarse con Dios.
Cristo resucitado es el nuevo templo
que Dios construye para los hombres y nadie encuentra de verdad a Dios si no es
entrando en ese templo: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Y ya no es necesario
derramar la sangre de animales inocentes, porque el sacrificio que nos
reconcilia con el Padre Dios ya lo ha realizado Él en la cruz y se renueva
sacramentalmente en la Eucaristía.
San Pablo saca las conclusiones
de esta maravillosa novedad: si Cristo es el nuevo Templo de Dios, y nosotros
hemos sido incorporados a Él por el bautismo, entonces también nosotros somos
el edificio de Dios. Habitados por el Espíritu Santo somos verdadero templo de
Dios con Cristo; un templo sagrado, tan sagrado como lo fue el templo de
Jerusalén hasta la llegada del Señor.
“Que cada cual se fije bien de
qué manera construye”, nos dice, advirtiéndonos que en este templo no podemos
ser piedras muertas, tenemos que ser piedras vivas, aportando todos algo al
bien común y a la edificación compartida.
¡Qué bien entendieron todo esto
los primeros cristianos! Cuando por fin pudieron construir su primera
edificación, no se inspiraron en los templos paganos, que eran construcciones
vacías que tenían en el centro la imagen de un dios para que viviera allí, ni
se inspiraron en el templo judío, concebido para hacer sacrificios de animales
y dividido rigurosamente en secciones según la condición de cada uno (judíos,
gentiles, hombres, mujeres, sacerdotes, laicos), sino que hicieron una
basílica.
Las basílicas eran unos edificios
civiles para las reuniones de los ciudadanos. Y los primeros cristianos
pensaron: lo que necesitamos es un edificio donde se reúna toda la comunidad,
la Iglesia (que significa asamblea), porque el templo somos nosotros si estamos
reunidos en el nombre del Señor y Él está en medio de nosotros.
En este día de recuerdo de la
primera iglesia cristiana, la basílica de san Juan de Letrán, celebramos el día
de la Iglesia Diocesana.
El cuerpo de Cristo que vive en
medio del mundo es, en León, nuestra Iglesia Diocesana. Con nuestro obispo Luís
Ángel al frente, como sucesor de los apóstoles, en comunión con el Papa, sucesor
de Pedro, con todas sus parroquias y, en ellas, las comunidades cristianas que,
pastoreadas por un párroco colaborador del Obispo, viven la fe, la esperanza y
la caridad. Nuestra misión es compartida: adelantar el Reino de Dios en este
mundo hasta que Cristo vuelva y lo haga pleno.
Feliz día de la Iglesia Diocesana
a todos los que queremos ser piedras vivas en el Templo nuevo de Jesucristo.





