lunes, 30 de junio de 2025

HORARIOS JULIO 2025

XIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 5 

20 H. VILLAOBISPO (Misa vespertina)

DOMINGO 6

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO (Celebración de la Palabra)

12 H. VILLARRODRIGO 

13 H. VILLANUEVA 


XV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 12

20 H. VILLARRODRIGO (Misa vespertina)

DOMINGO 13

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO

13 H. VILLANUEVA (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO (FIESTA DE LA PARROQUIA)


XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 19 

20 H. VILLANUEVA (Misa vespertina)

DOMINGO 20

11 H. VILLAMOROS

12 H. ROBLEDO 

12 H. VILLARRODRIGO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAOBISPO 


XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO 26

20 H. ROBLEDO (Misa vespertina)

DOMINGO 27

11 H. VILLANUEVA

12 H. VILLARRODRIGO

13 H. VILLAOBISPO (Celebración de la Palabra)

13 H. VILLAMOROS (FIESTA DE LA PARROQUIA)


FIESTAS DE LAS PARROQUIAS: 

DOM. 13 VILLAOBISPO (13 h.): Fiesta (trasladada) de la Anunciación 
DOM. 27 VILLAMOROS (13 h.): Fiesta (trasladada) de Santiago Apóstol



SAN PELAYO MÁRTIR. VILLANUEVA 2025

 

Señor primer teniente de alcalde, concejala, presidente de la Junta Vecinal de Villanueva, feligreses y vecinos.

Nos congregamos un año más en este día de fiesta en honor de San Pelayo.

Es día de fiesta, en primer lugar, porque es el Domingo, el día de la resurrección de Jesucristo que nos congrega en la eucaristía para hablarnos con su Palabra de vida y alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, alimento y bebida de salvación.

Pero, además, porque celebramos la memoria trasladada de este santo tan querido que ejerce su patrocinio sobre nuestro pueblo de Villanueva del Árbol y su parroquia: San Pelayo.

Conocemos su historia. En el tiempo tan duro de las luchas entre reinos cristianos y taifas musulmanas en el territorio español, el aún niño Pelayo es capturado con diez años tras una derrota de las tropas cristianas y trasladado con un gran número de prisioneros a las cárceles del califa de Córdoba. Su tío era Ermogio, el obispo de Tuy, en Galicia.

Aunque intentó reunir la suma del rescate que le pedían por su sobrino Pelayo no lo consiguió y el niño pasó preso tres años. A la edad de trece años, el califa tuvo noticias de la belleza e inteligencia del joven prisionero cristiano y ordenó que lo vistieran con ropas lujosas y lo llevasen a su presencia.

Allí trató de conquistarlo prometiéndole los lujos de la corte califal si abjuraba de su fe cristiana, pero no lo consiguió. Más bien recibió reproches por parte del chico que recibiendo una fortaleza que no podía venir sino de Dios, le dijo claramente: Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras".

Durante varios días siguió asediándole, bien con promesas bien con amenazas. Pero nada consiguió de él porque el joven san Pelayo era como una roca anclada firmemente en Cristo, del cual no quería separarse aún a riesgo de perder su vida.

Al fin, enfurecido, ordenó su tortura y ejecución desmembrándolo con tenazas de hierro y mandó que sus miembros fueran arrojados al rio para que los cristianos no pudieran recoger su cuerpo y darle sepultura como a un mártir, testigo de la fe.

Todo ello lo tenemos muy bien representado en los dibujos de nuestro retablo principal.

Nos separan muchos siglos de aquellos acontecimientos, que nos describen la dureza de la persecución religiosa que, tristemente, tantas veces se ha repetido en nuestra historia. Y que sigue ocurriendo para muchos hermanos nuestros en la fe, a día de hoy, en tantos países del mundo.

Las lecturas que hemos escuchado nos ayudan a comprender mejor el martirio de san Pelayo que hoy celebramos.

En la primera lectura, del segundo libro de los Macabeos, aparece también una persecución contra los creyentes de Israel ordenada por el rey Antíoco. Este rey, que aparece en la memoria de Israel como un rey perverso y enemigo de la fe, quiso que los israelitas se asemejasen a los otros pueblos renunciando a vivir según la Ley de Dios, abandonando la circuncisión y el resto de normas, obligándoles a comer alimentos que consideraban impuros.

Pero, aunque muchos lo aceptaron para no ser perseguidos, hubo quienes se resistieron a ello. Eso describe el pasaje que hemos escuchado: una madre que anima a sus hijos a resistir, a conservar se fe antes que la vida, como hizo san Pelayo.

Lo hacía confiando en la vida eterna que espera a los que permanecen fieles. “No temas a este verdugo, muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia”.

Realmente es un testimonio sobrecogedor de fortaleza y de fe profunda. Esos mártires estaban convencidos de que nuestra patria definitiva no está en este mundo, que pasa, sino en la eternidad junto a Dios. Antes perder esta vida que perder la vida eterna.

Con san Pelayo y con todos esos mártires hemos dicho con el salmo: Pongo mi vida en tus manos, Señor.

Aquellos mártires macabeos actuaban así movidos por la fe en Dios que les daba el Antiguo Testamento. Pero san Pablo, en la segunda lectura, ya nos habla de un motivo más de esperanza en la vida eterna: que Jesucristo ha muerto por nosotros. que ante Dios valemos tanto que ha entregado la vida de su hijo Jesús, muerto en la cruz para nuestra salvación.

Por eso, el apóstol dice: Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? Tengo la certeza de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Las palabras del Señor en el evangelio que acabamos de escuchar son las que sostuvieron al joven san Pelayo en su martirio: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.

Él declaro a Cristo como su salvador valientemente ante sus verdugos y Cristo lo declaró como su amigo y su hijo ante el Padre del cielo. Por eso hoy celebramos su martirio que, como decían los primeros cristianos, no fue el día de su muerte, sino de su nacimiento para el cielo.

De san Pelayo nos sigue inspirando su fe firme, su valentía y su confianza en Dios en medio de las dificultades. La fe no es algo que deba guardarse en lo profundo del corazón; está ahí, sí, pero también debe salir afuera y plasmarse en toda la vida. 

Como dijo el Señor: no se enciende una lámpara para guardarla debajo del celemín, sino para que alumbre a todos los de la casa. Y vosotros sois la sal y la luz del mundo.

Pidamos por su intercesión una fe más viva y activa, que ilumine nuestra vida de familia, de trabajo, de vecinos y que irradie ilusión y esperanza a todos.

Así sea.


jueves, 26 de junio de 2025

SOLEMNIDAD SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES (DOMINGO 29 DE JUNIO)

 CRISTO EDIFICÓ SU IGLESIA SOBRE EL CIMIENTO DE LOS APÓSTOLES


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    En la eucaristía de este domingo celebramos la memoria de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Esta memoria tiene el máximo rango en la liturgia cristiana, que es el de una solemnidad. Por eso prevalece sobre el domingo que normalmente correspondería. No son dos santos cualesquiera los que celebramos; son los dos grandes apóstoles de la Iglesia de Jesucristo, los cimientos del edificio cuya piedra angular es Cristo.

    San Pedro es el pescador de Galilea al que el Señor, pasando por la orilla del lago, llamó por su nombre y le escogió para ser pescador de hombres. Acompañó a Cristo durante los tres años de su vida pública, le escuchó, aprendió de él, compartió su morada y su mesa. En Cesarea de Filipo, como hemos escuchado en el evangelio, fue movido por el Espíritu Santo para reconocer a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

    Ningún otro apóstol supo responder así a la pregunta de Jesús. Sabían lo que decía la gente sobre él, que si era Juan Bautista o que si era un profeta. Pero solo Pedro, inspirado por Dios, acertó a confesar con esa fe tan profunda: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús, entonces, le cambia el nombre: ya no será Simón, sino Pedro-Piedra, porque habrá de ser cimiento y columna sobre la que se sostenga el edificio de la Iglesia.

    Verdaderamente Pedro es una roca firme en la edificación de la Iglesia de Cristo. Lo vemos en el ministerio del Papa, que es el sucesor del apóstol Pedro. Recientemente falleció el Papa Francisco, ahora Dios nos concedió al Papa León XIV. Son personas diferentes, con trayectorias y formas de ser distintas, pero desempeñan un mismo ministerio: el ministerio de la unidad y la cohesión, el ministerio encomendado por Jesucristo a Pedro.

    Jesús confía a Pedro las llaves del reino de los cielos, para abrir y cerrar, para atar y desatar. Así se representa su imagen normalmente, con una gran llave en su mano. Abrir y cerrar el reino de los cielos lo cumple la Iglesia mediante el sacramento del perdón. Reconciliando a los hombres y mujeres en la confesión, la Iglesia abre las puertas del reino de los cielos para todos y desata del poder del pecado y de la muerte.

    En este año jubilar podemos ver claramente como el sucesor de Pedro ejerce ese poder de las llaves al decretar un año jubilar y las condiciones necesarias para alcanzar la indulgencia plenaria.

    San Pablo es el otro gran apóstol que hoy celebramos. Su historia es completamente diferente a la de san Pedro. Pablo no fue escogido por Cristo para compartir vida y misión con él; ni siquiera le llegó a conocer como los otros apóstoles.

    Él era un fariseo radical, empeñado en acabar con aquella peligrosa novedad de los cristianos: perseguía, maltrataba, capturaba, torturaba… todo en el nombre del Dios verdadero de Israel.

    Pero ya sabemos que, yendo de camino, el Señor lo tumbó y lo cegó. Y aunque no había escuchado nunca a Jesucristo, el conocimiento que va a tener de él, la profundidad de su comprensión del evangelio, su identificación con Cristo, va a ser tanta, que nuestra fe no se podría entender sin la aportación de san Pablo.

    De perseguidor pasó a ser el gran apóstol de los gentiles, el anunciador infatigable del Evangelio. Sus trece cartas, las recogidas en el Nuevo Testamento, porque tuvo muchas más, siguen alimentando nuestra fe, nos siguen guiando como lo hicieron con los cristianos de aquellas comunidades primeras.

    La imagen clásica de san Pablo es portando una espada. No solo porque persiguió a espada a los cristianos antes de encontrarse con el Señor resucitado, sino porque su palabra es una espada que penetra corazones y almas en el nombre de Jesús.

    En la segunda lectura de hoy, san Pablo a punto de ser martirizado pasa revista a lo que ha sido su vida. Y puede decir que ha combatido y ha luchado en los esfuerzos misioneros más que nadie. Ha sentido la fuerza de Dios sosteniéndole en tantas tribulaciones, persecuciones y dificultades por causa de Cristo. No ha perdido la fe, sigue aguardando la recompensa eterna.

    Al celebrar hoy la solemnidad de estos dos grandes apóstoles, damos gracias a Dios por ser parte de la Iglesia católica, cimentada sobre los apóstoles que escogió Cristo. En ella tenemos la Palabra, los sacramentos, la sucesión apostólica en los obispos y el ministerio de Pedro que continúa en el Papa.

    Esta bendición conlleva también una responsabilidad para todos los bautizados: la de ser piedras vivas que contribuyen con sus dones, carismas y cualidades para el bien común y para la misión compartida de llevar la Buena Noticia de Jesús a todos.

 



martes, 24 de junio de 2025

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA. ROBLEDO 2025



Sr alcalde, Primer teniente de alcalde,  secretario representante de la Junta vecinal de Robledo, feligreses y hermanos todos:

La fiesta del nacimiento de san Juan Bautista nos vuelve a congregar. El árbol no se seca cuando tiene las raíces bien profundas, resiste fríos y sequias.

Y este árbol de la fe en nuestra parroquia y de la devoción al Bautista tiene unas raíces muy hondas, asentadas en los siglos de la historia de esta comunidad, que siguen dando vitalidad y que producen nuevos brotes, las nuevas generaciones de Robledo que, con ilusión, recogen las tradiciones de sus mayores y las dan nueva vida.

Igual que un árbol sin raíces se seca así le pasa a cualquier comunidad humana, sea una nación o sea un pueblo. Esto no lo digo yo por ser sacerdote, lo dice cualquiera que sea capaz de observar la realidad tal y como es. Recientemente he leído dos testimonios que lo certifican: el sociólogo español Higinio Marín dice que en la sociedad moderna al desaparecer el arraigo en las tradiciones crecen las adicciones. Y el filósofo coreano Byung-Chul Han, que ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, habla del valor de los rituales y las tradiciones para mantener sana y unida una sociedad.

Hoy esa tradición se hace viva al festejar la memoria de san Juan Bautista, de quien el mismo Cristo dijo que no hay un hombre nacido de mujer mayor que él.

Esa grandeza del Bautista la Iglesia la celebra festejando no solo su martirio como con los otros santos, el 29 de agosto, sino también su nacimiento en el día de hoy. Solo de Jesucristo, de la Virgen María y de Juan Bautista se celebra el nacimiento.

Hemos escuchado el relato en el evangelio. Juan nace de Isabel y Zacarías. No nace como Cristo de una mujer y del Espíritu Santo, pero su nacimiento es obra de Dios porque Isabel era anciana y humanamente ya no podía esperar descendencia. Zacarías es sacerdote del templo de Jerusalén y está oficiando su turno de sacrificios en el templo cuando recibe la noticia traída por un ángel de que Dios les concederá el anhelado hijo.

Zacarías no cree como María el anuncio del ángel y se queda mudo hasta su nacimiento. Es el silencio de Zacarías que incluso tiene que escribir el nombre que desea para el hijo en una tablilla. Poner el nombre al hijo era función del padre y significaba reconocerlo como de su descendencia; por eso María no escogió el nombre de Jesús para su hijo, sino que le fue manifestado porque su Padre Dios ya lo había escogido para él.

Juan es el hebreo Yehohanan que significa “Dios ha sido misericordioso”. Los nombres para el pueblo de Israel designan la misión que la persona ha de cumplir, no se eligen por simple gusto como entre nosotros.

Ya antes de nacer Juan será el primer profeta de Jesucristo como vemos en el relato de la Visitación de María a su prima santa Isabel. Aunque el niño aún se estaba formando en su seno, ya da saltos de gozo en el vientre reconociendo que está cerca del Salvador y de su Madre santísima.

Cumplió así lo que dice el profeta Isaías en la primera lectura de hoy: El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre.

Esa misión profética que comenzó desde su concepción la continuará hasta su martirio, preparando a las gentes para el Mesías esperado como voz que clama en el desierto, como luz que prepara a quien es la verdadera luz, Cristo, que dice de sí mismo: “Yo soy la luz, el que me sigue no camina en las tinieblas”.

De san Juan Bautista podemos aprender a ser testigos valientes de Jesucristo y de su Evangelio. Como san Pablo que, en la segunda lectura de hoy, anuncia a los judíos que la historia de la salvación se ha cumplido con Jesús y que ya no deben esperar otro salvador, porque Dios se ha hecho hombre y todas las promesas han tenido ya cumplimiento en él.

De san Juan Bautista podemos aprender también la humildad de hacer con alegría lo que nos toca hacer en favor de los demás, sin necesidad de brillar o de palmadas en la espalda. Cumplir la misión de cada uno cada día y hacerlo con esmero, con alegría, con la satisfacción de mejorar la vida a los que tenemos a nuestro lado.

Feliz fiesta de san Juan Bautista. Que esta raíz profunda no se seque nunca, que dejemos a los niños y jóvenes el testimonio de un pueblo y de una parroquia unidos, en el que cada uno es aceptado y respetado y, a pesar de las diferencias que podamos tener, anteponemos lo que nos une a lo que nos separa.


jueves, 19 de junio de 2025

COMUNICACIÓN DE NUESTRO GRUPO DE CARITAS PARA EL CORPUS 2025

 

COMUNICACIÓN CARITAS DOMINGO 15 JUNIO

Buenos días a todos. El próximo domingo celebraremos la solemnidad del Corpus Christi. Es el día de la Eucaristía y es el día de la Caridad, porque eucaristía y caridad van siempre unidas en la vida del cristiano.

El Señor nos dejó en la última cena el gran regalo de su Cuerpo y de su Sangre, alimento y bebida de salvación. Al recibirle, nos hacemos uno con Él y con el Padre: el que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo vivo en él, nos ha dicho.

En el domingo del Corpus agradeceremos este maravilloso regalo, sin el cual nos faltarían las fuerzas necesarias para seguir el camino de Jesús y para vivir el mandamiento del amor a todos.

Caritas celebra el domingo del Corpus su día especial. El amor que tratamos de llevar a los más necesitados con gestos de ayuda real y concreta brota, precisamente, de la eucaristía.

Os hablamos en nombre del grupo de Caritas de nuestra Unidad Pastoral. Estamos atendiendo a cerca de diez familias en situación de vulnerabilidad de nuestro entorno. Esto no sería posible sin vuestra colaboración generosa en las parroquias. Cada año presentamos las cuentas para que todos podáis ver que la aportación que nos entregáis tiene un buen destino.

Lo que hacemos no lo hacemos en nombre propio, sino en nombre de las comunidades parroquiales de nuestra Unidad Pastoral.

Os pedimos que a la salida recojáis el sobre para la colecta del domingo del Corpus y que colaboréis generosamente para que podamos seguir ayudando a cuantos lo necesiten y llevando esperanza de un futuro mejor para las familias. Mientras haya personas hay esperanza.

Gracias a todos.

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI (ciclo C)

 EUCARISTÍA Y CARIDAD


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy es el domingo del Corpus Christi, del Cuerpo de Cristo, una fiesta que nació para defender, adorar y agradecer, la presencia verdadera de Jesucristo en la Eucaristía.

    Es una presencia permanente y única, como no se da en ningún otro lugar, con la que Cristo cumple la promesa que nos hizo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

    Es cierto que la eucaristía no es la única presencia del Salvador: también está en la palabra del Evangelio, en la comunidad que se reúne en su nombre, en los sacramentos, en cada uno de nosotros… Pero la presencia de Jesucristo en el sacramento del altar es realmente especial: porque está con su Cuerpo y con su Sangre, real y verdaderamente, aunque nuestros sentidos solo logren percibir un poco de pan y un poco de vino.

    Es algo que creemos y que vivimos por la fe. Sabemos que Él no puede engañarnos; si nos ha dicho en la Última Cena “Esto es mi Cuerpo” y “esta es mi sangre”, es porque realmente lo son.

    La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia y la fuente de la que brota todo lo que somos y hacemos como cristianos. Sin Eucaristía no hay Iglesia y, por ello, desde el comienzo las comunidades cristianas se reunieron en el nombre del Señor para repetir los gestos y las palabras de Jesús en la última cena pascual.

    San Pablo nos lo ha recordado en la segunda lectura de hoy: El Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomo pan, pronunció la acción de gracias y dijo… y después de cenar tomó el cáliz diciendo…

    Nos hizo un encargo: “Haced esto en memoria mía”. Nos pidió que siguiésemos reuniéndonos en su nombre, que fuésemos una comunidad de hermanos que se quieren y se cuidan, como sal y luz para el mundo. Y que partamos el pan y repartamos el vino, que son su Cuerpo y su Sangre. Al recibirle a él en la comunión, nos comprometemos a vivir como Él, a darnos a los demás como él lo hizo y lo hace.

    Este domingo del Corpus Christi nos recuerda la presencia de Jesucristo en la eucaristía con su Cuerpo y su Sangre. Pero también nos recuerda una presencia suya muy especial: en los pobres y los necesitados. Por eso hoy es un día muy señalado de Caridad.

    Los obispos españoles, en su mensaje para este día, nos dicen que comulgar con Jesús es comprometerse a ser pan partido y repartido para los hermanos. Somos pan partido y repartido cuando, como Jesús, pensamos más en las necesidades de los demás que en nuestro propio bienestar, y nos ponemos manos a la obra para ayudar, aliviar, acompañar.

    Es lo que hace Jesús en el evangelio que acabamos de escuchar, el relato de la multiplicación de los panes. Él mira y descubre el desvalimiento de aquella multitud: están en un descampado, no han comido ni tienen provisiones, se hace tarde para regresar a sus casas.

    Los discípulos piensan la solución más fácil para ellos “Despídelos y que vayan a buscar comida” o, dicho de otra manera, “Que cada cual se busque la vida”.

    Pero Jesús no les permite desentenderse de la necesidad de los hermanos y les manda “Dadles vosotros de comer”. Con lo poco que cada uno lleva, puesto en común, Jesús hace un milagro de solidaridad compartida.

    El pan se multiplica con su bendición, pero eso no hubiese sido posible si Jesús no les hubiese obligado primero a mirar el sufrimiento y la necesidad de los hermanos y a buscar una solución.

    El lema de la campaña de Caritas de este año dice “Mientras haya personas hay esperanza”. Mientras haya personas que aman, que ayudan, que comparten con generosidad, que se conmueven con el dolor y el sufrimiento de los demás, la esperanza es imposible que se pierda.

    El domingo del Corpus nos pide, como decían los Santos Padres, unir el sacramento del altar y el sacramento del hermano necesitado: Eucaristía y Caridad son inseparables.

 




jueves, 12 de junio de 2025

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (ciclo C)

 DIOS ES AMOR, ES FAMILIA, ES COMUNIÓN

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    El domingo pasado celebrábamos Pentecostés, la fiesta que recuerda la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia apostólica. Con este acontecimiento culminábamos el ciclo de la Pascua: la promesa de Jesucristo se ha cumplido y desde el Padre, al que ha vuelto, envía sobre nosotros el Espíritu Defensor, el Espíritu de la verdad que nos guiará hasta la verdad plena.

    Solamente después de la Pascua, y de conocer al Espíritu Santo, celebramos este domingo de la Santísima Trinidad. Porque si podemos conocer y afirmar algo sobre Dios, es lo que Dios mismo nos ha querido manifestar. Y la manifestación plena de Dios es su Hijo Jesús. Por esto le llamamos también la Palabra de Dios; una Palabra hecha carne humana, con rostro y palabras de hombre, para que podamos conocerle y amarle.


    En el Antiguo Testamento, cuando Moisés le pidió a Dios Yahvé “déjame ver tu rostro”, este le contestó que sólo podía verle de espaldas, porque ningún ser humano puede ver el rostro de Dios, es decir, verle tal cual es.


    Pero el Padre Dios, compadecido del extravío de los hombres, de verles morir en angustia y oscuridad, en la desesperación de no saberse amados ni salvados, ha enviado a su Hijo Unigénito hecho hombre, igual en todo a nosotros, para que le conozcamos de verdad.


    Y este Hijo, Jesús de Nazaret, nos ha hablado del Padre y nos ha dicho como es realmente: es el padre del hijo pródigo, que no olvida nunca a su hijo más perdido y alejado, que le sigue amando, que tiene entrañas de misericordia como las de una madre, que prepara su Reino para cuantos viven el mandamiento del amor, que es venerado y ensalzado solo cuando son cuidados los más pobres y desfavorecidos…


    Y este mismo Hijo, Jesús de Nazaret, nos ha hablado del Espíritu Santo, diciéndonos que es el amor que une al Padre con el Hijo y que, desde ellos, se infunde generosamente, “se derrama en nuestros corazones”, para que sirva a los creyentes de defensa y de maestro interior que les recuerda el evangelio, que les guía, que les defiende, que les ilumina hasta la verdad plena. Y no solo nos ha hablado del Espíritu, sino que nos lo ha comunicado, para que tengamos la misma vida de Dios en nosotros.


    Hablar de la Santísima Trinidad no es hablar de un misterio complicadísimo, que solo entienden los teólogos expertos que se devanan los sesos en cuestiones así. Es, más bien, hablar de Dios tal y como nos lo ha contado el Hijo único de Dios, Jesucristo, que nos ha dicho que Él es uno con el Padre y con el Espíritu Santo.


    En este amor del Dios único y Trinidad hemos sido nosotros bautizados: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hemos quedado unidos para siempre a Dios Trinidad y nuestra vida transcurre marcada por el signo de la Trinidad, como expresamos cada vez que hacemos la señal de la cruz.


    Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, que no es una fuerza solitaria, extraña y alejada, sino que es familia y comunión, amor y encuentro entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.


    Por eso necesitamos, tanto como el aire o el alimento,  el encuentro, el diálogo, la comunión, el amor, la familia. Porque no fuimos creados a imagen de un dios solitario, sino de un Dios Trinidad, que es familia, diálogo, encuentro, amor.


    El amor de la Santísima Trinidad siempre será nuestra mejor inspiración para nuestra vida en la sociedad humana y en la Iglesia. Es un amor entre diferentes, que se hacen unidad sin anular sus diferencias, sino enriqueciéndose con ellas. 


    Tantas veces en la sociedad o en los grupos de Iglesia las diferencias de las personas son vistas como inconvenientes o peligros. Parece que si no pensamos igual, si no creemos igual, si no queremos lo mismo o funcionamos con los mismos valores, no podemos estar juntos... El amor de la Santísima Trinidad nos muestra que es posible la unidad entre diferentes, que no por ser uno tenemos que anular las diferencias del otro.


    En este domingo de la Santísima Trinidad celebramos la jornada de la Vida Contemplativa. Cuando tantos de nuestra sociedad se han convencido de que ya no necesitan conocer a Dios, y de que Dios no es necesario para sus vidas, los monjes y monjas contemplativos, que viven solo para Dios y se realizan viviendo así, son un reclamo y una provocación permanentes.


    Los contemplativos, como las religiosas que viven en los conventos de clausura de nuestra diócesis de León, nos recuerdan a todos que Dios es lo primero y lo esencial de la vida, y que solamente la vida con Dios es la vida plena, la que más merece la pena. 


    No olvidemos su mensaje, ni olvidemos que están siempre rezando por nosotros, que mantienen la lámpara de la fe permanentemente encendida.


HORARIOS JULIO 2025

XIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO SÁBADO 5  20 H. VILLAOBISPO (Misa vespertina) DOMINGO 6 11 H. VILLAMOROS 12 H. ROBLEDO (Celebración de la Pal...