ORGANIZADO POR EL CONSEJO LOCAL AMM DE NUESTRA UNIDAD PASTORAL
IGLESIA PARROQUIAL DE VILLAOBISPO
JUEVES 24 Y VIERNES 25 NOVIEMBRE
17:30 SANTO ROSARIO
18:00 EUCARISTÍA
SÁBADO 26 NOVIEMBRE
12:30 SANTO ROSARIO
13:00 MISA DE LA FIESTA DE LA VIRGEN MILAGROSA
HOMILÍA DE LA FIESTA
Queridas asociadas de la Medalla
Milagrosa, hermanos y hermanas todos que estamos hoy reunidos aquí, traídos por
la devoción y el cariño a la Virgen Milagrosa, devoción asentada en nuestros
pueblos desde hace ya tanto tiempo.
Nos hemos venido preparando con este
Triduo, preparado con esmero como siempre por la Asociación. La Asociación
cumple un papel importante, aunque sea sencillo, en la misión de nuestra Unidad
Pastoral: cuida de las capillas domiciliarias, que llevan la presencia de la
Virgen a muchas casas de estos pueblos de Villaobispo y Villarrodrigo, y,
además, la vida de amistad de la asociación ayuda a las que formáis parte de
ella a vivir la fe. Con lo que recaudan las capillas en las casas, cada año se
apoya la labor de nuestra Caritas de la Unidad Pastoral y otros proyectos de
solidaridad.
En este día de la fiesta, yo doy
gracias a Dios y os invito a darlas por la tarea, sencilla pero importante, que
cumple la Asociación de la Medalla Milagrosa. Y pidamos para que esta crezca,
que haya también otras personas devotas de la Virgen que quieren poner sus
talentos, y un poco de su tiempo, al servicio de esta misión.
Apareció una figura portentosa en el
cielo. Así comienza la visión del Apocalipsis que hemos escuchado como primera
lectura. Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce
estrellas. Es la imagen de la Inmaculada Concepción que tenemos en nuestras
iglesias y es la imagen que santa Catalina Labouré contempla en sus encuentros
con la Virgen que dan origen a la devoción de la Medalla Milagrosa.
Pero qué duda cabe de que la
Santísima Virgen quiso manifestar algo más a Santa Catalina cuando la hace ver
la imagen de ella que en la medalla debería ser acuñada y llevada con fe.
¿Qué vio Catalina en el anverso y en
el reverso de la medalla?… – Según sus escritos, la Santísima Virgen llevaba un
vestido liso de seda blanco-aurora sin costura; un velo blanco que le cubría la
cabeza y le descendía por ambos lados hasta los pies; sobre su cabello liso,
una especie de pañoleta. Tenía el rostro bastante descubierto y sus ojos tan
pronto se elevaban al cielo como miraban a la tierra; en sus manos elevadas a
la altura del estómago de una manera muy natural llevaba una esfera o globo,
con una crucecita de oro encima, que representaba al mundo, ofrecido por ella a
Nuestro Señor, y sus pies se apoyaban en la mitad de otro globo sobre la cabeza
de una serpiente de color verdoso con manchas amarillas (…) De pronto, los
dedos de aquellas manos que sostenían y ofrecían al mundo se llenaron de
anillos y piedras preciosas, de las que salían rayos de luz, siempre
extendiéndose hasta llenar la parte baja, de modo que ya no se podían ver sus
pies; en lo alto del cuadro, un poco ovalado, había estas palabras: “Oh María,
sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos”.
Al mismo tiempo, Catalina escuchó
también: «Este globo que ves representa al mundo entero y a cada persona en
particular; estos rayos de luz son el símbolo de las gracias que distribuyo a las
personas que me las piden».
La medalla expresa el papel de María
en toda la historia de salvación, desde el principio –expresado en el Génesis–
hasta el final –visto en el Apocalipsis: es la mujer que manifiesta su victoria
sobre la serpiente, es decir, sobre el mal que es victoria ante todo de
Jesucristo, pero también de su madre María. Las doce estrellas simbolizan las
doce tribus de Israel y la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.
La M y la cruz unidas porque la
verdadera devoción a María siempre nos conduce a Jesucristo su Hijo y nos
repite las palabras que dijo en Caná a los servidores: Haced lo que él os diga.
Sí, no perdamos nunca de vista esto:
la verdadera devoción a la Virgen siempre nos lleva a su hijo Jesucristo. Toda
la vida de María está referida a Jesús, es una Madre a la que da sentido su
hijo. La Virgen María es la que acoge la Palabra de Dios y la deja fructificar
en su seno, es la que después está acompañando desde la lejanía la vida pública
de Jesús, y desde la cercanía acompaña su pasión y lo acoge muerto en su seno,
la que se llena de alegría porque ha resucitado y la que después de la
ascensión acompaña a los discípulos en Pentecostés mientras reciben el Espíritu
para continuar la misión que les encarga el Señor.
No hay un pasaje de la vida de la
Virgen que no haga referencia a Jesús, porque ella es la primera y la más
perfecta discípula de su Hijo.
Por eso, “haced lo que él os diga”,
si queremos obedecer a la Virgen nuestra Madre de la Medalla Milagrosa, tenemos
que querer y escuchar a su Hijo Jesús, acoger con otros su Palabra de Vida,
compartir la fe con los hermanos y participar de la misión de la Iglesia con
nuestros recursos y capacidades.
Vamos a confiar a nuestra madre del
cielo en esta advocación querida de la Medalla Milagrosa, especialmente dos
intenciones, que han estado presentes en nuestro Triduo:
La primera es su intercesión por el
mundo en esta situación difícil de la pandemia que no termina de dejarnos. No
olvidemos a aquellos países a los que no llegan ni las vacunas ni los remedios
sanitarios, no olvidemos a aquellos hermanos nuestros que más sufren. Que
pronto sea vencida esta plaga. Y a esta plaga se ha unido otra, aún peor,
porque es provocada por la maldad humana: la guerra. Invocamos a María, Reina
de la Paz para que deje de derramarse sangre inocente de hermanos y el diálogo
reemplace al estruendo de los cañones y fusiles.
La segunda intención es por la
Iglesia. Le pedimos a ella, Madre y auxilio de los cristianos que guie a la
comunidad cristiana en su proceso de renovación sinodal, a fin de que logremos
ser sal y luz, fermento del Evangelio en este mundo que tanto lo necesita.
Pedimos esto para la iglesia universal y también para nuestra Unidad Pastoral,
que nos sintamos hermanos entre los distintos pueblos, nos queramos y nos
apoyemos.
“¡Oh María sin pecado
concebida!, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
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