viernes, 16 de septiembre de 2022

DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 NO PODÉIS SERVIR A DOS SEÑORES


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Los discípulos y amigos de Jesús vivimos en medio del mundo. Y es en él, en nuestras actividades cotidianas, en nuestras vidas, donde debemos dar testimonio de la fe, intentando vivir el evangelio e imitando a Jesús. De esto nos habla la Palabra de Dios en este domingo.

Si redujéramos la vida cristiana a este tiempo breve en que celebramos la fe una vez por semana, pero luego nuestras actitudes, valores y modos de actuación, en relación con las cosas y con las personas, no tuviesen nada que ver con el Evangelio… seríamos practicantes, pero no creyentes.

Igual que no se puede ser creyente sin practicar y celebrar, tampoco se puede celebrar sin tratar de vivir, al salir del templo, lo que aquí escuchamos y rezamos. Nuestra vida cotidiana es la que tiene que demostrar que rezamos y celebramos de verdad. Porque lo contrario es un culto vacío que no llega a Dios.

El profeta Amós, en la primera lectura de hoy, denuncia esa práctica religiosa falsa, en la que se reza y sacrifica en el templo y se guarda el día sagrado del sábado, pero lo que realmente se está esperando es que pase pronto para poder defraudar y maltratar al pobre.

¿Puede acaso uno alabar a Dios en el templo y maltratar, al mismo tiempo, al hermano, que es una presencia de Dios? Está claro que no; no puede haber una contradicción tan grande entre lo que se dice en el templo y lo que, al salir, se hace en la vida cotidiana.

Un discípulo de Jesús lo es siempre, aunque sea con pecados y fallos, que esos los tendremos siempre todos.

El apóstol Pablo pide que los cristianos recen por la sociedad en la que viven y por sus dirigentes, para que todos podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con piedad y respeto. No rezamos solo por nosotros, rezamos por todos los que viven en nuestra sociedad, los cercanos y los lejanos, los semejantes a nosotros y los diferentes. También por nuestras autoridades, sean del color que sean, comprometiéndonos a construir una sociedad mejor en lo que dependa de nosotros.

Si hay alguien que está obligado a ser buen ciudadano, a no defraudar impuestos, a acatar las leyes justas con honradez, a ser pacífico y respetuoso, es precisamente un discípulo de Jesucristo.

Porque, como dice el Señor en el evangelio, si no somos fieles y justos en el uso de los bienes temporales, ¿Cómo se nos van a confiar los eternos? “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel”.

Los cristianos no podemos servir a dos señores, solo a Dios. Y esto, dentro y fuera de la Iglesia, alabando a Dios con una vida honrada y sencilla, como el Señor nos pide. Buenos creyentes y buenos con-ciudadanos

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