viernes, 24 de junio de 2022

DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

VUESTRA VOCACIÓN ES LA LIBERTAD


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Podemos resumir diciendo que hoy la Palabra de Dios nos habla de la libertad. La libertad es esa gran cualidad que nos identifica como seres humanos, el don más precioso cuando se pierde, del que mucho hablamos y, por tanto hablar de él, abusamos y malinterpretamos.

    La libertad es imprescindible para la fe y, consecuentemente, para el discipulado. Jesús no obliga a nadie a seguirle, no impone ni aplasta; llama, espera y respeta. No quiere discípulos ni apóstoles a la fuerza. Cuando la Iglesia, siglos atrás, ha pensado que podía hacer cristianos a la fuerza, porque así se salvarían, aunque no quisieran, se equivocó gravemente y actuó contra el espíritu auténtico del Evangelio.

    Si preguntamos a cualquiera por la calle “¿Tú eres libre?”, prácticamente la respuesta de todos será: “Por supuesto que soy libre, puedo ir y venir a donde quiera, y emplear mi tiempo como me parezca”. Pero, profundizando un poco más… ¿de verdad somos tan libres como decimos serlo? Porque la libertad es más que poder ir y venir; es la ausencia de las ataduras que nos impiden elegir lo mejor, lo que nos hace más humanos, lo que nos plenifica… y esas ataduras no están siempre afuera, las podemos llevar bien arraigadas dentro.

    La Palabra de Dios de este domingo nos presenta en la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento, a Elías el profeta y a un hebreo llamado Eliseo. Elías va a al encuentro de Eliseo y lo encuentra labrando sus grandes campos con un poderoso y abundante número de bueyes. Hoy ya no se cultiva así, pero, para nosotros, es una imagen que sigue valiendo: Eliseo es rico, es poderoso en bienes, pero va por el surco... y no puede salirse de él.

    Hace lo que se espera de un hombre de su condición y riqueza. ¿Eliseo conduce los bueyes o los bueyes llevan a Eliseo por el surco? Iría pensando, mientras araba, en cuanto trabajo le quedaba, en la próxima cosecha, en cómo almacenarla, a qué precio la vendería, cómo guardaría los dineros que le producirían…

    En definitiva, va por el surco de la vida, de su vida, metido en sus cosas y sin poder salirse de ellas. Y la llamada de Dios, por medio del profeta Elías, que le echa el manto encima, lo descoloca, lo trastorna, lo saca del surco. Cuando Eliseo sacrifica los bueyes y quema los yugos, está recobrando radicalmente su libertad para empezar a vivir de otro modo.

    Hay muchas personas a las que, desgraciadamente, les falta el empleo. Y otras, en cambio, que viven para el trabajo y esto les impide estar con su familia, dedicarse a sus hijos, cuidar a sus padres, tener tiempo para Dios y para vivir la fe y la solidaridad. Están en el surco sin salirse de él, arrastrados como Eliseo por sus propios bueyes.

    Dice san Pablo en la segunda lectura: “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Vuestra vocación es la libertad”.

    Jesús quiere para nosotros, sus amigos y discípulos, una libertad plena. No nos quiere esclavos, sino libres, esta es nuestra vocación y llamada. Porque sin libertad, exterior e interior, no se puede responder a su llamada ni se puede trabajar por el Reino de Dios.

    Nos puede llamar mucho la atención cómo responde Jesús a aquellos que quieren seguirle en el evangelio de hoy. Quieren seguirle, hacerse discípulos suyos, pero están atados. Jesús les pide que sean libres de todo para seguirle, incluso de lo que más vale para ellos.

    Evidentemente que no se trata de romper los vínculos de la familia, de romper con todo y con todos, porque el mismo Jesús vivía con las familias y disfrutaba de su amistad y hospitalidad. Pero sí de reordenar las prioridades, sabiendo que por el bautismo tenemos también otra familia, la de los hijos de Dios, la comunidad de discípulos, la Iglesia. Y que la familia de la sangre no debe ser la única que cuidemos y por la que nos esforcemos, sino también por la familia más amplia de los hijos de Dios.

    Hoy la Palabra de Dios nos pregunta: ¿eres libre con la libertad de un hijo de Dios y de un discípulo de Jesús? ¿Te atreves a dejar que la llamada de Dios te desinstale, te pida cambiar, te saque del surco?

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