Estamos celebrando el domingo segundo
después de Navidad. Y todo el ciclo de la Navidad, como el de la Pascua, es una
catequesis completa en la que, guiados por la Palabra de Dios y llevados por el
ritmo de las celebraciones litúrgicas, vamos profundizando en el misterio de la
Encarnación.
Y decimos que es un Misterio, en el
sentido de que, por más que hablemos de la Navidad y la representemos visiblemente
con los belenes y con las imágenes tiernas del Niño Jesús, lo que ha sucedido en
ella es algo que nos sobrepasa y que no podemos abarcar en absoluto.
Este segundo domingo es un paso más
en ese deseo de profundizar en el misterio del maravilloso intercambio: Dios se
hace un hombre como nosotros para que nosotros podamos entrar en la familia de
Dios como hijos e hijas amados.
En la primera lectura que se nos
acaba de proclamar, tomada del Antiguo Testamento, se presenta la Sabiduría
como una enviada de Dios que, por deseo de este, viene a habitar en medio de su
pueblo, a poner su morada entre los hombres. Es una sabiduría que brota de
Dios, que no tiene principio, que existe desde siempre, que se hace amiga de
los hombres, que comparte su existencia para hacerles el bien.
Esa sabiduría de la Biblia, que viene
a habitar entre los hombres y se regala a quienes la acogen de corazón, no es
una acumulación de conocimientos, como cuando nosotros decimos que una persona
es sabia en tal o cual campo. Es, sobre
todo, saber vivir rectamente ante Dios, saber vivir según su voluntad. Es
bendita la sabiduría de Dios, ensalzada por los hombres y mujeres de buena
voluntad, porque produce bien y alegría, sus frutos son de justicia y paz.
¡Qué importante es pedirle a Dios el
don de la sabiduría para poder vivir como él espera que vivamos! Con tantos
medios de comunicación al alcance de la mano, con tanta información disponible
con solo tocar el móvil que llevamos permanentemente encima…. Y no por ello
somos más sabios. Más bien, tantas veces, nos quejamos de que estamos confusos
con tanta información, que no sabemos separar lo importante de lo accesorio,
que no sabemos distinguir lo verdadero de lo falso….
Pidamos el don de la Sabiduría para
este nuevo año que acabamos de estrenar. Para que, con ella, no vivamos en las
sombras, sino en la luz, no vivamos en la mentira sino en la verdad, no vivamos
en la confusión, sino en la claridad….
Nos deseamos de corazón unos a otros,
para este nuevo año, lo mismo que les desea san Pablo a los cristianos de Éfeso
en la carta que hoy hemos leído: “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo.
Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza
a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”.
Un camino seguro para vivir la vida con
la Sabiduría de Dios lo tenemos al alcance de la mano: es acoger su Palabra. El
evangelio de hoy es el mismo que escuchamos el día de la Navidad: el comienzo
del evangelio según san Juan. En lugar de hablar del nacimiento de Jesús, del
parto de María, de la adoración de los pastores y los magos, nos invita a mirar
en profundidad qué es lo que acontece: el Verbo, la Palabra de Dios, que trae
la luz y la sabiduría de Dios, ha venido al mundo para alumbrar a todo hombre.
Jesús es la Palabra de Dios hecha
carne. Todo lo que Dios necesita decirnos acerca de él, acerca de nosotros, nos
lo dice ya en su Hijo Jesucristo. No necesitamos preguntarle nada más, nos lo
ha dicho todo…
Acoger la Palabra de Dios es acoger a
Jesús, la Palabra, y es acoger a Dios que nos lo envía. Pensemos un poco: ¿Cómo acogemos la Palabra de Dios en las celebraciones de la iglesia?, ¿con unos
oídos, una mente y un corazón abiertos o, por el contrario, con desgana, con
desinterés, con rutina? Porque dice el evangelista que la Palabra vino a los
suyos y los suyos, que somos también nosotros, no la recibieron.
Durante esta Navidad, ¿la Palabra de
Dios está presente en nuestras casas, en nuestras reuniones de familia?
¿aprovechamos que están los niños en casa para enseñarles el sentido de lo que
celebramos, para rezar con ellos en torno al Belén, para leer juntos el relato
del Nacimiento en los evangelios?
A cuantos reciben a esta Palabra les
da poder de ser hijos de Dios, que es lo más grande y bonito a que podemos
aspirar. Pidamos la sabiduría y busquémosla acogiendo la Palabra.
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