sábado, 27 de febrero de 2021

Segundo Domingo de Cuaresma (Ciclo B)



 COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Estamos ya en el segundo domingo de la Cuaresma. Y cada uno de estos cinco domingos tiene un significado muy importante.

El primero fue el situaba a Jesús en el desierto. Allí, como hombre igual a nosotros, es tentado y vence las pruebas con la Palabra de Dios. Así nos enseña que es posible luchar contra el pecado, que no hay que tirar la toalla ni resignarse, porque la conversión, con la ayuda de Dios y su fuerza, es posible.

En este segundo domingo la escena es la Transfiguración; se trata de un adelanto de la Pascua. Ya que la Cuaresma es una preparación intensa para la Pascua, en este domingo se nos muestra que toda la lucha que hace Jesús contra el pecado y la muerte tiene pleno sentido, ya que al final la victoria es de la verdad, de la resurrección, de la vida.

Contemplamos juntos esta escena. Ocurre en el monte Tabor, el único que se alza en la llanura de Galilea. La montaña en la Biblia, como en otras tradiciones religiosas, es lugar de encuentro con Dios, ya que está más cerca del cielo, el hombre se siente allí más conectado con el Creador, más dispuesto a escuchar. Jesús se lleva allí a Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos más cercanos, los que también, más tarde, le acompañarán en la oración dolorosa del Getsemaní.

Se transfigura, es decir, se cambia de figura. Y aparece ante ellos lleno de una luz que no puede ser de este mundo. En realidad, está dejándoles ver lo que, normalmente, oculta su humanidad: que es el Hijo de Dios, que es el Señor y Salvador.

Con él conversan las dos grandes figuras del pueblo de Israel: Moisés, el defensor de la alianza, y Elías, el defensor de la fe en Yahvé como único Dios. Ahora escuchan a Jesús, porque, aun siendo grandes, no eran más que anunciadores del verdadero Mesías, los que preparaban su tiempo.

Pedro, el apóstol más impulsivo, el que será roca de la Iglesia, le pide a Jesús quedarse allí, en ese éxtasis, en ese gozo indescriptible que adelanta el cielo. Quisiera hacer tiendas en el monte, evitar bajar de nuevo a la cruda y dura realidad de la predicación itinerante con pocos éxitos, de las incomprensiones, calumnias y persecuciones.

Pero no puede ser, porque no se puede llegar a la Pascua sin pasar antes por la cruz, no se puede llegar a la felicidad plena de la resurrección sino hay primero muerte y donación, entrega plena. La primera lectura, con la narración de la entrega que hace Abraham de su hijo Isaac nos pone en la pista de esta idea: Abraham aparece como el creyente que lo entrega todo a Dios, que se da a él por completo y le da todo: le dio su pasado, al salir de su tierra y dejar atrás su historia, y le da su futuro, al entregarle a su único hijo, al que había esperado tanto. Abraham se queda sin nada, sólo con la fe, sólo con la confianza que pone en Dios. Ese es el significado último de la prueba del sacrificio de Isaac.

Y si conectamos esta primera lectura con la segunda, san Pablo nos dice que aún mayor que el sacrificio que hizo Abraham, es el sacrificio que ha hecho Dios Padre entregando a su Hijo. Y lo ha hecho por amor a nosotros, para nuestra salvación y vida. Por eso, como Pablo dice, si un Dios así está con nosotros, tan lleno de amor por nosotros, que no duda hasta en dar porque vivamos lo más valioso, a su Hijo, ¿Quién estará contra nosotros?, ¿Qué miedo podemos tener?

Sigamos adelante en el camino cuaresmal hacia la Pascua de Cristo que es también la nuestra. Recordemos que la cruz es el paso a la vida; y esto que se cumplió en la vida de Jesús se cumple en la nuestra: los sufrimientos, las pruebas, las muertes, nunca serán lo definitivo. Dios, que nos ama hasta entregar la vida de su Hijo, tiene algo infinitamente mejor para nosotros.

Para el resto del camino cuaresmal que nos queda, y para que este tiempo pueda ser de verdadera renovación y crecimiento en la fe, la voz del Padre que se oyó desde la nube, nos da el mejor consejo: Este es mi Hijo amado, escuchadlo”.

¿Cómo estamos acogiendo la Palabra de Dios en esta Cuaresma? Como se nos ha propuesto, ¿estamos encontrando algunos ratos en nuestra vida cotidiana para la oración, para hacer silencio, para acoger y escuchar a Dios?

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