viernes, 3 de enero de 2025

SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD

 Y EL VERBO SE HIZO CARNE. Y HEMOS VISTO SU GLORIA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Estamos celebrando el domingo segundo después de Navidad. Todo el ciclo de la Navidad es una catequesis completa en la que, guiados por la Palabra de Dios y por las celebraciones litúrgicas, vamos profundizando en qué supone la encarnación del Salvador.

    Decimos que la encarnación es un Misterio en el sentido de que, por más que hablemos de la Navidad y la representemos visiblemente con los belenes y con las imágenes tiernas del Niño Jesús, lo que ha sucedido en ella es algo que nos sobrepasa y que no podemos abarcar en absoluto.

    Este segundo domingo es un paso más en ese deseo de profundizar en el misterio del maravilloso intercambio: Dios se hace un hombre, como nosotros, para que nosotros podamos entrar en la familia de Dios como hijos e hijas amados.

    En la primera lectura que se nos acaba de proclamar, tomada del Antiguo Testamento, se presenta la Sabiduría personificada, como una enviada de Dios que, por deseo de este, viene a habitar en medio de su pueblo, a poner su morada entre los hombres. Es una sabiduría que brota de Dios, que no tiene principio, que existe desde siempre, que se hace amiga de los hombres, que comparte su existencia y les hace bien.

    Esa sabiduría de la Biblia, que viene a habitar entre los hombres y se regala a quienes la acogen de corazón, no es una acumulación de conocimientos, como cuando nosotros decimos que una persona es sabia en tal o cual campo.  Es, sobre todo, saber vivir rectamente ante Dios, saber vivir según su voluntad. Es bendita la sabiduría de Dios, ensalzada por los hombres y mujeres de buena voluntad, porque produce bien y alegría, sus frutos son de justicia y paz.

    ¡Qué importante es pedirle a Dios el don de la sabiduría, fruto del Espíritu Santo, para poder vivir como él espera que vivamos! Con tantos medios de comunicación al alcance de la mano, con tanta información disponible con solo tocar el móvil que llevamos permanentemente encima…. Y no por ello somos más sabios. Más bien nos quejamos, tantas veces, de que estamos confusos con tanta información, de que no sabemos separar lo importante de lo accesorio, de que ni sabemos distinguir lo verdadero de lo falso…

    Pidamos el don de la Sabiduría divina para este nuevo año que acabamos de estrenar. Para que, con ella, no vivamos en las sombras, sino en la luz, no vivamos en la mentira sino en la verdad, no vivamos en la confusión, sino en la claridad.

    Nos deseamos de corazón unos a otros, para este nuevo año 2025, lo mismo que les desea san Pablo a los cristianos de Éfeso en la carta que hoy hemos leído: “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”.

    Un camino seguro para vivir la vida con la Sabiduría de Dios lo tenemos al alcance de la mano: es acoger su Palabra. El evangelio de hoy es el mismo que escuchamos el día de la Navidad: el comienzo del evangelio según san Juan.

    En lugar de hablar del nacimiento de Jesús, del parto de María, de la adoración de los pastores y los magos, como los otros evangelistas, Juan nos invita a mirar en profundidad qué es lo que acontece allí: el Verbo, la Palabra de Dios, que trae la luz y la sabiduría de Dios, ha venido al mundo para alumbrar a todo hombre.

    Jesús es la Palabra de Dios hecha carne. Todo lo que Dios necesita decirnos acerca de él, acerca de nosotros, nos lo dice ya en su Hijo Jesucristo. No necesitamos preguntarle nada más porque nos lo ha dicho todo.

    Acoger la Palabra de Dios es acoger a Jesús, la Palabra, y es acoger a Dios que nos lo envía. Pensemos un poco: ¿Cómo acogemos la Palabra de Dios en las celebraciones de la iglesia?, ¿con unos oídos, una mente y un corazón abiertos o, por el contrario, con desgana, con desinterés, con rutina?

    Porque dice el evangelista que la Palabra vino a los suyos y los suyos, que somos también nosotros, no la recibieron.

    Durante este nuevo año, ¿la Palabra de Dios estará presente en nuestras casas, en nuestras reuniones de familia, en nuestra vida cotidiana?, ¿buscaremos su sabiduría o trataremos de aprender de sabelotodos, opinadores e influyentes con intereses concretos?

    A cuantos reciben esta Palabra, les da poder de ser hijos de Dios, que es lo más grande y bonito a que podemos aspirar. Pidamos la sabiduría y busquémosla acogiendo la Palabra.

 


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