sábado, 8 de junio de 2024

DOMINGO X TIEMPO ORDINARIO (B)

 LLAMADOS A SER DE LA FAMILIA DE JESÚS



COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

La Palabra de Dios de un domingo es tan rica, que no podemos agotarla en un comentario tan breve. Somos afortunados de poder escucharla, tan afortunados como aquella gente que se agolpaba en torno a Jesús para oírle. ¿Realmente nos sentimos así, afortunados de poder escuchar la Palabra de Dios y la buscamos como hacían aquellos del evangelio?

La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos habla de una realidad que está ahí: existe el mal y su personificación en el demonio. La existencia real de este ser, que, siendo puramente espiritual, se apartó por completo de Dios su creador, es una verdad revelada que forma parte de nuestra fe cristiana. En esto los creyentes no deberíamos dejarnos confundir. Otra cosa bien distinta son las representaciones que de este ser se han hecho a lo largo de la historia, con rabo, cuernos y fuego. Todo eso no dejan de ser formas de imaginarlo humanamente.

Pero que existe el mal y que este mal tiene como objetivo perder al ser humano, apartándolo de su Creador para conseguir su infelicidad presente y su perdición eterna, es una realidad continuamente presente en la Biblia.

Intentó perder a Adán, el primer hombre, y logró su caída, como nos cuenta el relato del pecado original en el Génesis, aunque Dios no lo abandonó por ello. Lo intentó también con Jesucristo, el nuevo Adán, y no lo consiguió en ninguna de las ocasiones en que lo intentó. Y lo intenta con nosotros, los bautizados, llamados a ser imagen de Cristo en medio del mundo y a entrar en el Reino de los cielos.

El pecado engendra la mentira y la división. En el relato de la caída nadie quiere asumir su propia culpa: Adán acusa a Eva y Eva acusa a la serpiente. Nadie quiere cargar con su pecado, pero solo hacerlo y pedir el perdón puede liberarnos. Lo vemos en los conflictos de los países y en los más cercanos a nosotros; nadie quiere ceder, la culpa siempre es del otro y pedir perdón es rebajarse… se trata siempre de la misma mentira de la serpiente.

Jesús trae la victoria definitiva sobre este mal, pero la ceguera de los que le veían cómo expulsaba los demonios les lleva a creer que aquellas liberaciones también eran obras del maligno. Ni siquiera viendo cómo los signos del Reino de Dios se cumplen en las obras de Jesús se decidían a aceptarlo. La soberbia y el pecado se lo impiden.

No cabe ya mayor ceguera. Eso es cerrarse a la obra del Espíritu Santo y blasfemar contra él, el único pecado que Jesús dice que no puede ser perdonado. Porque el Espíritu Santo es el que nos da la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, pero para recibirlo hay que querer hacerlo y no estar cerrados a ello.

Debemos reconocer la acción de Dios allí donde se dé.  Reconocer las obras buenas de los demás, aunque no sean de los nuestros, tener la capacidad de pedir perdón y de perdonar. No seamos nunca como los letrados de Jerusalén, de corazón endurecido, que permanecen voluntariamente ciegos ante las maravillas de Dios.

No tengamos miedo de vivir la vida según el evangelio de Jesucristo, aunque eso vaya a contracorriente de los criterios que se defienden en el momento cultural que vivimos. Como dice el apóstol Pablo en la segunda lectura: “no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno”.

Jesús dice que su madre y sus hermanos son los que hacen la voluntad de Dios. Pues formemos parte de la gran familia de Jesús siendo su hermano, su hermana, cumpliendo la voluntad de Dios cada día. Así seremos coherederos con Él.

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