lunes, 20 de marzo de 2023

SAN JOSÉ, CUSTODIO DEL REDENTOR, PATRONO DE LA IGLESIA

 


En medio del camino de la Cuaresma hacia la Pascua de Jesucristo, que es también nuestra Pascua, celebramos hoy la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo del Salvador. Con la antífona de entrada de la misa de hoy, le llamamos: “el administrador fiel y prudente, a quien el Señor puso al frente de su servidumbre”.

La crisis actual del padre

Muchos análisis de filósofos y pensadores coinciden en que en nuestra sociedad occidental la figura del padre lleva décadas en crisis.

Para algunos es positivo; así se derrumba una sociedad patriarcal, que oprime, y se generan nuevos vínculos familiares y sociales más libres e igualitarios. Corrientes de la psicología del pasado siglo veían en la figura paterna la autoridad que anula las posibilidades de un desarrollo autónomo en las personas.

Pero, para muchos otros, la crisis de la figura paterna ha traído muchos males, algunos de ellos evidenciados a diario en la sociedad en que vivimos. También en lo religioso es grave: Jesús nos enseña a llamar a Dios Abbá-Padre. Pero, ¿cómo enseñar a llamar a Dios Padre si la paternidad está tan cuestionada?

Dios mismo quiso que su Hijo tuviera un padre en este mundo. Si le quiso igual en todo a nosotros, menos en el pecado, también quiso que fuera educado por un padre que le corrigiera, que le acompañara, que le sostuviera… todo lo que hace un padre, un buen padre.

Llevamos en nosotros mucho de nuestro padre. Jesús, según la ley de la encarnación, también llevó, como hombre, mucho de lo aprendido de su padre de adopción José. El evangelista Mateo nos dice que era un hombre “justo”; esto significa que buscaba vivir enteramente según la ley santa de Dios. Por eso Jesús dijo “no he venido a abolir la Ley, sino a darla cumplimiento”. De san José aprendió a buscar, en todo, la voluntad de Dios Padre y lo vivió a fondo, hasta entregar la vida en la cruz.

El trono de David, su Padre

David recibe la profecía de Natán: su descendencia será bendecida por el Señor, el reino de su hijo Salomón será afirmado y consolidado. David fue el gran rey de Israel, el que logró la unión del norte y del sur en un solo pueblo. Un rey de paz, como podía entenderse este concepto en aquel tiempo, cuajado de guerras entre naciones.

Pero, quizás David no llegó a entender que la promesa iba, realmente, mucho más de un reinado humano, por bendecido y estable que fuera este. El rey prometido, que nacería de su linaje, es el Mesías esperado: Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es el verdadero rey de paz que necesita, no solamente Israel, sino la humanidad entera. Él une corazones desgarrados, pone perdón donde había odio, nos reconcilia con nosotros mismos, con los demás y con Dios.

Ese enraizamiento de Jesús, el hijo de Dios y de María, en las promesas hechas al linaje de David, es posible gracias a la figura de san José. A pesar de sus dudas y recelos, se fía del mensaje angélico recibido en sueños, como tantas veces a los profetas Dios les hablaba en sueño. Acoge al hijo que esperaba María y le pone el nombre, como debía hacer el padre israelita con los hijos que reconocía legalmente. Así, Jesús pasa a integrarse en el linaje de David y es el cumplimiento de las promesas de esta genealogía.

Varón creyente

Como Abraham, padre de todos en la fe, José es, ante todo, creyente. No porque afirme unas ideas religiosas o viva acorde a una conducta concreta, sino porque se fía completamente de Dios. Vive como dice el apóstol Pablo: “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza”. Esa fe le fue contada como justicia y, por eso, es el creyente “justo”.

Ante la crisis de la paternidad, que mencionábamos al comienzo, san José nos enseña cómo ha de ser el verdadero padre cristiano: modelo de fe y compromiso para sus hijos, justo en la justicia de Dios y de la sociedad humana, que ejerce una sana y recta autoridad basada primero en el ejemplo de lo que vive, que educa y corrige sin asfixiar el genio y las cualidades de sus hijos, sino potenciándolas y respetando en su autonomía.

Una mala concepción de la paternidad, abusiva, autoritaria, desigual, merece entrar en crisis y desaparecer. Pero una paternidad recta es absolutamente necesaria para el desarrollo de los hombres y de las sociedades. San José nos ayude a todos, especialmente a los padres cristianos en el momento de gran confusión que vivimos.


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