sábado, 10 de diciembre de 2022

DOMINGO III DE ADVIENTO (CICLO A)

 TENED PACIENCIA Y ALEGRÍA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Este tercer domingo del Adviento ha sido llamado, desde hace muchos siglos, el Domingo de la Alegría. ¿Por qué es de la Alegría? Porque el tiempo del adviento ya ha superado su ecuador y el Señor está ya muy cerca.

Es la palabra que más se repite en las lecturas de hoy: el profeta Isaías dice que, hasta el desierto y el yermo, lugares de muerte y desolación, se alegrarán, se llenarán de vida y de cantos de alegría. El motivo, para el profeta, es el retorno de los desterrados, los rescatados del Señor, que van llenando de alabanzas el camino de vuelta, con alegría sin límite en sus rostros.

¿Cómo no pensar en los millones de desterrados de hoy, en Siria, en Sudán, en Ucrania y en tantas otras partes del mundo? ¿Podrá llegar el milagro de que los corazones, cegados por el odio y la ambición se reblandezcan, se vuelvan humanos, y les permitan volver a sus tierras con cantos de alegría y alabanzas a Dios?

Juan Bautista ya aparecía como protagonista en el evangelio del domingo pasado. Lo recordamos: su llamada era a la conversión, a preparar los caminos y allanar los senderos, dando frutos de un cambio real para acoger al Salvador que llega.

Y, ¿Cómo imaginaba Juan Bautista que llegaría el esperado Mesías? Con toda fuerza y severidad, como un juez implacable que corta el árbol que no da fruto y limpia la era de la paja inútil, echándola al fuego…

No es el estilo de Jesús de Nazaret. Juan Bautista está convencido de que Jesús es el Mesías de Dios, porque ha visto que sobre él se posaba el Espíritu Santo cuando lo bautizaba. Pero ahora ve que no actúa como el Mesías juez severo que él se había dedicado a anunciar.

Más bien, tiene infinita paciencia con el árbol que aún no da fruto: con los pecadores, a los que habla, a los que quiere, entra en sus casas y come con ellos, aprovechando para anunciarles el Reino de Dios. En lugar de escoger el camino rápido del “rompe y rasga”, resulta que Jesús ha escogido el camino lento de ir sembrando aquí y allí la semilla del Reino de Dios, la levadura que, lentamente, tendrá que ir fermentando todo.

Visto así, es lógica la crisis que el Bautista tiene mientras está encarcelado por haberse atrevido a denunciar al rey Herodes. Envía a sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que seguir esperando a otro?”. Está desconcertado y duda… la duda forma parte de la fe y no nos debe asustar si también nosotros dudamos a veces.

Jesús no les responde con teorías, sino con los signos del Reino de Dios tal y como el profeta Isaías lo había anunciado: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados.

En definitiva, está trayendo salvación y alegría a los últimos, a los olvidados, a los que más sufren. Con eso basta. Que Juan Bautista saque sus propias conclusiones y acepte que este es el modo de actuar del enviado de Dios, y no el que él decía. ¡Dichoso el que no se escandalice de mí!

Hay que tener paciencia; a veces no la tenemos y queremos que Dios actúe a nuestra forma. El apóstol Santiago nos dice que debemos tener la misma paciencia que el labrador tiene con sus cultivos: no por tirar de la planta hacia arriba va a crecer más ni por agitar las ramas va a dar más fruto. 

Al contrario, las prisas pueden estropear la cosecha; hay que respetar los ritmos de la naturaleza y también hay que tener paciencia con el crecimiento del Reino de Dios entre nosotros.

Unos ejemplos: una parroquia no se vuelve activa y misionera de un día para otro; hay que tener paciencia y trabajar lento, ir concienciando, llamando, animando….  Tampoco se educa a un niño cristianamente de un día para otro; hay que ir dándole buen ejemplo en casa, animando, corrigiendo… Tampoco se convierte uno y se hace mejor cristiano de un día para otro; hay que tener paciencia con uno mismo y levantarse cuando se caiga.

Feliz Domingo de la Alegría para todos. El Señor está cerca de nosotros y, con paciencia, va realizando su obra de salvación.

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