COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
A lo largo de todo el año, que llamamos año litúrgico o año
cristiano, cada día conmemoramos el dia
natalis de muchísimos santos y santas. El dia natalis no es el de su nacimiento a este mundo, con la
excepción de la Virgen María, de Juan Bautista y del Señor, cuyos nacimientos
sí se celebran, sino el día de su nacimiento a la vida eterna, al cielo.
Entre toda esa muchedumbre de santos conocidos, cuya vida ha
sido recopilada por la comunidad cristiana y la Iglesia se ha pronunciado
declarándoles santos, hay de todo: reyes y mendigos, monjes y políticos,
jóvenes, ancianos, enfermos y deportistas. Algunos son de los primeros siglos
de la fe cristiana, y otros del pasado siglo XX, aún les hemos visto en la
televisión como a san Juan Pablo II o a Santa Teresa de Calcuta.
En su diversidad de vidas, todos tienen algo en común:
vivieron de verdad, y hasta el final, sus compromisos bautismales. Hicieron de
las bienaventuranzas de Jesús y del mandato del amor a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a uno mismo, el programa de su vida. Esto no significa
que fueran perfectos y superheroes; fueron como nosotros, pecadores, frágiles,
tuvieron sus caídas de las que se levantaron con el perdón de Dios.
Vivieron fielmente, en el día a día, lo que significa ser
hijo de Dios y miembro de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo en el mundo.
Los santos conocidos, aquellos cuya fiesta se celebra en el
santoral cristiano, no son los únicos santos de Dios. Hay muchos santos que
están en la gloria de Dios y que nosotros no los recordamos; son todos los que
el vidente del Apocalipsis describe en la primera lectura como un cortejo
celestial: una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las
naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del
Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
La vestidura blanca es la vestidura de los bautizados; a
todos nos colocaron una vestidura blanca el día en que recibimos el bautismo.
Los santos son los que han vivido acorde a esa vestidura, a esa vocación
recibida. Y llevan palmas en sus manos, que son símbolo de victoria en la
prueba, porque han pasado las dificultades y sufrimientos que trae ser fieles a
Jesucristo en esta vida.
Hoy celebramos, en una misma fiesta litúrgica, a todos los
santos y santas de Dios: conocidos y desconocidos. Los santos son, para
nosotros, MODELOS e INTERCESORES.
Son modelos porque nos muestran, con su vida, que es posible
vivir el Evangelio de Jesucristo y hacer de él la guía de toda la vida. Nos
muestran que las bienaventuranzas, que hoy se nos proponen en el Evangelio, no
son pensamientos utópicos e irrealizables, sino que se pueden vivir, aunque el
mundo vaya en contra. Y que dan la paz y la felicidad verdaderas que el poder,
el tener y el gozar no logran dar.
Y son intercesores porque están disfrutando de la Vida en
Dios para siempre. Pero siguen unidos a nosotros, y nosotros a ellos, y por eso
nuestras oraciones y necesidades se las presentan continuamente a Dios. De este
modo, nos ayudan mientras nosotros caminamos también hacia la patria
definitiva, que es el cielo.
Como nos dice el apóstol Juan, ya somos hijos de Dios, pero
aún no se ha manifestado todo lo que seremos. Cuando se manifieste seremos
semejantes a él porque le veremos tal cual es. Tenemos un Padre que quiere que
los hijos se parezcan a él: eso es la santidad, desarrollar lo mejor de
nosotros mismos, nuestra vocación porque estamos hechos a imagen y semejanza de
Dios.
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