sábado, 29 de octubre de 2022

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

A lo largo de todo el año, que llamamos año litúrgico o año cristiano, cada día conmemoramos el dia natalis de muchísimos santos y santas. El dia natalis no es el de su nacimiento a este mundo, con la excepción de la Virgen María, de Juan Bautista y del Señor, cuyos nacimientos sí se celebran, sino el día de su nacimiento a la vida eterna, al cielo.

Entre toda esa muchedumbre de santos conocidos, cuya vida ha sido recopilada por la comunidad cristiana y la Iglesia se ha pronunciado declarándoles santos, hay de todo: reyes y mendigos, monjes y políticos, jóvenes, ancianos, enfermos y deportistas. Algunos son de los primeros siglos de la fe cristiana, y otros del pasado siglo XX, aún les hemos visto en la televisión como a san Juan Pablo II o a Santa Teresa de Calcuta.

En su diversidad de vidas, todos tienen algo en común: vivieron de verdad, y hasta el final, sus compromisos bautismales. Hicieron de las bienaventuranzas de Jesús y del mandato del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, el programa de su vida. Esto no significa que fueran perfectos y superheroes; fueron como nosotros, pecadores, frágiles, tuvieron sus caídas de las que se levantaron con el perdón de Dios.

Vivieron fielmente, en el día a día, lo que significa ser hijo de Dios y miembro de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo en el mundo.

Los santos conocidos, aquellos cuya fiesta se celebra en el santoral cristiano, no son los únicos santos de Dios. Hay muchos santos que están en la gloria de Dios y que nosotros no los recordamos; son todos los que el vidente del Apocalipsis describe en la primera lectura como un cortejo celestial: una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

La vestidura blanca es la vestidura de los bautizados; a todos nos colocaron una vestidura blanca el día en que recibimos el bautismo. Los santos son los que han vivido acorde a esa vestidura, a esa vocación recibida. Y llevan palmas en sus manos, que son símbolo de victoria en la prueba, porque han pasado las dificultades y sufrimientos que trae ser fieles a Jesucristo en esta vida.

Hoy celebramos, en una misma fiesta litúrgica, a todos los santos y santas de Dios: conocidos y desconocidos. Los santos son, para nosotros, MODELOS e INTERCESORES.

Son modelos porque nos muestran, con su vida, que es posible vivir el Evangelio de Jesucristo y hacer de él la guía de toda la vida. Nos muestran que las bienaventuranzas, que hoy se nos proponen en el Evangelio, no son pensamientos utópicos e irrealizables, sino que se pueden vivir, aunque el mundo vaya en contra. Y que dan la paz y la felicidad verdaderas que el poder, el tener y el gozar no logran dar.

Y son intercesores porque están disfrutando de la Vida en Dios para siempre. Pero siguen unidos a nosotros, y nosotros a ellos, y por eso nuestras oraciones y necesidades se las presentan continuamente a Dios. De este modo, nos ayudan mientras nosotros caminamos también hacia la patria definitiva, que es el cielo.

Como nos dice el apóstol Juan, ya somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado todo lo que seremos. Cuando se manifieste seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Tenemos un Padre que quiere que los hijos se parezcan a él: eso es la santidad, desarrollar lo mejor de nosotros mismos, nuestra vocación porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

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