¿VUELVES PARA AGRADECER?
La Palabra de Dios que la Iglesia nos propone este domingo
como lecturas, nos habla de dos valores tan relacionados con la Fe que son parte
de ella: la Confianza y el Agradecimiento.
La Confianza es otro nombre de la Fe. Antes que conocer las
verdades de fe contenidas en el Credo de la Iglesia, lo primero que hace el creyente
es confiar en Dios.
Cuando somos pequeños, incluso antes de asistir a la
catequesis por primera vez, aún no sabemos el Credo, pero sí tenemos ya la experiencia
de confiar en papá y mamá, en que no estamos solos, en que nuestra vida está
segura si ellos nos cuidan. Y desde esa experiencia primera de confiar en la
familia, se nos lleva a confiar también en Dios Padre que, como nos decían, no
le vemos, pero está siempre con nosotros cuidándonos.
La confianza del creyente aparece en la primera lectura. Un hombre
poderoso, Naamán el sirio, padece la peor de las enfermedades de su época, la
lepra. Todas sus riquezas y recursos no le sirven de nada porque no encuentra
la curación. Y, al final, desesperado ya, confía en que le pueda sanar un pobre
profeta de Israel, Eliseo el hombre de Dios. Este le dice que debe bañarse con
fe en el rio Jordán por siete veces. Naamán duda, pero al final confía y
aquellas aguas le purifican de su enfermedad y de su incredulidad, porque desde
aquel momento reconoce que solo hay un Dios Yahvé y que solo la fe en él puede
salvar.
Se convierte de enfermo en sano y de incrédulo en creyente y
adorador sincero. Pero nada de esto hubiese sido posible si no fuese por el
acto de confianza y entrega que hizo.
Lo mismo ocurre en el relato del evangelio. De nuevo aparecen
unos leprosos, pero estos expulsados de la sociedad y de la religión judía,
carentes de todo afecto y de toda dignidad humana, simplemente esperando la
muerte en los descampados. No se atreven ni a acercarse a Jesús y le piden
compasión desde la distancia.
Jesús les mira y se compadece, pero parece que no obra el
milagro de curarles. Les envía a los sacerdotes, que son los que tienen que
certificar su sanación para permitirles reintegrarse en la sociedad y en el
culto. Se ponen en camino cuando aún están enfermos y desfigurados. No tienen
evidencia alguna de estar curados, pero se ponen en camino fiados de la Palabra
de Jesús. Y mientras van de camino quedan sanados.
De nuevo aparece aquí la Confianza como un rasgo del
creyente. Tiene fe el que se fía y confía, aún sin evidencias, en el amor
providente de Dios. Y en el poder de su Palabra que, como dice el apóstol, no
está encadenada, es libre para obrar en nosotros cosas maravillosas.
La segunda actitud de la que nos habla la Palabra de Dios del
domingo es el Agradecimiento. A lo largo del día puede que digamos muchas veces
“gracias”. Por teléfono, por wasap, al salir de una tienda, cuando recibimos un
paquete… pero el agradecimiento es más que decir gracias de un modo más o menos
mecánico. Es mostrarle a la otra persona que realmente valoramos y apreciamos
lo que ha hecho por nosotros o lo que nos ha dado. Y eso ya escasea más, ser
verdaderamente agradecidos de corazón con los demás y con Dios.
Naamán lo es con el profeta Eliseo y, por él, con Dios. De
los diez leprosos sanados, solo uno, y precisamente un samaritano, vuelve para
ser agradecido con Jesús y dar gloria a Dios por lo que ha hecho con él. Se postra
a los pies de Jesús, que es un modo de reconocer la presencia de Dios en él y
le da gracias.
Los demás fueron curados, pero este, además, es salvado: “Levántate,
vete, tu fe te ha salvado”.
¿Cómo es nuestra oración?, ¿de petición casi siempre? ¿O lo
es también de agradecimiento por tantas cosas buenas que recibimos de Dios
desde que abrimos los ojos por la mañana y despertamos a la vida un día más?
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