sábado, 20 de agosto de 2022

DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 ESFORZAOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Continuamos haciendo camino con el Maestro, con el Señor que, mientras va hacia Jerusalén, pasa por las aldeas y ciudades enseñando y que, en esta celebración del domingo, nos enseña con paciencia y, con amor, se hace alimento de vida para el camino.

Los domingos pasados nos enseñaba dos actitudes necesarias para el discipulado, para el seguimiento: la vigilancia y la fortaleza. No es tan sencillo hacer del Evangelio de Jesús la guía de nuestra vida y continuamente debemos revisar cómo estamos y preguntarnos si no estaremos haciendo una fe y un seguimiento adaptado a nuestro criterio y a la ley del mínimo esfuerzo.

¿Serán pocos o muchos los que se salven? Esta es la pregunta que está como trasfondo del mensaje de las lecturas. Es cierto que esta cuestión de la salvación, que tanto preocupó y ocupó a los seres humanos en el pasado, hoy no es una pregunta que parezca actual.

Hoy hablamos de bienestar, de calidad de vida, de salud integral… pero casi nadie habla de salvación y de vida eterna. Sin embargo, no debemos olvidar esta cuestión de radical importancia. En realidad, es la más importante de todas las que debemos plantearnos: ¿qué nos espera después de esta vida que se nos va pasando tan deprisa?

Si a la sociedad en general no le preocupa, a nosotros, los creyentes, nos debe preocupar; preocupar sin angustiar, como en el pasado fue, tantas veces, motivo de angustias y terrores.

¿Qué nos dice la Palabra de Dios en este domingo acerca de la salvación? En primer lugar, que Dios quiere la salvación y la Vida plena de todos sus hijos. Y no solo la de unos pocos por pertenecer a este pueblo de Israel o a aquel grupo religioso. La llamada e invitación de Dios a la salvación, a la plenitud de la vida que vence a la muerte, es universal. Es lo que expresa el profeta Isaías con esa visión de los distintos pueblos de la tierra llegando al monte santo y al templo de Jerusalén. Para los hebreos el templo era el lugar más santo de la tierra, y solo podían entrar en él los escogidos del pueblo; sin embargo, el deseo de Dios es que a él vayan todas las naciones de la tierra, pues también en ellas Dios suscita sacerdotes y levitas, servidores suyos.

Aquel que preguntó a Jesús “¿Señor, son pocos los que se salvan?”, es posible que tuviese la visión nacionalista de la salvación propia de los israelitas. Jesús no participa de ella y por ello predicó a todos, a judíos y a samaritanos, y realizó signos de salvación y liberación en beneficio de los judíos y de los paganos.

Jesús ni siquiera entra en la cuestión del número, puesto que eso es algo que solo conoce la mente del Padre todopoderoso. La verdadera cuestión no debe ser “cuantos se salvan”, sino si yo estaré entre los que se salvan. “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”.

La puerta del Evangelio de Jesucristo es estrecha, porque no es tan sencillo seguirlo con coherencia cuando nos pide perdonar de corazón, amar a Dios sobre todo, amar al prójimo como a uno mismo… podemos caer en una falsa seguridad porque ya somos cristianos y estamos en la Iglesia, porque ya practicamos más o menos bien. Y dejamos de esforzarnos por vivir el Evangelio y cumplir los mandamientos.

El mensaje de Jesús invita a revivir la fe y tomarse en serio el compromiso de vivir como bautizados. No os acomodéis ni caigáis en una falsa seguridad que amodorra… ¡Velad y esforzaos!

Quizás nos parece lejano el día en que tengamos que presentar a Dios nuestra vida para pasar ese examen definitivo del amor, pero ya sabemos lo que dice Jesús a aquel que se construyó un granero pensando que le aseguraba muchos años de vida. Le llamo “necio”, que significa el que no sabe…

No queremos ser de esos que se quedan fuera del banquete, aunque aseguran haber escuchado muchas veces las enseñanzas del Señor y haber comido y bebido muchas veces con él.

“Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, caminad por la senda llana”, nos dice la segunda lectura. Sigamos adelante, con la gracia de Dios y la oración de los hermanos, unos por otros, en el camino de la fe. Sin dormirnos, sin confiarnos, sin amodorrarnos. Lo que Dios nos reserva es lo más grande, bueno y bello que podamos imaginar, aquello para lo que fuimos creados. Por ello, nos tomamos en serio durante toda la semana la petición de Jesús: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”

 

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