viernes, 5 de agosto de 2022

DOMINGO XIX TIEMPO ORDINARIO (ciclo C)

 TENED LA CINTURA CEÑIDA Y ENCENDIDAS LAS LAMPARAS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

El tema central de la Palabra de Dios de este domingo es la Fe, que va unida a la Esperanza. La Fe, la Esperanza y la Caridad son las tres virtudes que llamamos en la fe cristiana virtudes teologales porque vienen de Dios, Dios las tiene en grado sumo y, al vivirlas nosotros, nos asemejan a Dios, ya que somos su imagen y semejanza.

La primera lectura, tomada del Libro de la Sabiduría y la segunda, que es de la Carta a los Hebreos, recuerdan la fe de los antepasados del pueblo de Israel: figuras como Abraham, que ya ha aparecido en las lecturas de domingos anteriores, Sara, Isaac, Jacob, son destacadas por su profunda fe. Para todos ellos la fe fue sobre todo la confianza en Dios aún sin tener certezas. Se fiaron de las promesas de Dios y vivieron en permanente amistad con Él, confiando en que se cumplirían tal cual les había sido anunciado.

Las dificultades de sus vidas, que fueron muchas y grandes, como salir de su tierra, vivir como extranjeros en tierra extraña, esperar descendencia en la vejez, las supieron llevar con ánimo porque mantenían su confianza en Dios.

Dice la Palabra que “la fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”. Un día cruzaremos el umbral de esta vida terrena, pasando a través de la muerte y, si Dios quiere, veremos entonces con claridad lo que ahora solo esperamos: la vida eterna, el abrazo de Dios, vivir en Él, el cielo. Y creer en esto, nos ayuda ya a vivir este tiempo terreno con sus alegrías y con sus penas, con sus ilusiones y, también, con sus cansancios.

No es lo mismo, ni mucho menos, vivir con fe que vivir sin ella. Vivir con fe nos da fortaleza, ánimo, confianza. Cuantas personas dicen de corazón: “Lo que yo he pasado en esta vida, si no me hubiese sostenido la fe, me habría hundido”. Es verdad que la fe nos ayuda a vivir; hasta los médicos dicen que un paciente con fe lleva de otra manera los dolores de una enfermedad grave. No lo dicen porque sean o no creyentes, sino porque lo ven cada día.

Creer ayuda siempre a vivir. Porque creer no es solo admitir las verdades de fe que profesamos en el Credo o practicar el culto cristiano. Es vivir con confianza y con esperanza, sabiendo que somos peregrinos y huéspedes en la tierra, como dice la lectura segunda.

El que tiene el don de la fe se siente peregrino en la vida porque espera alcanzar la meta de la vida eterna y feliz. En cambio, el que no tiene fe puede sentirse en la vida como un vagabundo: la vida le va llevando adelante, pero no sabe si va a algún sitio, si le espera algo más allá de esto.

Tenemos que darle gracias a Dios cada día por el regalo de la fe, pedirle que nos la aumente y cuidarla y cultivarla con la comunidad cristiana, con la Iglesia. Porque no peregrinamos solos, vamos con otros y nos necesitamos.

“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”, nos dice Jesús en el evangelio. Somos peregrinos por fe y debemos caminar sin temor. Siempre con la lámpara de la fe encendida y con la cintura ceñida, es decir, listos para servir a quien lo necesite.

La parábola del ladrón que llega en la noche es una invitación a caminar despiertos, a estar en vela y vigilancia, sin dormirse ni olvidar hacia dónde vamos. Estad preparados… desde luego que el Señor no es un ladrón al que temer porque asalta la casa de noche. El mensaje es vivid despiertos, estad preparados, y no penséis que el Señor se retasa o que no vendrá. Ha de llegar y recompensará amorosamente a los que hayan vivido esperándole con ilusión y responsabilidad.

“Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá”. Y nosotros somos de los que han recibido mucho: el bautismo desde niños, la educación cristiana, el ejemplo de muchas personas buenas y de fe, la Palabra de Dios, los sacramentos de la Iglesia… se nos confía mucho para que demos fruto abundante.

 

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