MIRAD EL ÁRBOL DE LA CRUZ...
Hoy no es un día que necesite de grandes predicaciones. Basta
con vivir, con experimentar, con dejarse conmover por los signos de esta tarde
de silencio y sobrecogimiento. Dios hecho hombre, que decide compartir nuestra
vida humana en todo lo que significa, no se ahorra pasar por la última y
decisiva experiencia humana: Morir.
Y no con la
muerte que merecería una vida de amor por todos, de servicio desinteresado, la
vida más noble y hermosa de todas… sino con la muerte del ejecutado, del
rechazado socialmente, del pecador más maldecido.
Esto es un
misterio que no llegamos a entender del todo y que nos sobrepasa y estremece.
Hoy es el
único día del año en el que no celebramos la Eucaristía: Escuchamos la Palabra
de Dios, especialmente el relato de la Pasión, veneramos con agradecimiento la
cruz salvadora y recibimos la comunión del Cuerpo de Cristo que se celebró
ayer.
Hoy muere el
Hijo de Dios, el salvador. Y muere en cruz. Y muere por nosotros. No haría
falta decir más, sino quedarse en silencio, meditando y agradeciendo lo que ha
hecho por nosotros.
El relato de
la pasión según san Juan pone en evidencia el cumplimiento de toda la misión de
Jesús, como él mismo afirma en la cruz “Todo está cumplido”. Lejos de fracasar,
en la cruz culmina y lleva a término la obra encomendada por el Padre. Jesús
parece estar en las manos de estos hombres violentos y llenos de odio, pero él
está entregando libremente su vida, compartiendo la suerte de los inocentes y
abandonados de todos los tiempos.
Desde el
primer Viernes Santo, que hoy recordamos, ya no podremos decir nunca que
estamos solos o que Dios no sabe de nuestros sufrimientos, porque él los ha
compartido todos…
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