COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
“Cuarenta días caminando, hacia la Pascua de Jesús”. Así dice
la canción que les enseñamos a los niños de nuestras catequesis y que cantan a
pleno pulmón, con inocencia e ilusión. Ya se ha terminado este tiempo de
renovación espiritual y comunitaria y, con la celebración de hoy, entramos en
la Semana Santa.
¿De verdad
hemos caminado o no hemos dado ni un paso desde que recibimos el signo de la
ceniza? Cada uno debemos examinarnos y responder con realismo. Porque, lo que
no podemos negar es que las celebraciones de la Iglesia y las lecturas de la
Palabra de Dios de cada domingo, han sido un reclamo fuerte para nuestra
conversión, una invitación continua a acoger el perdón y la misericordia de
Dios, que nos llega por su Hijo Jesucristo.
El evangelio
que hoy escuchamos es el relato de la Pasión de Jesucristo, que en el ciclo de
este año está narrado por el evangelista Lucas. Volveremos a escuchar el relato
de la pasión en la tarde del Viernes Santo, al celebrar los oficios de la muerte
de Cristo.
No podemos
vivir estos días, tan grandes, con rutina, como si fuesen una repetición, sin
más, de lo que tantas veces hemos celebrado en la Semana Santa. No es una
repetición de un acontecimiento del pasado, del que ya sabemos el desenlace; la
liturgia de la Iglesia lo hace presente, lo actualiza y lo hace presente de
salvación.
De tal modo
que, cuando celebro estos días santos con fe y amor, los revivo: entro con
Jesús en Jerusalén portando el ramo entre la muchedumbre, me siento con los
apóstoles en el cenáculo en la tarde del Jueves Santo, para que el Señor me dé
el testimonio de amor y de servicio lavándonos los pies y regalándonos su
presencia en la Eucaristía. Acompaño a Jesús subiendo al Gólgota para dar la
vida en la cruz, contemplo su muerte y sepultura en el Viernes Santo… y el
Sábado Santo me acercó al sepulcro… para comprobar que está vacío y que ha
vencido la muerte y nos ha dado la vida eterna.
En
definitiva, para vivir de verdad estos días, que son los más grandes y santos
de nuestra fe, tendremos que apartar de nosotros, desde ya mismo, la rutina, la
apatía, la indiferencia… y cambiarlas por una fe más viva y por la capacidad de
sorprendernos y estremecernos. No puedo ser un mero espectador de lo que pasa
en Jerusalén, lo debo revivir en la celebración de la Iglesia. Porque la Muerte
y Resurrección de Jesús, que es el misterio de amor más sublime, se hace actual
y nuevo.
Tenemos la
oportunidad de prepararnos aún a estos días santos con las celebraciones
penitenciales que tendremos el lunes y martes santo. Celebrando la confesión
sin miedos, con sencillez, con apertura, recibiremos el perdón del Padre que
nos llega a través de la Iglesia y nos renueva, dándonos la capacidad de vivir
el Santo Triduo con un corazón limpio y abierto.
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