viernes, 4 de marzo de 2022

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (CICLO C)

 EL ESPÍRITU LLEVÓ A JESÚS AL DESIERTO


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hoy celebramos el domingo primero de la Cuaresma, con el que comenzamos el camino cristiano hacia la Pascua. La Pascua es la meta y la Cuaresma es el camino que debemos recorrer hacia ella. Para que la celebración de la Pascua de Jesucristo, de su pasión, muerte y resurrección, sea realmente un momento de renovación espiritual para nosotros, es necesario que vivamos primero, con seriedad y compromiso, estos cuarenta días cuaresmales.

            El evangelio del primer domingo es siempre el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Es como si este domingo se nos dijera: si inicias la Cuaresma, aquí tienes lo que debes vencer en ti, como Cristo lo venció.

            Después de ser bautizado en el rio Jordán por Juan, con una edad en torno a los treinta años, Jesús va al desierto. O mejor, como dice el evangelista Lucas, el Espíritu Santo, que lo llenó en el bautismo descendiendo sobre él en forma de paloma, lo conduce al desierto y lo va llevando por él. Es el Padre Dios el que quiere que su hijo Jesús viva a fondo esta experiencia de desierto; el desierto en la Biblia es lugar de muerte y soledad, pero también es lugar de encuentro con Dios en la ausencia total de personas y de cosas. En el desierto uno se encuentra solo ante sí mismo y ante Dios, no caben distracciones ni escapatorias.

            La experiencia del desierto fue muy importante para el pueblo de Israel, que pasó nada menos que cuarenta años peregrinando por él hasta alcanzar la tierra prometida. La primera lectura de hoy nos remite a esa vivencia, en la que se funda su conciencia de pueblo: Moisés, en nombre de todo el pueblo, recuerda su historia. El Señor les sacó de la esclavitud de Egipto porque se apiadó de sus clamores, les rescató y les condujo por el desierto hasta la tierra prometida. Por eso, dice Moisés, es necesario ser agradecidos, ofrecer las primicias de los frutos del suelo, darle gracias siempre.

            Jesús es verdaderamente hombre, porque la encarnación del Hijo de Dios no es ponerse un disfraz de hombre; realmente Dios se hace hombre en Jesús de Nazaret. Y, por eso, comparte también nuestras tentaciones, sufre tentaciones de hombre: convertir en pan las piedras para dejar de tener hambre y necesidades, dominar a pueblos y hombres de la tierra, en lugar de servir y predicar con humildad la Buena Noticia, ser rescatado de todo peligro incluso al tirarse de lo alto, en lugar de afrontar los riesgos y sufrimientos que tenemos los seres humanos por el hecho de vivir una vida frágil.

            Tentaciones de materialismo, poder, dominio, usar a Dios en su beneficio. Tentaciones completamente humanas las que tiene que enfrentar Jesús. Pero, yendo un poco más a lo profundo, las tres siempre se condensan en una. El demonio siempre le tienta diciendo “Si eres Hijo de Dios…” usa esa condición en tu propio beneficio: ten todo, domina todo, evita todos los riesgos y molestias de ser hombre de verdad…

            No es casualidad que estas tentaciones aparezcan en la vida de Jesús con tanta fuerza precisamente cuando va a comenzar su vida pública. El enemigo de Dios y de los hombres, el demonio, quiere torcer y corromper, desde el principio, el proyecto que Dios ha encomendado a su Hijo Jesús: salvarnos haciéndose uno de nosotros hasta el fondo, vivir como un hombre más, padecer como un pobre más, fracasar y ser rechazado como nos pasa, tantas veces, a los hombres. Busca que Jesús no salve desde la humildad y desde el servicio, el camino que él quiere escoger.

            Es muy importante para nosotros ver cómo Jesús venció estas tentaciones tan humanas, tan nuestras. Adán y Eva en el paraíso, cuando son tentados por el demonio, intentan dialogar con él y terminan engañados, pero Jesús no entra en ese diálogo con el mentiroso. Lo rechaza firmemente con la Palabra de Dios.

            A cada tentación, Jesús responde con la Palabra: “No solo de pan vive el hombre”, “Al Señor Dios adorarás y a él solo darás culto”, “No tentarás al Señor tu Dios”.  Son tres frases tomadas del Antiguo Testamento, de la Palabra de Dios que Jesús llevaba siempre en la mente y en el corazón.

            Así tenemos que responder nosotros a la tentación del mal, nos dice el Papa Francisco, con la Palabra de Dios. Como nos dice la segunda lectura, de la Carta a los romanos, “La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón”.

            Emprendamos con ilusión este camino cuaresmal. No es un tiempo triste ni oscuro, porque siempre es una alegría experimentar el amor y el perdón de Dios y ser renovados y mejorados. Busquemos vencer el mal que nos tienta de diversos modos llevando la Palabra de Dios en los labios, la mente y el corazón.

            Jesús ha vencido la tentación y ha seguido la voluntad del Padre. Nos ha enseñado cómo podemos hacerlo también nosotros.

 

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