jueves, 19 de agosto de 2021

DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO (ciclo B)

 


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Con la excepción del domingo pasado, en el que celebramos la Asunción de la Virgen María a los cielos, los domingos anteriores hemos leído diversos fragmentos del capítulo sexto del evangelio según san Juan. Y hoy escuchamos su última parte, en el que podemos ver cuáles fueron las reacciones de los que escucharon el discurso del Pan de Vida.

Muchos de los discípulos, nos dice el evangelista, abandonan a Jesús. El motivo del rechazo y alejamiento es porque Jesús ha declarado cosas como: yo soy el pan vivo bajado del cielo, el Hijo de Dios, quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna. Jesús para ellos era un conocido, sabían que había crecido en la aldea de Nazaret, conocían a sus padres y a sus parientes…. Y ahora le escuchaban decir estas cosas. Además, nunca habían oído cosa semejante. Estas palabras no se correspondían con lo que pensaban sobre el Mesías que había de venir, y se escandalizan. Ellos esperaban no solo un mesías con un trono real, que liberara al pueblo judío del yugo romano, sino que los diera pan en abundancia y otras muchas prebendas materiales.

El Reino que Jesús predicaba no coincidía con el que ellos esperaban y deseaban. Y si era el Mesías, ¿Por qué anunciaba que sería rechazado por las autoridades, que iba a ser entregado en Jerusalén y condenado?

A partir de este momento, muchos de los discípulos dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? Con esta expresión se refleja cómo muchos discípulos se volvieron atrás y ya no estaban dispuestos a recorrer el camino de Jesús. Pero como Jesús actúa con la libertad de un alma completamente pura, que solo responde ante Dios y que no busca tener a las gentes embobadas siguiéndole, sino enseñarles la verdad que salva, no rebaja sus palabras aún a consecuencia de perder a tantos.

Ciertamente la doctrina de Jesús es dura y más difícil de aceptar y comprender. Era dura la doctrina para los discípulos de entonces… y también para los de hoy, para nosotros, si somos conscientes de lo que decimos y creemos.

Ser cristiano hoy quiere decir que tenemos que vivir la fe en muchas ocasiones a la intemperie, a contracorriente a veces en nuestras mismas casas, proclamando unos valores que el mundo entiende como contravalores.

Ante esta necesidad de hacer opción clara por la fe hay bautizados que dicen: esto es muy duro, ¿quién puede cargar con esto? Mejor marcharse. Hay diferentes formas de marcharnos. La más radical es la de olvidarnos de todo lo que hace referencia a Jesús y al Evangelio. Pero hay otras formas, como ir dejando que la fe se enfríe en nosotros, primero dejando de practicarla cada semana, después un poco menos, y al final solo en compromisos sociales o familiares.  Otra forma de marcharse es esconder la experiencia de Dios en lo más íntimo del corazón, pero sin que se nos note y sin influir absolutamente nada en la vida de cada día.

La decisión de quedarse o marcharse dependerá de que hayamos experimentado fuertemente su Pan de Vida y sus palabras de vida eterna. Y como los discípulos, no es que no entendamos, es que la palabra de Cristo pone en crisis nuestra mentalidad y valores. Elegid hoy a quién queréis servir, dice Josué al pueblo en la primera lectura. Elegid. Escoged. Esta elección es siempre necesaria en la vida del cristiano pues la opción por Dios supone y exige renunciar a nuestros ídolos, a nuestros apegos materiales. Es lo que llamamos la continua conversión.

Jesús pregunta a los apóstoles: ¿También vosotros queréis marcharos?  Es el momento de tomar una decisión. Escoged. Somos libres. Hasta aquí llego o sigo adelante con Jesús, hasta el final. Jesús no impone, pero la pregunta interpela. Pedro, en nombre propio y en nombre de cada uno de nosotros responde: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

La elección es clara: o con Él o contra Él. Ciertamente la doctrina de Jesús es dura, pero ¿a quién vamos a ir?, ¿a dónde iremos?… ¿Es que las cosas del mundo el dinero, el sexo, la fama, el poder, las drogas, el bienestar nos sacian, nos llenan, nos bastan?

Pedro lo tiene claro. Es como si dijera: Señor, no tengo nada ni a nadie mejor que tú.

Sólo tú. No tengo en quién apoyar mi vida. Y excluye un mundo de ilusiones, de seducciones. Nadie más es el fundamento de mi vida. ¡Tú tienes palabras de vida eterna¿a quién vamos a acudir?  Podría haber vuelto a su vida de pescador, pero sería una simple vida vacía ahora que ya había descubierto dónde estaba la verdadera vida.

Ante Jesús, en este domingo, nos situamos también como Pedro y los apóstoles. ¿Qué respuesta le doy a Jesús que me pregunta?: ¿También tú quieres irte? Hoy se nos invita a tomarnos la fe como creyentes adultos para evitar entretenernos con otros falsos ídolos que lo único que hacen es engañarnos. 

¿Podemos responderle con un corazón plenamente sincero: Solo tú tienes palabras de vida eterna?


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