COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
La Palabra de Dios que ha sido proclamada en esta fiesta de Santiago, que este año ha caído en el domingo, el día del Señor, nos ofrece a las comunidades cristianas de España una luz para reflexionar en nuestra vivencia de la fe que recibimos de los apóstoles.
La historia evoluciona y los hombres y mujeres de cada época hemos de saber vivir nuestra fe, que no cambia, con expresiones y modos de difundirla nuevos. La fe siempre ayuda a ver la mano del Señor en los acontecimientos que nos ocurren, los buenos y los menos buenos.
Esta vivencia del Evangelio nos ha sido trasmitida por la predicación apostólica, que no hemos de confundir sin más por las tradiciones.
Sabemos que Santiago fue uno de los tres apóstoles íntimos del Señor. El evangelio los ha dejado claro la evolución de los dos hermanos, Santiago y Juan, “hijos del trueno”, apelativo que hace referencia a su manera de ser: impetuosos, lanzados y presuntuosos. Jesús les fue puliendo y después de la Resurrección demostraron que “podían beber del cáliz” de la Pasión del Señor, entregando ellos su vida. De hecho, Santiago fue el primero de los apóstoles que entregó su vida.
La primera Lectura de hoy está tomada de los Hechos de los Apóstoles y nos dice claramente que “los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor”. Tanto es así que se enfrentaron a grandes dificultades, incluso con las autoridades, tanto religiosas como políticas de su tiempo. Ellos consecuentes con la trasformación que habían experimentado en sus vidas, fueron capaces de proclamar: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y se presentaban como testigos de “Jesús a quien vosotros matasteis…” Por eso “el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan”.
Esta es la verdadera tradición que nos viene directamente de la Palabra revelada y que hoy hemos proclamado. Se nos presenta como una oportunidad para ayudar a vigorizar las raíces apostólicas de nuestra Iglesia que peregrina en España y en los pueblos hermanos de América. Las frases que hemos escuchado no son frases retóricas, sino expresiones de una convicción profunda. ¿Es así de firme la vivencia de nuestra Fe?
Es verdad que como escuchamos en la segunda lectura los apóstoles eran personas de carne y hueso, igual que nosotros, con sus grandezas y debilidades. San Pablo nos ayuda a poner los pies en el suelo. A los Corintios les advierte: “Este tesoro (la fe de los apóstoles) lo llevamos en vasijas de barro…”. Somos limitados y por eso hemos de reconocer: “…que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.” Esto es lo que ha de mover a toda persona creyente a actuar “por causa de Jesús”. Así venceremos los intereses egoístas, dejando que el amor y la gracia de Dios irradien a través de la propia persona. La conciencia de la propia debilidad y limitaciones, ayuda a hacer visible la acción de Dios.
Es muy consolador ver como San Mateo nos cuenta cómo los intereses humanos por ocupar los primeros lugares de honor, el interés personal por ser distintos y por encima de los otros, también anidaban en los que habían querido seguir a Jesús. Ver como se trasforma sus vidas con el paso del tiempo y con su cercanía al Maestro, tiene que crear en nosotros una esperanza de que nuestras vidas también pueden ser trasformadas. Ellos aceptaron “beber el cáliz” y nosotros también estamos llamados a hacerlo, es decir a vivir el Evangelio de Jesucristo con toda coherencia. La fiesta de Santiago, nuestro Patrono, es una gran invitación para que en nuestras comunidades cristianas prevalezca el servicio y que nuestras vidas las pongamos a disposición de los demás.
Esa sería la mejor manera de hacer un verdadero camino hacia la tumba del Apóstol en Santiago. Seriamos de verdad una “Iglesia en salida”, no instalada en si misma. El seguimiento de Cristo nos impulsa al servicio de los hermanos. Agradezcamos el don de la fe que hemos recibido y procuremos ser cristianos de nuestro tiempo que buscan los medios adecuados para que nuestro testimonio y nuestra palabra sean comprensibles y cautivadores para la sociedad de hoy.
Junto con la fiesta del Patrón Santiago, en este domingo, por primera vez, se celebra la Jornada de los Abuelos y los mayores. Es un día que el Papa Francisco, que es también un anciano pero muy activo, ha querido que se celebre para agradecer el tesoro que para la sociedad y para la Iglesia suponen los mayores. Lleva el lema: “Yo estoy contigo todos los días”. Es una frase que el Señor nos dice, no nos deja durante toda nuestra vida, tampoco en la ancianidad. Pero nosotros tampoco podemos dejar a nadie. Ha habido mucha soledad sufrida durante el tiempo de la pandemia, y los mayores la han sufrido doblemente. Esta jornada nos sensibiliza a todos hacia ellos. Y, al mismo tiempo, invita a los mayores a seguir sintiéndose útiles y necesarios como transmisores de la fe y de los valores cristianos en las familias.
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