miércoles, 1 de octubre de 2025

SOLEMNIDAD DE SAN FROILÁN (5 de octubre)

 ID AL MUNDO ENTERO Y PREDICAD EL EVANGELIO


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    El ciclo normal de los domingos del tiempo ordinario, que estamos llevando, hoy cambia. Lo hace porque celebramos una solemnidad propia de nuestra Iglesia diocesana de León. Por ser solemnidad, tiene un rango superior al de los domingos. La solemnidad que celebramos es la de san Froilán, patrono de la diócesis, que ha de celebrarse en todas las parroquias, pequeñas y grandes.

    Celebrar una misma fiesta litúrgica es un signo de comunión, expresamos así que pertenecemos a una misma familia: la Iglesia de Jesucristo que camina, como peregrina de esperanza, en estas tierras antiguas de León. Somos herederos de una riquísima historia civil y eclesial y, tomando fuerzas en este recuerdo agradecido, debemos afrontar los retos presentes y futuros.

    San Froilán, según las fuentes que se conservan en nuestra catedral, nació en las afueras de Lugo en el año 832. A los dieciocho años emprendió vida solitaria y de predicador itinerante. Se trasladó al Bierzo y se recluyó en una cueva de Ruitelán, junto al río Valcarce, que hoy se conserva como ermita.

    Pasó después a los montes leoneses del Curueño, donde se le unió Atilano, sacerdote y monje, que es también el patrono de la diócesis vecina de Zamora. Ambos se recluyeron en el picacho Cucurrino de la Valdorria. Bajaron al valle y, en el poblado de Veseo, organizaron un monasterio con trescientos monjes, apoyados por los reyes de León y Asturias.

    Más tarde, en Zamora, establecieron dos monasterios, el primero en Tábara y el segundo en Moreruela. Los monasterios, en aquella época tan difícil, jugaron un papel fundamental en la reconquista de España: los monjes tenían las escuelas y conservaban la cultura, los códices con el saber de la Hispania cristiana. Y en torno a ellos, se establecían aldeas y se cultivaban los campos, se creaba civilización en tierras arrasadas.

    Está claro que la vocación primera de san Froilán era la de ser un ermitaño solitario. Pero permaneció atento a la llamada de Dios y este le fue cambiando sus planes. Primero le llamó a vivir con otros monjes que querían compartir su vida de oración y estudio de la Palabra de Dios, a ser fundador y abad de monasterios.

    Y en el año 900, cuando la sede episcopal de León quedó vacía, el pueblo leonés pidió al rey que el nuevo obispo de León fuese Froilán, el monje. Entonces Froilán, a la edad de 68 años, dejó la vida de monje, a la que se había consagrado, para aceptar ser pastor de los cristianos de estas tierras nuestras.

    Durante solo cinco años, hasta su fallecimiento fue un buen pastor, a imagen del Buen Pastor que es Cristo. Como él, se dedicó a apacentar a su pueblo en las praderas abundantes de la fe cristiana, nutriendo a todos con la predicación de la Palabra y con los sacramentos. Sin olvidarse de las ovejas descarriadas y perdidas, fortaleciendo a las enfermas y caídas, apacentando a todas con justicia.

    Lo que la Palabra de Dios que hemos escuchado dice en la lectura del profeta Ezequiel y en el salmo 22: san Froilán fue un reflejo fiel del Buen Pastor, enviado por Dios para cuidar a su pueblo amado renacido de las aguas del bautismo.

    Como san Pablo pedía para él mismo y para sus colaboradores, la gente veía solo en san Froilán un servidor de Cristo y un administrador fiel de los misterios de Dios, que se renuevan en la liturgia de la Iglesia para nuestra salvación.

    Jesús escogió a los apóstoles para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar en su nombre, sometiendo las fuerzas del mal que dañan al hombre y a la creación, liberando, consolando, sanando, animando. Esa misma llamada ha continuado resonando a lo largo de los siglos y el Señor ha seguido escogiendo a otros hombres y mujeres para ser sus colaboradores en la extensión del Reino hasta los confines de la tierra.

    San Froilán hizo su parte, como monje y como obispo, y ahora nos toca a nosotros hacer la nuestra, en este tiempo y en este lugar en el que Dios nos ha puesto. Nuestra iglesia diocesana de León necesita de cada uno de nosotros, cada uno con sus dones y sus talentos, con su vocación particular.

    No podemos quedarnos mirando al pasado, a lo que fuimos y a lo que tuvimos, sino que estamos llamados a contribuir en la hora presente, con sus retos, para que aquellos que viven a nuestro lado puedan escuchar la Buena Noticia del amor de Dios que se nos ha manifestado plenamente en Jesucristo.

    Recojamos el testigo de san Froilán, nuestro patrono, como cristianos de León.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

SOLEMNIDAD DE SAN FROILÁN (5 de octubre)

 ID AL MUNDO ENTERO Y PREDICAD EL EVANGELIO COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA      El ciclo normal de los domingos del tiempo ordinario, ...