miércoles, 4 de septiembre de 2024

DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

PODER ESCUCHAR LA PALABRA Y PODER ANUNCIARLA



COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    La mayoría del tiempo de su vida pública Jesús la pasó en la tierra de Israel, entre sus paisanos hebreos. Pero el evangelio de hoy nos lo presenta adentrándose en tierra de paganos, un territorio que entonces se llamaba la Decápolis y que hoy corresponde con la actual Jordania.

    Para nosotros decir tierra de paganos no significa casi nada, pero en aquel tiempo significaba algo muy fuerte: una zona salvaje y peligrosa, en la que no se sigue la ley religiosa judía; un territorio en el que un hebreo piadoso evitaría incluso entrar porque significa contaminarse.

    Pero allí va Jesús, porque allí también hay quienes necesitan escuchar la Buena Noticia de la salvación. Hoy no necesitamos ir lejos para encontrar personas que no saben ya casi nada de Jesús, a las que nunca se les ha anunciado con convicción el Evangelio o que nunca han tenido una experiencia de fe. Los tenemos entre nosotros, en nuestras casas, en nuestras familias, pueblos, lugares de trabajo o estudio…

    Y podemos retraernos y pensar: ¿Para qué voy a decirles nada si no van a escuchar? O podemos obrar como Cristo y traspasar esos muros para ayudar a oír y a hablar, como hace Jesús con el sordomudo del evangelio.

    Seguro que el eco de las curaciones y milagros que el Señor realizaba ya había llegado allí y le presentan a un hombre sordomudo. Sin la protección que hoy se le da en nuestra sociedad a los discapacitados, podemos imaginar que la vida de aquel hombre sería durísima, condenado al aislamiento, a la miseria, a vivir de la caridad de otros. No puede relacionarse con los demás, vive en aislamiento forzoso, sin poder experimentar lo que significa vivir integrado en sociedad.

    El evangelista nos cuenta dos detalles importantes en la actuación de Jesús: se lo lleva aparte y le toca.

    Se lo lleva aparte porque no busca una curación convertida en espectáculo, lo hace por respeto al enfermo y porque el bien es mejor si se hace en silencio. Podía haberle curado desde la distancia, así lo hace otras veces, con la fuerza únicamente de su palabra. Pero decide dedicarle tiempo, tratarle aparte, que se sienta especial y querido.

    Cuando está aparte con él le toca; cuantos habrían tocado a aquel hombre para burlarse de él, para empujarle, para robarle, para maltratarle, porque no podía quejarse. Jesús le toca con mucho cariño la lengua y los oídos y se los abre para que pueda comunicarse, para que pueda dar gloria a Dios, hablar con otros, compartir, llevar una vida más humana.

    Tenemos que tener mucho cuidado con pensar que hay personas que cuentan y otras que no... Cuando el Papa Francisco nos advierte de que debemos luchar contra la sociedad del descarte, nos está hablando de esto.  Hay personas que son muy importantes, que convertimos en ídolos de los que nos importa todo, y otros, a veces los que tenemos más cerca, los consideramos invisibles, no nos importa lo que les pasa, lo que sienten, lo que viven, lo que esperan. Les descartamos, como descartado estaba el sordomudo del evangelio hasta que llegó Jesús. 

    El apóstol Santiago, en la segunda lectura, advierte de que las parcialidades no caben entre cristianos, no puede haber personas de primera y personas de segunda si miramos a los demás como Cristo nos mira, como a hijos amados de Dios.

    Hay un rito bonito dentro del sacramento del bautismo, que en parte se está perdiendo, pero que está lleno de significado. Lleva este mismo nombre, el de las palabras de Jesús: Effetá (Ábrete). El sacerdote o diácono, representando al mismo Cristo, toca los oídos y la boca del recién bautizado y le dice: “El Señor Jesús que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”.

    A cada uno de nosotros en el Bautismo se nos concedió entonces poder escuchar la fe y poder profesarla, testimoniándola ante otros con nuestras palabras y nuestras acciones. Que de la celebración de este domingo saquemos el ánimo y las fuerzas para cumplir esta doble misión.

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