NOS HA HABLADO POR EL HIJO
El profeta Isaías dice que “son hermosos los pies del que
trae la Buena Noticia”. Aunque estén sucios del camino, heridos, cansados, son
hermosos esos pies porque trae el mensaje del Emmanuel.
Nunca me había fijado en esta imagen, a pesar de que es
siempre la primera lectura de la Navidad. Pero es muy expresiva: aunque estemos
cansados, aunque estemos tristes, porque en estos días se sienten más que nunca
los huecos que han dejado los que se han ido, o se nota más que nunca ese
problema de enfermedad, laboral, de divisiones, que afectan a la familia… aun
así… ¡Qué hermosos son los pies del que trae la Buena Noticia!
Y no estamos hablando de una noticia cualquiera. Estamos hablando
de la gran Buena Noticia, la que cambia para siempre el curso de la historia,
dividiéndola en un antes y un después. Esta Buena Noticia, que nunca se vuelve
vieja, es esta: Dios se ha hecho hombre, Dios ha nacido, como nace cualquier
niño de una mujer para compartir nuestra vida, para estar con nosotros.
El evangelista san Juan es diferente a los otros tres
evangelistas; no nos cuenta el nacimiento de Jesús como Mateo o Lucas. Lo que
ha ocurrido nos lo cuenta de otra forma, más profunda y más teológica: el
Verbo, la Palabra que estaba siempre junto a Dios como el Hijo, y por medio de
la cual se ha creado lo que existe, ahora se ha hecho carne y ha venido a
acampar entre nosotros.
Ya no podemos decir que no le importamos a Dios, o que Dios
está cómodo e inalterable en su perfección mientras que nosotros luchamos aquí por
la vida. No es cierto desde la Navidad: Dios se hace hombre, un hombre que va a
conocer el frio, el rechazo, la soledad, la pobreza, la muerte… nada de lo que
vivimos los seres humanos le es extraño o ajeno.
Por eso los profetas le anuncian como el Emmanuel: es el Dios
con nosotros. Y trae la Luz a la oscuridad del mundo: porque no hay mayor
pobreza ni oscuridad que vivir sin Dios y sin la esperanza que brota de saberse
infinitamente amados por Dios, seamos como seamos. Sin esta luz no vemos para
caminar, vamos dando tumbos por la vida.
Y trae la Vida, porque nos enseña a vivir como Hijos de Dios,
llenos de dignidad y de libertad, sin esclavitudes ni ataduras, con libertad
interior. Y es resurrección y vida también para cuando franqueamos la última
puerta de la muerte si hemos vivido unidos a él.
Dios es con nosotros, nunca más estará lejos, se queda a
vivir a nuestro lado. Este es el misterio maravilloso de la Navidad, una Buena
Noticia siempre nueva y siempre desconcertante. Dios nos ha hablado por medio
de su Hijo, como escuchábamos en la segunda lectura, de la Carta a los Hebreos.
Y lo que nos ha dicho es que nos quiere más de lo que podemos imaginar porque
nos falta fe.
Cuando miremos y besemos la imagen del Niño Jesús en el
Belén, debemos hacerlo como los pastores, como los Magos del Oriente: con
ternura, con fe, con agradecimiento. Con corazones sencillos y humildes, como
de niños, porque, si no, no entenderemos el misterio de la Navidad.
Como nos ha dicho el Papa Francisco en su preciosa meditación
sobre el significado del Belén: Dios se presenta así, en un niño, para ser
recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su
poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús,
Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su
amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos.
Feliz Navidad a todos.
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