sábado, 7 de mayo de 2022

CUARTO DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)


 YO SOY EL BUEN PASTOR


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    ¡Qué rápido pasa el tiempo! Hace nada que estábamos celebrando la Vigilia y ya entramos en la cuarta semana pascual. A este domingo cuarto de la Pascua se le llama el Domingo del Buen Pastor, y ya hemos visto el motivo del nombre. Jesús dice de sí mismo en el Evangelio que es el Buen Pastor de todos y que desea que su voz sea escuchada y conocida.

    Por esta razón se celebra en este domingo la Jornada de oración por las vocaciones; pedimos juntos al Señor que nos conceda el regalo de muchos hombres y mujeres que sean un signo de su cuidado de Buen Pastor para nuestro mundo, en las diferentes vocaciones de la Iglesia: sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros…

    En la primera lectura de estos domingos de Pascua, con la lectura de los Hechos de los apóstoles, vamos viendo cómo la Buena Nueva del evangelio fue abriéndose camino después de la resurrección del Señor. Pero no se extendió por casualidad, sino porque los apóstoles, movidos y fortalecidos por el Espíritu Santo, que habían recibido en Pentecostés, se esforzaron por hacerla llegar hasta los confines de la tierra. No siempre cosechaban éxitos, ni mucho menos… a veces eran rechazados por aquellos que ellos pensaban que serían sus primeros receptores, los israelitas.

    ¿Qué hacían ante esto?, ¿Se hundían en el fracaso y abandonaban la misión? ¿Decían, como a veces decimos nosotros, “Ya no puede hacerse nada, esto es tiempo perdido”?

    Al contrario, entendían esas experiencias de fracaso como pistas para seguir la misión en otros lugares y de otros modos. Así, la misión pasó de tener como destinatarios a los judíos a tener como destinatarios a los gentiles. Y aquellos que se sentían despreciados, como rechazados e indignos, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo porque se les anunciaba el Reino de Dios también a ellos.

    Se trata de una enseñanza importante: no hay que quedarse cruzados de brazos, no hay que dejar que el pesimismo nos derrote porque no hay nada que hacer, porque es difícil dar catequesis, porque hay pocos jóvenes en las celebraciones, porque cuesta testimoniar la fe en las familias y en la sociedad… hay que abrir caminos al Evangelio con ilusión, sin derrotismos, con la fuerza y la ilusión que nos infunde encontrarnos con el Resucitado, nuestro Buen Pastor, que nos alimenta en la Eucaristía.

    Porque el Evangelio es para todos y no podemos conformarnos sabiendo que, a nuestro alrededor, hay quienes no lo conocen o solo lo conocen de oídas, pero sin tener una experiencia personal de la fe. En el libro del Apocalipsis, segunda lectura de hoy, el vidente Juan contempla la multitud de los redimidos, incontables, vestidos de blanco, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. Muchos han sufrido mucho en sus vidas, y Dios mismo les cuida con cariño: ya no pasan hambre ni sed, toda lagrima de los ojos es enjugada.

    Al Buen Pastor que es Jesús, le importamos todos, no se olvida de nadie, todos cuentan ante Él: Mis ovejas escuchan mi voz, ellas me siguen y yo les doy la vida eterna. No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”. Es un Pastor que quiere a todos por igual, sin hacer distinciones entre personas.

    Somos nosotros, en cambio, aún sus discípulos, los que permanecemos indiferentes, tantas veces, ante el sufrimiento de los hermanos, como si no nos importase.

    En este domingo del Buen Pastor pensemos que Dios cuenta con nosotros para que su Palabra de vida, sus cuidados de pastor, lleguen a todos, especialmente a los más alejados. Para ello nos da dones, cualidades y carismas, vocaciones al servicio de la Iglesia. Todas diferentes, pero necesarias y complementarias.

 

 

 

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