COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA
Para entender bien el mensaje de la Palabra
de Dios de este domingo es necesario tener en cuenta que estamos terminando el
año litúrgico. El año litúrgico es la celebración de los misterios de Cristo a
lo largo de un año y no coincide con el año civil, ya que comienza con el
domingo primero del adviento y termina con la solemnidad de Jesucristo Rey del
Universo, que será el próximo domingo. Por tanto, este es el penúltimo domingo
del año litúrgico cristiano y el mensaje de la Palabra nos sitúa en esa clave
del final.
A veces se nos olvida, también a los
creyentes, que vivimos en un mundo que tendrá su fin. Solo Dios es eterno,
existía desde siempre y existirá por siempre; todo lo demás, toda su creación,
es temporal. Lo que existe deberá ser transformado en algo mejor según el
proyecto salvador de Dios. Como creyentes no solo no debemos temer ese fin,
sino que debemos anhelarlo y, para ello, Jesucristo nos indicó que lo
pidiéramos cada vez que recemos el Padre Nuestro, al decir: “Venga a nosotros
tu Reino”.
¿Cómo será ese final y esa transformación de todo
cuánto existe? La Palabra de Dios no nos hace un relato exhaustivo, se trata,
más bien, de imágenes, de alegorías, que, eso sí, nos dicen que se tratará de
un momento de crisis intensa. Solemos asociar la palabra “crisis” a algo
negativo, pero el término crisis significa, propiamente, una ocasión de separar
y de decidir; no hay cambio sin crisis: el paso de la niñez a adolescencia y el
paso de la adolescencia a la juventud son tiempos de crisis, pero son
necesarios para que la persona se forme y madure. Un parto es un momento de
crisis, pero sin él la madre no podría dar a luz al hijo que espera.
¿Podemos decir, acaso, que nuestro mundo está
bien tal y como está? ¿No hay acaso demasiada violencia, demasiada injusticia,
demasiados muertos por un hambre y unas enfermedades evitables, demasiada
soledad, demasiada tristeza?
Como discípulos de Jesús, como Iglesia, tenemos
la misión y el encargo de ir transformando, tanto como podamos, este mundo
según el proyecto del Reino de Dios, viviendo el amor fraterno, siendo sal y
luz del Evangelio y de las Bienaventuranzas. Pero somos conscientes de que
hacer llegar el Reino de Dios en plenitud, transformarlo todo, no depende de
nosotros. Eso está en las manos de Dios y, por eso, se lo pedimos: “Venga a
nosotros tu Reino”.
La Palabra de Dios nos dice que, si
mantenemos la lámpara de la fe encendida y la venida del Reino de Dios nos
sorprende trabajando por él, no debemos temer: “Los
sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la
justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”, nos adelanta el profeta
Daniel. No estaremos solos en ese momento de crisis transformadora, porque el
Hijo del Hombre vendrá con poder y gloria a reunir a sus elegidos. Es el mismo
que ha entregado su vida por amor a nosotros y nos ha alcanzado el perdón, el
que intercede continuamente por nosotros ante el Padre como sacerdote eterno.
Celebramos hoy, en nuestra Unidad Pastoral,
el día de la Iglesia Diocesana. Somos Iglesia, la familia de los hijos de Dios
que peregrina en León. Queremos adelantar el Reino de Dios y, por eso, cada uno
aporta sus dones y cualidades al servicio de las comunidades parroquiales, para
que sean un signo de unidad en nuestra sociedad. Que cuando el Señor vuelva,
como decimos cada domingo en el Credo, nos encuentre trabajando, en la porción
de viña que nos ha encomendado, con ilusión y con esperanza.
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