A partir de
este año 2020, el tercer domingo del tiempo ordinario será ya el “Domingo de la
Palabra”. Así lo ha instituido nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, por
medio de la publicación, el 30 de septiembre de 2019, de la carta apostólica en
forma de “motu proprio” Aperuit illis. Como siempre ocurre
con los documentos del Magisterio pontificio, las primeras palabras del texto
latino, el idioma en el que son redactados, dan origen al nombre del documento;
en este caso están tomadas del relato del encuentro del Resucitado con dos
discípulos en el camino de Emaús: “Les abrió el entendimiento para comprender
las Escrituras” (Lc. 24,45).
Alguien podría
preguntarse por qué el Papa cree necesario establecer un domingo dedicado
especialmente a la Palabra… ¿no son todos los domingos de la Palabra?
Efectivamente, cada domingo en la asamblea eucarística escuchamos la proclamación
(que es más que lectura) de la Palabra de Dios, tomada tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento. Después, el sacerdote o diácono, con el servicio de la
predicación, nos ayuda a desentrañarla y a aplicarla a nuestra vida. En este
sentido está claro que todo domingo lo es ya de la Palabra. Mucho más, sin duda,
desde que la reforma litúrgica hecha por el Concilio Vaticano II enriqueciera
las lecturas de la misa con toda la riqueza que suponen los tres ciclos de
lecturas.
Pero también
cada domingo es el domingo del Cuerpo de Cristo y, sin embargo, tenemos un
domingo del Corpus Christi, que nos
ayuda a valorar y a poner en el centro de nuestra fe el don infinito de la
presencia eucarística del Señor. Para esto mismo ha de servir el domingo de la
Palabra de Dios: “un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para
comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios
con su pueblo”. El Papa Francisco sitúa esta iniciativa suya en continuidad
tanto con el Vaticano II, que con la constitución Dei Verbum puso en el centro de la vida de la Iglesia la Palabra de
Dios, tan importante como el Cuerpo eucarístico, como con las enseñanzas de los
pontífices anteriores. Subraya especialmente la exhortación de Benedicto XVI Verbum Domini, en la que recoge las
conclusiones del Sínodo de los Obispos del año 2008 dedicado a la Palabra de
Dios.
La Carta Aperuit illis da claves muy
interesantes para vivir este Domingo de la Palabra. Aquí van algunas a modo de
resumen:
1.
La
Biblia es para todos
El libro de Nehemías narra como
todo el pueblo se reunió después de volver del destierro para escuchar la
lectura del recuperado libro de la Ley. Aquellas palabras no les dejaban indiferentes;
les conmovían, les tocaban el corazón. Al Pueblo de Dios actual le ha sido
regalada esta Palabra viva que no es sólo para unos pocos sabios, sino para
todos sin excepción.
2.
Todos
debemos acoger y compartir con otros la Palabra
Los Pastores, obispos, sacerdotes
y diáconos, tienen la gran responsabilidad de hacer accesible a sus comunidades
la Palabra. Un momento especialmente importante es la homilía, que debe basarse
en la Palabra que se ha proclamado. A su preparación cuidadosa hay que
dedicarle tiempo de oración y estudio. Pero también tienen responsabilidad los
catequistas, que deben vivir en familiaridad permanente con la Sagrada
Escritura.
3.
El
Espíritu Santo y Cristo nos ayudan a entender la Palabra
No podemos leer la Biblia como un
libro más, porque no lo es. Aunque sea necesario estudiarla, y hay buenos
análisis científicos y literarios para ello, es el Señor mismo quien debe
abrirnos el sentido de la Palabra como hizo con los discípulos de Emaús mientras
iban de camino, cambiando su desesperanza en ilusión y ganas de evangelizar.
Así, dice el Papa, “Cristo es el primer exegeta”. Además, es fundamental el
papel del Espíritu Santo, porque si no actúa en nosotros, la Biblia puede
quedarse sólo en un texto escrito, del que podríamos hacer una lectura
estérilmente literal, propia de fundamentalistas, sin dejar que hable de verdad
a nuestras vidas. El Espíritu no solamente inspiró la Biblia, sino que nos
ayuda a comprenderla y a vivirla.
4.
La fe
nos viene de acoger la Palabra
Hay un profundo vínculo entre la
Sagrada Escritura y la fe de los creyentes, porque la fe proviene de la escucha
y lo que escuchamos es la Palabra del Señor, tanto en la celebración de la
liturgia como en la oración y reflexión personal.
5.
La
Palabra está presente en la Eucaristía y en los Sacramentos
En la Eucaristía nos sentamos a
dos mesas: la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo. Nuestra mirada,
durante la misa, se dirige a los dos puntos esenciales: el ambón y el altar. Si
no prestáramos atención a la Palabra proclamada y a su explicación sería igual
que si no recibiéramos el Cuerpo del Señor.
Además, la Palabra está presente en la celebración de los Sacramentos,
en la que siempre debe ser proclamada, aunque sea brevemente.
6.
La
Biblia es para nuestra salvación en el presente
No es una colección de relatos,
de historias, alejadas ya de nuestro tiempo, sino que “está dirigida a la
salvación integral de la persona”. Está compuesta como historia de la salvación
en la que Dios habla y actúa, y lo mismo obra en nosotros cuando la acogemos
como Palabra viva y eficaz. Por eso, nos sorprende que no pierda nunca su actualidad,
que sea siempre nueva; así lo dice el Papa: no se refiere al pasado ni
únicamente al futuro, “sino al presente de aquellos que se nutren con esta
Palabra”.
7.
La
Palabra es dulce y amarga a la vez
La Carta recuerda como el profeta
Ezequiel y otros personajes han descrito la Palabra como “dulce como la miel”.
Es consoladora, nos infunde esperanza, nos lleva a sabernos amados de Dios, es
dulce y, por ello, queremos compartirla con otros. Pero, al mismo tiempo, es amarga, porque comprobamos que es
difícil para nosotros vivirla con coherencia o experimentamos que al llevarla a
otros la pueden rechazarla.
8.
La
Palabra nos lleva a la Caridad
Quien acoge la Palabra en su
espíritu y en su vida, se siente llamado a practicar la misericordia; abre
nuestros ojos para que salgamos de la tentación individualista y nos enseña el
camino del amor fraterno y el compartir.
9.
La
Virgen María nos acompaña en la escucha de la Palabra
Los documentos del Magisterio
siempre se cierran con una referencia a la Virgen. Pero, hablando de la Palabra
de Dios, es más oportuna que nunca. Porque ella se hizo esclava del Señor para
que se haga en ella según la Palabra; tanto que esta se encarnó en su seno, dio
carne humana a la Palabra. Por eso es proclamada como bienaventurada, porque
creyó que la Palabra se cumpliría en ella, como así sucedió.
Terminemos con
algunas SUGERENCIAS para celebrar el
Domingo de la Palabra, expuestas en el mismo texto: hay que dar solemnidad a
este domingo y, para ello, puede ser una buena idea hacer en la misa una
procesión de entrada con el leccionario, que termine con su “entronización” en
el lugar que tiene reservado, el ambón. La homilía de este domingo debería
destacarse, exponiendo el servicio que hace a la Palabra del Señor. Puede ser
un domingo apropiado para instituir en el ministerio del lectorado o para
confiar a los catequistas de la parroquia el servicio de la Palabra. Se puede entregar
a los fieles la Biblia o alguno de sus
libros, resaltando la importancia de leerla y meditarla, especialmente mediante
la lectio divina.
Unidad Pastoral de Villaobispo
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