- “Yo me
confieso directamente con Dios, no necesito de un sacerdote”
La fe cristiana es comunitaria,
somos solidarios en el bien y en el mal. Para el sacramento de la
reconciliación no basta el arrepentimiento individualista. También por el
pecado dañamos a los demás, dañamos a la comunidad cristiana porque no damos
testimonio coherente de la fe. Dios nos ofrece su perdón en la Iglesia como el
resto de los sacramentos. Jesús quiso que así fuera. Por eso dijo a sus discípulos
“a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados…”.
- “Yo no tengo
pecados, por eso no lo necesito”
Dice la Palabra de Dios que quien
dice esto se engaña a sí mismo. Porque Jesús es el camino y el modelo a seguir.
Y ante ese modelo, ¿puedes decir que no tienes pecados? Además del mal que
podemos hacer también está el bien que dejamos de hacer… eso también es pecado
de omisión.
- Ni robo ni
mato, no hago pecados graves. Por eso ¿de qué me voy a confesar?
Para un cristiano no basta con no
cometer delitos, se trata de mucho más. Jesús nos dio el mandato del amor a
Dios y al prójimo, y seguro que encontramos actos y actitudes en nuestra vida
que son contrarios a este amor y a los mandamientos. Además, en el sacramento
de la Penitencia, recibimos la gracia, la fuerza de Dios para seguir a Jesús y
vencer el mal en su raíz.
- “No vale la
pena confesarse para volver a caer en lo mismo siempre”
Es difícil cambiar radicalmente
las propias inclinaciones y defectos, porque vivimos en un mismo ambiente. Pero
si nos confesamos bien y sinceramente, salimos decididos a poner los medios
necesarios para superar nuestros fallos. Y así, con la ayuda de Dios ir
mejorando poco a poco.
- También los
sacerdotes tienen muchos fallos y pecados ¿por qué confesarme con ellos?
Precisamente esas limitaciones le
ayudan a ser capaz de comprender, ayudar y orientar. Sería terrible confesarse
con una persona perfecta, sin fallos, que se escandalizaría de nuestros fallos.
El sacerdote es un signo y representante que actúa en nombre de Cristo dentro
de la Iglesia.
- He tenido
una mala experiencia en una confesión que hice; por eso no quiero saber
nada más”
La actitud del sacerdote en este
sacramento debe ser de máximo respeto a la conciencia de quien se confiesa.
Pero igual que reconocemos que podemos meter la pata, también un sacerdote
puede equivocarse. El perdón de Dios no depende de la bondad del sacerdote ni
de su simpatía, él es simple instrumento para que Dios actúe.
- “Basta estar
arrepentido de verdad, sin necesidad de decir los pecados al confesor”
Dios nos ama y nos perdona de
muchos modos, no restringe su misericordia a este sacramento, pero quiso
dejarnos, por medio de la Iglesia, una garantía de ese perdón. Por eso dio a
los apóstoles y sus sucesores el poder de perdonar, en su nombre, los pecados.
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