miércoles, 20 de diciembre de 2023

IV DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO B)

 HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

Llegamos al último domingo del adviento. El de este año ha sido especialmente corto, porque en esta misma tarde estaremos celebrando las vísperas de la Navidad. ¿Qué camino hemos recorrido hasta llegar aquí?

El primer domingo recibimos una invitación del Señor a despertarnos, a velar, porque no podemos dejar que la vida se nos pase “sin pena ni gloria”, simplemente dejando que se consuman los días. Es un tiempo demasiado valioso como para malgastarlo viviendo con el espíritu y las ilusiones dormidas. Despertad y estad prontos al servicio como el criado y el portero que cumplen el encargo recibido y están listos para recibir a su señor en cuanto llegue.

El segundo domingo dos profetas, Isaías y Juan Bautista nos decían que tenemos que preparar una calzada al Señor que quiere llegar a nuestra vida cada día; que pongamos ilusión por enderezar lo torcido y escabroso, allanar los montes y levantar los valles. Nunca es tarde para hacer obras, para la conversión y la mejora, aunque nos parezca que nuestros caminos interiores ya están viejos.

El tercer domingo se nos invitó a la alegría por la cercanía del Salvador. Estad alegres con la alegría que brota de la fe, de sabernos amados incondicionalmente por Dios nuestro Padre. Juan Bautista se considera un testigo de la luz y nosotros también estamos llamados a llevar luz a nuestro entorno, la luz de Jesús y su evangelio.

Y en este cuarto domingo el protagonismo es todo de la Virgen María. ¿Quién nos puede enseñar a vivir la Navidad, el nacimiento del Salvador, mejor que ella? Si la miramos a ella descubriremos qué es lo que verdaderamente importa en esta Navidad, que es lo que nos llena de verdad el corazón, frente a promesas de alegría que nos dejan vacíos y cansados.

Dios quiere vivir en medio de nosotros. Esta podría ser la idea que recorre y une las lecturas de hoy.

El gran rey David reflexiona preocupado acerca del modo en el que está la morada de Dios en Israel: el arca de la alianza está en una tienda, como durante toda la travesía del desierto, mientras que él vive en una vivienda sólida y noble. El arca de la alianza, que contenía las tablas de la Ley santa, era para Israel su posesión más sagrada, ya que sobre ella reposaba la gloria de Dios.

Se da cuenta de que lo más sagrado está en una humilde tienda mientras que él, que es un simple hombre, aunque sea el rey, vive en una casa sólida y segura. Entonces decide construir un templo majestuoso para que viva Dios, como si Dios pudiese vivir en una morada hecha por hombres. La respuesta le llega a David a través del profeta Natán: no puede ser contenido en un edificio hecho por manos humanas quien es el Creador de todo. Pero por ese gesto de amor David va a ser bendecido y de su linaje surgirá un reinado que durará para siempre.

Dios no quiere habitar en un templo material, pero escoge, por gracia y amor, habitar en nuestra humanidad. En lo más humilde de nuestra humanidad. María, una muchacha pura de Nazaret, que aguarda como todos los pobres de Israel el cumplimiento de las promesas y la venida del salvador, va a recibir la visita del ángel de Dios.

Aquella promesa que recibió David, aquella esperanza que sostuvieron los profetas aún en las circunstancias más duras de la historia, aquella oración constante de los pobres que claman por un Mesías, va a recibir por fin una respuesta.

Dios ha puesto su mirada en la pobreza y sencillez, la ha escogido y la ha preparado. Y cuenta con su sí para llevar adelante esta hermosa historia de salvación. Como dice el apóstol Pablo en su carta, el misterio mantenido en secreto durante siglos se ha manifestado ahora y trae para las naciones al Dios único.

Este últimas horas del adviento debemos vivirlas con la Virgen María, participando de su sorpresa, de su emoción, de su alegría indescriptible. ¿Cómo voy a ser la madre del Salvador? Para Dios no hay nada imposible y María, la primera creyente, se fía plenamente y le da al ángel esa respuesta que debe iluminar todas nuestras respuestas de fe a la voluntad de Dios: Hágase en mí según tu palabra.

Hay un anuncio en la televisión, de tantos que intentan reclamar nuestra atención que dice algo así: “La Navidad, ¿es complicada o la complicamos nosotros? La respuesta nos la da María: la Navidad es emocionante, estremecedora, maravillosa, pero no es complicada ni es para los complicados. Es precisamente para los corazones más sencillos que simplemente quieren acoger a Dios hecho un niño. 



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