miércoles, 22 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXIV TIEMPO ORDINARIO. JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (CICLO A)

 TÚ, SEÑOR, ERES NUESTRO REY

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Concluimos un año litúrgico más, en el que hemos ido celebrando los misterios de la vida del Señor: su nacimiento, su vida pública, su pasión, muerte y resurrección. Todo lo que celebramos siempre está referido a Jesucristo, que es el centro y el fundamento de nuestra vida como discípulos suyos. Y terminamos proclamándolo como rey del universo, de cuanto existe, de la historia humana y de nuestra propia vida.

    Es verdad que la palabra rey aplicada a Jesús siempre requiere una explicación. Si pensamos en el rey como un personaje poderoso y rodeado de servidores, es evidente que Jesús no es un rey así. Cuando quisieron proclamarle como rey terrenal las masas, asombradas por el poder de Dios que mostraba con sus milagros, él se escapó, como nos dicen los evangelios que ocurrió en varios momentos.

    Pero él mismo dijo claramente que es rey; se lo dijo a Poncio Pilato en el momento de mayor desvalimiento, cuando su vida estaba en las manos de sus verdugos. Y lo dice cuando nos habla en el evangelio de hoy del juicio final: las naciones de la tierra serán presentadas ante el Hijo del hombre, que es el rey que ha de juzgar.

    Para que podamos entender bien al Señor como rey, la Palabra de Dios de esta fiesta lo presenta al mismo tiempo como pastor. El Dios Pastor que profetiza Ezequiel en la primera lectura y que hemos aclamado con el salmo: un pastor preocupado por su grey dispersa, que quiere cuidarla y liberarla, sacándola de las tinieblas de la muerte. Ese buen pastor, como se llamará a sí mismo Jesús, se preocupa de buscar la oveja perdida y descarriada, cura a la herida y fortalece a la enferma.

    El rey-buen pastor, que conoce a su grey a la perfección, sabe distinguir y juzgar sin llevarse por apariencias o arbitrariedades, separando a las ovejas de las cabras con un criterio claro y firme: si han practicado como él la misericordia y la compasión con los prójimos necesitados merecen el premio de la vida eternamente feliz. Si no lo han hecho, merecen la condenación porque se han alejado de él.

    En el relato del evangelio llaman poderosamente la atención algunos aspectos del juicio:

    En primer lugar, que el rey habla siempre en primera persona: tuve hambre, tuve sed, fui forastero, estuve desnudo, enfermo o en la cárcel. No dice que otros estuvieran hambrientos, sedientos o enfermos, sino que él mismo padeció todo eso. Es decir, que se identifica plenamente con los sufrientes.

    En segundo lugar, que tanto los que practicaron las obras de misericordia, como los que no lo hicieron, se sorprenden mucho ante la interpelación directa del rey juez y le preguntan: ¿Cuándo te vimos nosotros a ti con esas necesidades?

    El rey juez desvela el gran misterio: él ha estado siempre en los prójimos necesitados. Lo que se hizo o se dejo de hacer con ellos, se hizo o se dejó de hacer con él mismo. Esto ya va más allá del mandamiento de amar al prójimo: es que, en realidad, el prójimo es Cristo, es él aunque no le podamos reconocer. Por esto, el amor con el prójimo es amor a Dios y la indiferencia con el prójimo es indiferencia para con Dios.

    ¿Queremos que Jesucristo sea nuestro rey y queremos entrar a formar parte de su reino? Tenemos que vivir desde hoy mismo según la ley de su Reino: el amor fraterno. No nos enseña otro camino ni debemos rebajar la fuerza de su enseñanza. Al final de nuestra vida seremos juzgados únicamente sobre el amor.

    A veces perdemos el ánimo al ver cuánta violencia, injusticia, abuso y desigualdad hay en nuestro mundo. ¿Merece la pena practicar el bien, la compasión, el perdón, la caridad en un mundo así?

    Esta fiesta de Jesucristo rey nos desvela el final de la historia que aún no ha llegado: Cristo reinará y todos sus enemigos, que son todos los enemigos del hombre, le serán sometidos, incluso el último enemigo a derrotar, que será la muerte. La victoria de Cristo rey sobre el mal es segura y nos conviene mucho formar parte desde ahora del bando triunfador. Nadie quiere formar parte de un bando que tiene segura la derrota en un combate, pero todos quieren formar parte del que va a vencer. Pues debemos estar en el bando de Cristo, viviendo cada día según su Palabra y su mandamiento del amor.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

QUINTO DOMINGO DE PASCUA (B)

 TÚ ERES LA VID, NOSOTROS TUS SARMIENTOS COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA El domingo pasado, quizás lo recordamos, Jesús nos dijo de sí ...